Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
19-7-2021
¡Impunidad, esa lacra bicentenaria!
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Son tan despreciables sus beneficiarios que no vale la pena
ni mencionarlos: diputados, senadores, presidentes, ministros, alcaldes,
burócratas, gerentes en el Estado. Desde casi 200 años atrás han gozado de las
mieles que la muelle sentencia hecha la
ley, hecha la trampa, y que blinda a estos desclasados.
No trabajan para el Perú, su pueblo no les interesa, sus
delitos tienen el barniz del oportunismo y una legalidad hechiza que cohonesta actos
delincuenciales en los cuales participan actores secundarios, testaferros
huérfanos de cerebro y cómplices que bailan al compás de migajas y son los que
proclaman “más vale pájaro en mano, que
ciento volando”.
En nuestro país y su desastroso enjambre legal, se producen
contradicciones que los tinterillos sí saben explotar siempre en beneficio de
quienes paguen tales maniobras. ¡Peor aún, los que hacen las leyes, las
articulan de tal modo que nunca podrán ser pasibles de acusación penal y si eso
ocurre, entonces el apelotonamiento del voto urgente, los salva de acusaciones
de diverso calibre!
No puede ser de otro modo un país hecho por santurrones y
abogados, al servicio mercenario de las más absurdas ambiciones, siempre que
cumplan los requisitos del robo institucional, el discurso de orden y la placa
conmemorativa. ¡Cuántas menciones en bronce sobre ídolos falsos hay en calles y
plazas a lo largo y ancho del Perú! ¿No es acaso una realidad que el nombre de
un ridículo traidor con sus botas a la Federica, bautiza avenidas importantes
en todo el país?
Pocos días atrás dos grisáceos recibieron la solidaridad del
blindaje por parte del una sub comisión congresal. Apóstoles reaccionarios esos
jamás han destacado por ningún servicio al pueblo. El saldo contable sí hace
presumir que sus largas y mediocres trayectorias enfilaron al enriquecimiento
personal, torciendo ideas, traicionando principios, subvirtiendo la decencia
para convertirla en vil negociado culpable.
¿Cómo es que los peruanos, generación tras generación, hayan
asimilado la impunidad como una parte de su vida, la acepten a regañadientes
pero concedan la chance que sus recipendiarios caminen como Pedro por su casa
por el país que han saqueado mientras que fueron autoridades? Es un tema
abstruso y que debiera llamar a debates encendidos y protestantes.
¿Y los intelectuales? No pocos de ellos han claudicado. La
imbecilidad que no requiere de mayor explicación del escritor
hispano-arequipeño, da muestra tamaña de a qué niveles llega la pequeñez humana
en el estribo de una exitosa producción literaria que troca en fondo abisal.
¿Gratuita la desbarrancada?
¡Ni qué decir de nuestros animales políticos! Invertir la
expresión y decir políticos animales acaso produciría una larga lista con
nombres y apellidos, tíos, tíos abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, de muy
proditor prestigio siempre a órdenes del conservadurismo y las oligarquías
civiles o mixtas, civiles-militares.
La impunidad nos acompaña de manera perenne. ¿Cómo acabarla?
He allí una interrogante que requiere la valentía de formularla como una de las
tareas imprescindibles de la nueva era política que se avecina. De no hacerlo,
seguiría más de lo mismo y transcurrirán otros 100 años para que nuevos
gonfaloneros mercantiles de los centenarios hagan sus libracos, revistitas y
diplomas para premiarse entre sí. ¡Qué desafachatez!
Decía bien Manuel González Prada: “tomar a lo serio cosas del Perú, esto no es república, es mojiganga”.