Documento No. 88
Cuando el sentimiento patrio buscó el calor de las chozas
Editorial del diario "El Perú"
El sentimiento patrio que puede degenerar en una vaga abstracción a
medida que es mayor la cultura en los hombres, es siempre en el
espíritu popular, una realidad; porque lo es en él, el amor a la
familia, el apego al hogar y esa poderosa como dulce atracción que
encadena al campanario de la parroquia en que sintió el aldeano las
primeras emociones de la vida.
Los observadores presuntuosos, que juzgan por las exterioridades de lo
que es capaz de abrigar el corazón así como el espíritu del indio, lo
miran con cierta despreciativa compasión, como a seres tan abatidos
que no debe buscarse en ellos ninguna de aquellas pasiones elevadas
que enaltecen al hombre, ni arranque alguno de esos sentimientos
levantados, como si fuera el privilegio exclusivo de otras razas.
El indio, como todos los demás hombres, cualquiera que sea la escala
que ocupen en la civilización, es capaz de grandes acciones y su
espíritu puede inflamarse al soplo del mismo entusiasmo con que sus
conquistadores defendieron la independencia de su patria.
La heroica actitud de los pueblos de Jauja, Huancayo y Huancavelica,
en la pasada invasión, bastan para aprobar de lo que es capaz el indio
en orden a esos sentimientos que se les ha negado por algunos, que
acaso no han dado en esta guerra ninguna prueba de superioridad
natural, respecto a una raza que con tanto desprecio ha sido por ellos
juzgada.
Y si aquellos notables ejemplos de valor y de rara resolución, no
fueran suficientes para enaltecer ante el juicio vulgar de sus
críticos, las dos comisiones que han enviado las comunidades de
Tayacaja y Acostambo ante este cuartel general, no deja duda alguna de
que el entusiasmo que armó sus brazos para arrojar a los chilenos de
Junín, se mantiene vivo y de tal manera, que parece haber buscado el
sentimiento patrio el calor de las chozas, para abrigarse del frío
ambiente de las ciudades.
La comunidad de Acostambo, luego que supo el movimiento del ejército
sobre Canta y Matucana, nombró una comisión de cuatro vecinos
respetables, para que hicieran presente al general Cáceres cuánto
hería a su patriotismo el que emprendiera operaciones contra el
enemigo sin contar con el concurso de ellas. Hacían presente que
tenían quinientos guerrilleros perfectamente armados y listos para
moverse a la primera orden que se les diese.
Hemos visto a los comisionados en el estado mayor. Son cuatro ancianos
que visten el traje peculiar de los indios de Huancavelica: calzón
corto de cordellete, medias de lana, ojotas, chaquetones azules con
botonadura amarilla, sombreros altos. Todos usan trenza.
El aspecto de los comisionados, es el de hombres acostumbrados a que
se les guarde consideraciones, y a ser escuchados con respeto. La
sensatez de sus discursos y el despejo con que hablaron, revelan que
son los ancianos más cultos y considerados de la comunidad.
Después de haber escuchado una contestación lisonjera, regresaron a su pueblo.
Las diversas comunidades de la hermosa provincia de Tayacaja, también
han manifestado estar ofendidas de que no se hubiese llamado a sus
guerrilleros para auxiliar al ejército en sus operaciones contra el
enemigo común.
Tienen mil setecientos hombres armados y llenos de entusiasmo,
dispuestos a marchar contra los chilenos a la primera señal que se les
dé.
Tal es el espíritu de las poblaciones de estos dos departamentos. Si
hubiera una nueva invasión, se encontraría el enemigo con diez mil
guerrilleros que los asediarán cortándoles sus comunicaciones con
Lima, si antes el ejército del centro, en las posiciones formidables
que ocupa, no da cuenta de los chilenos, escarmentándolos de una vez
para siempre.
EP, Tarma, sábado 14 de abril de 1883