Thursday, October 13, 2022

No hay vacuna contra lepra de nesciencia

 


No hay vacuna contra lepra de nesciencia

por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com

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13-10-2022

 

Ya podemos decir que la peste de Wuhan está en retirada. No sé si hemos ganado la batalla con la vacuna. Tampoco sé si la inmunidad de rebaño ha tenido que ver con su retroceso. Mucho menos sé, si su reculada se debe a que terminó de cebarse con todos nosotros. Lo cierto es, que la deletérea peste ya se va alejando, aunque lentamente, pero ya se va apartando, aunque poco a poco, pero ya se va retirando.

 

De modo que, de la peste de Wuhan, ya podemos decir que nos hemos liberado, y aunque sea a media voz, ya podemos asegurar que la vencimos, la superamos y salimos victoriosos, pero no podemos decir lo mismo, de la maligna lepra de la nesciencia que nos eclipsa la humanidad, nos carcome el alma y nos arruina la vida.

 

Para esta siniestra malatía de la que padecemos la absoluta mayoría de los peruanos, no hay ni habrá remedio a corto plazo. Puesto que no existen vacunas, antídotos ni brebajes para combatirla. Tampoco existen campañas, cruzadas ni marchas de lucha contra ella. Y, desgraciadamente, avanza sin treguas, pausas, ni intervalos. Recorre asilada en nuestra lerda humanidad. Convive con nosotros, habla con nuestra voz, decide con nuestro consentimiento y actúa con nuestra voluntad.

 

Precisamente por eso, a pesar que poseemos muchas riquezas naturales, y pese a que somos la atracción turística para el mundo, no podemos construir el país que queremos, porque la lepra de la nesciencia que es tan aguda, profunda y acentuada, no nos permite pensar con algo de agudeza, hablar con un poco de propiedad, ni mirar con cierta claridad, mucho menos, decidir con un tanto de tino.

 

Devastado por esta plaga de la nesciencia, no sólo el poder ejecutivo navega en un oscuro océano de errores, de horrores y de incertidumbres, sino además, arruinados por este mismo mal, el Congreso, el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Policía y todas las instituciones del país, se han vuelto casi inservibles, inoperantes e inútiles. Y la sociedad civil infectada por la misma pandemia de la nesciencia, no advierte su propio mal, por tanto, cree que cambiando por unos y otros a todos los que están en la función pública, mejorará la situación del país.

 

Lo sutil y discreto de la lepra de la nesciencia es que no nos damos cuenta de que casi todos padecemos de esta enfermedad. Por eso, estamos acostumbrados a paporretear, creer, pero no saber. Preferimos ver y oír, luego, repetir, pero no leer ni pensar. Creemos en el socialismo marxista, pero ignoramos el tipo de sociedad que construye. Pensamos que el neoliberalismo es el modelo que genera riqueza, pero no nos damos cuenta de que el rostro de país no ha cambiado. Reclamamos a gritos una nueva Constitución, sin siquiera haber leído la actual. Aseguramos que el presidente es ignorante, como si fuéramos brillantes. Decimos que Castillo ni siquiera sabe hablar, pero cuando estamos frente a los micrófonos y cámaras, terminamos balbuceando. Creemos que hemos “servido al país”, cuando por largos años nos hemos servido de él. Y cuando los pocos o los raros que somos inmunes a esa lepra de la nesciencia escribimos nuestro sobrio parecer, entonces sí, de inmediato salta un leproso para insultarnos. Otro, nos muestra sus amenazadores colmillos. Un tercero nos descalifica con furia.

 

 

Consecuentemente, una modesta opinión que bien podía servir para intercambiar ideas o cotejar puntos de vista para encontrar las causas de los problemas del país, termina en un vulgar rebuzno, en un grotesco graznido o en un fétido bufido.

 

Pero, ¿qué le vamos a hacer? Así reaccionan las víctimas y cómplices de la pandemia de la nesciencia. Ya lo había dicho, hace muchísimos años, el gran Schopenhauer en su “Paralipomena”: “la estulticia es la madre y el ama de cría del género humano”. Y lamentablemente, para esta lepra que es muy peruana, por ahora no existen vacunas.

 

Los golpistas en la historia

 

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

13-10-2022

 


Los golpistas en la historia

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En el tumultuoso trienio que comenzó el 28 de julio de 1945 y que colapsó el 3 de octubre de 1948, los golpistas –esa peste que ha resucitado en estos últimos meses- hicieron cuanto les fue posible para desbarrancar al Perú.

 

Los intensos debates sobre la ley de imprenta, la formación de sindicatos, el choque en las calles entre la izquierda democrática y la reacción que encabezaban Pedro Beltrán, Eudocio Ravines, El Comercio y La Prensa, el ausentismo parlamentario que paralizó al Senado y al Congreso, el crimen Graña y eventos más o menos, habían diseñado un ambiente de sobresalto, desconcierto y repudio a un gobierno que nació caudalosamente en las urnas consagrando a José Luis Bustamante y Rivero como el jefe de Estado.

 

La Alianza Nacional, los grupos exportadores y la derecha habitual conspiraban con todo para traerse abajo el gobierno. Por iniciativa del entonces diputado Fernando Belaunde Terry que salió electo en las filas del Frente Democrático Nacional, se interpeló al ministro Manuel A. Odría. El Congreso al ser incapaz de hallarle en falta, debió respaldarlo.

 

Los vientos de fronda inundaban al Perú de norte a sur y de este a oeste. Con mendacidades y calumnias los grupos conservadores habían desatado una guerra a muerte a los sectores populares y aprovecharon al máximo el fracasado levantamiento militar-civil del 3 de octubre de 1948 en el Callao.

 

A las pocas horas del suceso, Bustamante y Rivero colocó fuera de la ley al Partido del Pueblo (Apra) que le había puesto en la presidencia.

 

El mismo general Odría no tuvo muchas contemplaciones días después, el 27 de octubre, en echar, sin pena ni gloria, a Bustamante y Rivero. Había comenzado el ochenio y con ese régimen un largo túnel sangriento que significó el acribillamiento de líderes populares, dirigentes sindicales y sociales. Miles partieron al destierro, encierro y entierro.

 

La historia tiene sus paralelismos. En estos días hay golpistas desembozados empujando la vacancia presidencial a como dé lugar. Los mandones de siempre no comulgan en perder sus privilegios y la sentencia azúcar caro y cholo barato es lema permanente de quienes jamás comprendieron que la igualdad es un derecho irrenunciable.

 

Historia, madre y maestra.