¡Poder por el poder o el poder como botín!
por Antonio
Ramírez; ardesperu@hotmail.com
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17-3-2022
Como maldición de la codicia y el poder, el
Perú del bicentenario, se encuentra hoy en un “callejón oscuro y sin salida”, atrapado en un marasmo moral y de
anomia, por exclusiva responsabilidad, de quienes fueron ungidos para gobernar,
normar y fiscalizar y no para, “vacar,
disolver y otros más”. Al parecer, poco les importa, la sistémica
corrupción, la inestabilidad y la inseguridad que lastran y carcomen los
cimientos de la república. Ignoran los servidores públicos o autoridades del
Ejecutivo y el Legislativo, que fueron elegidos para servir con dignidad y
decoro a la Nación y no para servirse de ella, olvidan por conveniencia que, la
percepción sensible de la movilización, ofrece a la ciudadanía, un conocimiento
intuitivo de la realidad caótica en la que se debate, el Perú y los peruanos,
por lo que su veredicto inevitable e impostergable será el de “que se vayan todos”.
Perú a Qatar en el
2022 y la imaginación al poder
¡Claro que sí podemos
empezar de nuevo y de cero! Tenemos la mejor hinchada del mundo y una gastronomía universal
insuperable, solo falta, reconocer el prodigio de este territorio bendito llamado
Perú; entender la metáfora de: “que se vayan todos, para empezar de nuevo
que sí podemos” y el tener
que purgar o curar de raíz, las estructuras políticas, económicas, culturales y
sociales del Estado fallido del Bicentenario, carcomidas por las termitas y las
polillas de años de poder de gobiernos corruptos, suplirla con la visión
de hombres nuevos, entendiendo que, nada
está perdido porque “cuando el todo está por hacer, todo es posible”.
La imaginación al poder y la “deconstrucción” de un Perú grande en el sur de este continente,
pasa primero por entender la metáfora agustiniana: “No se
puede amar lo que no se conoce ni defender lo que no se ama” y al Perú para amarlo, hay que conocerlo y luego
defenderlo.
En el contexto precedente, es
aleccionador traer al presente al insigne Jorge Basadre G. en el título: “Perú, problema y posibilidad”, en especial cuando alude a dos
tendencias ideológicas del común de las personas: Perú es problema cuando se cae en
la amargura y el pesimismo, cuando el pasado se concibe como una jaula que no
permite actuar, pero es felizmente una posibilidad en su
porvenir. El mayor problema del Perú, radicado en su pasado que
contamina aún su realidad, es la falta de reconocimiento de la pluralidad: con
esto se insinúa la falta de conciencia que a lo largo de la historia ha
gobernado el país, y que no ha logrado reconocer las diferentes capas y
estratos étnicos, sociales, y de formas de vida que se gestaron. Basadre, hace
un recorrido desde la época incaica hasta el siglo XX, mostrando este problema.
Sin embargo, al final, el autor expone los actores que comenzaron a perfilar al
Perú como una posibilidad y cuya solución no tiene otra salida más que el
reconocimiento en sí mismo y en el camino trazado por muchos peruanos de forma magistral
y que, demostraremos en forma fidedigna y fehaciente a través de próximas
entregas.
Sueño y pasión por un Perú mejor
Salir
del oscuro callejón sin salida, en el que nos han sumergido 200 años de República
fallida, no es fácil, significa el reto y el desafío de cambiar de rumbo, de
transformar profundamente las estructuras económicas, políticas, sociales y
jurídicas, a la luz del proceso de la gran revolución científica y tecnológica
que estremece al mundo, significa darle un verdadero sentido a la
descentralización y regionalización del país, precisando la visión del Perú que
queremos los peruanos y en especial, los objetivos, planes y metas que les
corresponda a cada instancia de poder, incidiendo en la competencia y
transparencia de sus actores, pero en especial, del fortalecimiento y el
protagonismo de la sociedad civil.
Que
entiendan los políticos, que no se trata de reformar el Estado minimizándolo o
echando a los trabajadores a la calle, menos, subastando sus activos
empresariales, ni la entrega de sus recursos naturales, a la voracidad de
empresas transnacionales y locales. Salir del fatalismo, nos obliga
imperativamente, a tener que transformar la relación perversa que se nos ha
impuesto y cuya implosión se da con la nefasta Constitución de 1993, entre la
sociedad, Estado, gobierno y estructuras políticas. Se trata de desprivatizar
el Estado fallido, que funciona como
garante de unos cuantos, para dotarlo de la misión que responda directamente a
los intereses de la sociedad a la que se debe, supone poner fin a la perversión
que impide la capitalización del recurso humano, forjando el pensamiento
crítico de los niños y de los jóvenes, la imaginación y la creatividad, con
valores éticos y morales y premunidos de los nuevos paradigmas que promueve la
inteligencia artificial, hombres que amen a su familia, a su comunidad y al
país, constructores y también beneficiarios de una nueva cultura y de una
civilización que ya se asoma en el horizonte.