Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
29-11-2022
¡Líderes NO pueden arrugar!
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¿Qué diferencia al líder del adláter o seguidor común y corriente?
Tengo la viva impresión que el adalid siempre sonríe, piensa y mira al
horizonte. Hacer y organizar son columnas de su pensamiento y, sobre todo, es
un ser ético que NO roba dinero o
bienes ajenos y que tampoco estafa la fe del pueblo. Los grandes capitanes del
pueblo, en el ámbito en que se desempeñen como dirigentes o gerentes carecen
del "derecho" al pesimismo.
Delincuentes en la cosa pública, por generaciones, han forjado
un Estado servil para con el mandato de los poderosos y obsecuente con quienes
pagan sus impuestos para mantenerlo. La gran contradicción es mostrada como
"normal" por los miedos de comunicación que embrutecen al lector,
televidente u oyente vía los ríos de sangre que propagan durante las 24 horas
del día y así en el decurso de meses y años.
Para hacer política no es necesario robar, transitar por los
derroteros culposos de la coima ni el conchabo que edifica asociaciones
ilícitas para esquilmar al Estado. Debe recordarse que aquél es una convención
ciudadana, una herramienta para cualquier gobierno y que su definición torna
fundamental para saber qué clase de Estado o Estado de qué clase queremos.
¿Es posible ser honrado en la cosa pública en Perú? Una
simple revisión de las principales entidades estatales nos daría un dictamen
abominable. Encontrar funcionarios honestos es casi una aventura porque o roban
o dejan robar o se hacen de la vista gorda ante saqueos que malgastan el dinero
del pueblo. Más fácil -dicen- es dejar las cosas como están porque ganan
"alguito" y "nadie" dice o protesta nada. En buena cuenta,
ser ratero o ladrón sí es rentable, en cambio ser ético, es contraproducente.
El liderazgo auténtico requiere el mantenimiento perenne de
conductas éticas tanto en la cosa pública, como partidaria o empresarial. La
sonrisa, el optimismo constructor, el entusiasmo edificante que amalgame
voluntades que griten al unísono por la conquista de sus ideales, una tarea
imprescindible y a la que no pueden renunciar quienes deben estar a la cabeza y
en la primera fila de la responsabilidad en la marcha por las calles, en el
micrófono de la tribuna parlamentaria o en el Ejecutivo en Palacio.