Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
21-6-2024
Fútbol, consuelo efímero
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Hoy arranca otra versión
del torneo Copa América y sus acciones en Atlanta, Georgia, concitarán la
adhesión televisiva de millones de compatricios que refugian en el fútbol
pasión y entusiasmo, aunque también consuelo efímero.
El deporte de multitudes,
abstrae de su intensa problemática al ciudadano común y corriente que grita,
viva y lanza palabras destempladas a su rival en la cancha. Cierto que eso dura
90 minutos y ¡sanseacabó! Si se gana, a la siguiente etapa. Si se pierde, de
vuelta a casa para que los diarios destrocen a los jugadores y crucifiquen al
entrenador ocasional.
El fútbol o balompié, no
es lo nuestro. Acaso lampos, uno que otro pelotero hábil y hasta brillante,
pero ¡nada más! Nunca fuimos otra cosa que un modestísimo país para la práctica
de este deporte.
Cabriolas, garabatos,
audacias circunstanciales e individuales, pero cero concepción grupal y pocos
goles, ergo, escasos triunfos y muchas derrotas.
Cada vez que hay
eliminatorias para el torneo mundial nace la misma literatura palurda: “el
fútbol nos une” y fragilidades por el estilo. Ni uno solo de los temas grandes
que afligen a 33 millones de peruanos, ve su análisis o solución en 90 minutos
de juego.
En el caso de la Copa
América se hace alusión a destellos que Perú exhibió en algún momento. Lo que
debiera ser constante: renovación y calidad, son presencias más bien episódicas
y escuetas.
Pero el negocio del fútbol
prevalece porque las empresas patrocinadoras de los torneos necesitan llenar
los estadios, vender las chucherías que se ofrecen en las tribunas y para eso
hay medios y periodistas que, envueltos en una vorágine inevitable, dan cuerda
a las ilusiones, fabrican expectativas y luego retornan con el rabo entre las
piernas, pero con los negocios ya hechos y con dólares en el bolsillo.
¿No parece realmente bobo
pretender que 22 jugadores corriendo tras una pelota, tengan soluciones
sociales que “unen” a los peruanos tras la imagen de una cancha? En este país
de absurdos sensacionales, llueve para arriba y a cualquier imbécil llamamos
estadista o estratega.
La campaña presente tiene
nuevo entrenador y aún es un misterio qué logrará con el equipo humano que dice
dirigir pero, ¿no es hora de licenciar a las vacas sagradas, jubilar a los
ancianos y sentarnos a la mesa para pensar cómo sacamos adelante un equipo
digno, con vergüenza y corajudo para los próximos ¿10 ó 15 años?
Resulta obvio que el
párrafo anterior choca frontal y bruscamente con la base del negocio
futbolístico que consiste sólo en el circo mentiroso y ninguna perspectiva, ni
a la corta ni a la larga. En el país del casi, seguimos evocando a Prisco y
Campolo Alcalde, a Valeriano López, a Lolo Fernández, a Toto Terry, al Mago
Valdivieso, al Chueco Honores, a Cubillas, a Perico León, a Víctor “Pitín”
Zegarra cuando ya son decenios los que han pasado luego del brillo individual
de los mencionados por sólo citar a algunos que la memoria recuerda.
¡No somos un país pelotero!
El problema va desde la pobrísima alimentación que nos regala jugadores de muy
poca talla y peso ligero, hasta la concepción triunfadora dentro de la cancha.
Por desgracia hay quienes sólo desean cumplir y aparecer en la foto que los
medios difunden al lado de leyendas y mentiras fabricadas en las usinas que se
encargan de inocular esperanzas de la afición en equipos bastante malos. ¡He
allí un engaño colectivo de consecuencias dolorosas!
Veo de cuando en vez, en
la televisión partidos con otros equipos y selecciones nacionales. Brillan con
luz múltiple, no sólo por la cantidad enorme de jugadores que poseen sino
porque piensan como cuadros ganadores, premunidos (Brasil y Argentina) de
varios campeonatos mundiales y porque además, sólo quien quiera triunfar como
meta fundamental de su vida o deporte, tendrá la chance de pelear la presea.
Un colectivo –como el
nuestro- que entra a ver si, de repente, consigue un empate cuando no una
goleada, está condenado a seguir dando espectáculos de muy pobre y
decepcionante factura.
Pero el sistema cruel
inocula su pócima que repiten acríticamente los miedos de comunicación y
entonces “todo el Perú se para”, “Perú campeón”, “hay que ir a triunfar al
mundial, venceremos a todo rival”. Y letras por el estilo.
El deber periodístico
consiste en informar y dar detalle de cuanto ocurre para que cada quien decida
qué le conviene más. O, cómo enfoca su modo de vida.