Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
19-8-2023
¡Que congresistas paguen por serlo!
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Pocas veces, casi nunca, se formula la pregunta: ¿viven los
congresistas del sueldo que les paga el pueblo? Si la política se aprecia por
los resultados, los desmadres, ridículos, mediocridades de que son autores los
legiferantes, en lugar de ser honrados mensualmente, lo apropiado debiera ser
que ellos paguen por serlo.
En el caso contemporáneo los desmanes, atropellos y
barbaridades en que han incurrido los legisladores no requiere de mayor
probanza. Todos los días hay noticias de líos gordos en que las estrellas son
los parlamentarios.
Desde hace muchas décadas, por no decir casi siempre, ha
existido una patota legisladora –de abuelos a nietos-, capaz de recibir un
emolumento pero vivir con los signos exteriores de riqueza de cuatro o cinco
sueldos. ¿Por qué?, es la interrogante.
Si los congresistas, ganan sin merecerlo, un monto
aproximado de US$ 10 mil mensuales que pagan por yerros vergonzosos, ridículos
diarios, incongruencias nefastas y de pasados aberrantes, entonces hasta un
sueldo mínimo resultaría excesivo para premiar la estulticia congénita de
muchos de los que hemos conocido como congresistas.
Los únicos que parecen no darse cuenta de la antipatía que
les guarda la sociedad civil, son los legisladores. Para el habitante común y
corriente el archiconocido tráfico de influencias es el deporte preferido que
practican o han hecho, decenas o cientos de legiferantes.
Citas con ministros, presión a titulares de entidades
públicas, gestiones diversas y variopintas a todo nivel y de cobertura
nacional, son parte del menú cotidiano en que se zambullen no pocos
parlamentarios. ¿Las leyes, sus proyectos, el respeto a electores, acaso
importan un bledo?
Este Congreso reputado como de los malos entre los peores de
las últimas dos décadas, tiene entre sus miembros a varios “mochasueldos”.
Ciertos congresistas obtuvieron, de las partidas para representación
o del sueldo de asesores y secretarias, el reparto de los peces y los panes,
aunque éste no fuera un acto de bondad en la materia que nos ocupa, sino de
delito puro. ¡Con un sueldo “ganaban” tres o cuatro ujieres! Y la inclusión de
queridas, queridos, amantes, primos y primas, tampoco ha resultado maña ajena a
la magia de estos individuos.
Aunque esta mala “tradición” no sea nueva u original, sí es
una fea mácula que se nota a leguas en un Congreso que, para buena parte de la
población, debía ser disuelto a latigazo limpio.
En lugar de producir con sus haberes mensuales, más forados
en el bolsillo popular, los legisladores debían pagar por serlo. Dirá alguien
que con eso se desalienta la participación política de postulantes. O que es un
disparate.
Parece ocioso pagar a quienes hacen mal su trabajo y
¡encima! ostentan honorabilidad cero y sí lucen desverguenza a raudales.
¿Es la empresa o institución pública, refugio de ganapanes,
fracasados o aventureros especializados en mamar de la cansada ubre del Estado?
Recuérdese: todo cuesta al pueblo en Plaza Bolívar, los legisladores,
secretarias, asesores, choferes, alimentación, protocolos, libros a imprimir de
ellos mismos. ¿A cambio de qué? La pregunta se responde sola: ¡de nada y de
deleznable calidad la mínima!
¿Por causa de qué las múltiples críticas, todas con razón y
peso demoledor, no hacen mella en los integrantes del Congreso? No hay peor
ciego que el que no quiere ver, reza el aforismo popular.
Algunos llegaron al Parlamento entendiéndolo como plataforma
para toda clase de negocios. Viven de la lotería que muchas veces son las obras
públicas y del lobby –cabildeo- que hacen y que les proporciona varias veces el
sueldo que mal ganan.
Muchas personas también piensan que hay que exigir a los
candidatos a parlamentarios diplomas, grados académicos y especializaciones
profesionales. Interesante idea.
No obstante tampoco hay que dejar de mencionar que muchos
hombres y mujeres atiborrados de esos lauros, figuran entre los principales
fautores de crímenes contra el Estado. Lo cierto es que ningún diploma
garantiza honestidad, maldad o ineficiencia.
El periodismo tiene el deber de informar y señalar defectos
y virtudes. Está en los integrantes de las instituciones del Estado, el hacer
las correcciones que garanticen que el dinero de los contribuyentes sea
empleado en organismos fieles a su mandato de servicio eficiente.
A modo de una reprimenda simbólica, los congresistas debían
pagar por serlo, con rendición de cuentas y juicio de residencia para quienes,
ganando una cantidad, ostenten propiedades, signos exteriores de riqueza, por
mucho más.