Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
3-7-2025
¿Es posible la risa en Perú?
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Aunque los sucesos
cotidianos sean más bien grises u oscuros, bien vale la pena preguntarse si la
risa, esa expresión saludable y positiva, es factible en el Perú?
La revista es
desdorosa: parlamentarios mediocres de nula o mísera inteligencia aunque gran
picardía para el beneficio propio; gobernantes obnubilados en sus compras y
asegurando el futuro (muchos se alojarán en las cárceles); y pandillas haciendo
de sus proezas, a balazo limpio, una estadística fratricida, letal y
detestable.
¿No es hora, por la
fuerza de los hechos y sus resultados, de licenciar, jubilar, enviar a la tumba
a las promociones que en los últimos 40 años experimentaron sus inventos en el
cuerpo social del Perú, logrando el mosaico de sinsabores y asimetrías que nos
signan como país?
A pesar de ello, hay
casi 7 millones de almas nuevas, sin partido, carentes de sesgo ideológico,
amén de casi nula formación sobre su país, potencialidades y riquezas
formidables de que es dueño el Perú.
¡No puede ser la
ambición de los más jóvenes, el conseguir visa e irse al aeropuerto para ver
qué pesca allende y aquende en el mundo entero!
Recordemos con el poeta colombiano Antonio Muñoz Feijoo:
“ No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de
la tumba fría;
muertos son los que
tienen muerta el alma
…… y viven todavía.”
No cae nada mal a los peruanos pensar sobre las líneas
precedentes.
Debo confesar que un nuevo Perú, desde la atalaya de la
broma hasta la pícara cundería de socarrones impenitentes pero sanos, está
naciendo para alegría y amanecer de esperanza que tanto requiere la
purificación del país.
De los socavones espirituales de oscurantismo y falta de
creación, brotan almas nuevas, vivas, plenas en optimismo.
¿Está la risa contemplada en el manojo de las leyes del
Perú? Confieso mi ignorancia, pero aquí hay no pocos que viven del sufrimiento
del resto y tienen como divisa el pesimismo y la maledicencia.
Un pueblo alegre, con risa rápida y optimismo de ganadores,
es el mejor remedio contra los cuentistas de mal agüero y pesimistas de
profesión.
Criticar riéndose, con voz desenfadada, prescindiendo del
engolamiento de la voz y pronunciarse, constituye nueva luz que ilumina el
derrotero que los chicos de menos de 30 años empiezan a diseñar con gran
creatividad.
Y, como mejor práctica, ensayar la risa que alegra y pone el
alma en ristre y en disposición de lo imposible.
Los jóvenes dicen: ¡queremos
comernos el mundo!
Cuando una sociedad carece de medios de expresión porque la
gran mayoría –por no decir todos- sigue un patrón en que la verdad no vale nada
sino el modelo que se quiere hacer creer, la risa deviene en un arma que da
salud, censura al mal funcionario y demuestra la garra y vitalidad del pueblo.
Por ejemplo. Si un juez sentencia injustamente y le invoca
la frase latina dura lex, sed lex (dura es la ley, pero es la ley) y no hay mas
que pagar con cárcel o reparación civil, la bestialidad del magistrado, la risa
puede –sin palabras- mostrar el enorme desprecio hacia el magistrado innoble
protagonista de este desaguisado.
Si trasladamos el caso a una autoridad civil, policial,
política, municipal o regional, la trama puede ser idéntica. El más débil,
siempre sale herido porque el poderoso maneja todos los mecanismos.
El legiferante miedoso que quiere combatir la denuncia
frontal del periodista; la gobernante que no sabe cómo tapar los más de 70
muertos a balazo limpio, merecen la risa piadosa que se otorga al réprobo.
Entonces, la risa llega fresca, ruidosa, bronca, plena en
protesta con buen humor, sarcasmo y salud contra toda clase de pesimismos.
Dirá el lector vehemente: ¿cómo reírse mientras otros
sufren? ¡Precisamente, la risa sana impulsará en los que toman decisiones, la
oportunidad de construir y no hundirse en las ciénagas de la desesperanza!
En Perú la gente sólo sabe quejarse y ha hecho del mal
agüero menú diario y estupidez desde que nace hasta que muere.
El arte quisquilloso de reírse de mil y un situaciones, pasa
por un examen jocoso, pleno en consideraciones-dardo para estúpidos o idiotas,
de esos que se han creído el cuento generoso que son “formadores de opinión” o
“líderes políticos”.
En buen romance ¿cómo metemos un precepto en la Carta Magna
que haga oficial el derecho a reírse que tienen todos los peruanos?
Más allá de leyes, es pertinente que nos demos nuestra
propia respuesta vigorosa, enérgica por un Perú libre, justo, digno y culto.
No olvidemos que muertos
son los que tienen muerta el alma …… y viven todavía.”