Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
5-5-2021
Doña Aureliana Buendía la mata-ministros
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Ignoraba yo que la meta o ambición de algunos funcionarios
públicos en este rincón del Señor que se llama Perú, consistía en el velorio y
luego sepultura de sus superiores. En este caso doña Aureliana Buendía, con
justicia llamada la mata-ministros, no pierde la ocasión para anunciar a los
cuatro o cinco vientos que ella baila sobre la osamenta de los finados
titulares de cartera.
En Perú llueve para arriba y el caos es parte de nuestra
vida cotidiana. Así, no extrañe que también tengamos un Macondo, localidad
colombiana, en que el genial Gabriel García Márquez nos contó de Cien
años de soledad con Aureliano Buendía y en la sabrosa narrativa de su
inigualable realismo mágico. Nuestra versión es femenina –o así dicen los bien
hablados- y como ya hemos narrado, eso de enterradora de ministros le encanta y
deleita con placer extremo. Y su boca lenguaraz lo comunica a todo aquél que
quiera –o tenga- que oírla.
A doña Aureliana Buendía la mata-ministros no se le pasa
una. Mandó colocar micrófonos en los sitios más recónditos. La paranoia de ser
escuchada en sus malos giros o rabietas abusivas con todos los empleados, la
tiene presa todo el tiempo. Si alguien exhibe el mal tino de plantar cara a sus
desmanes, apenas tiene el camino de irse a provincias o aguantarse los procesos
administrativos por ¡quítame estas pajas! Y luego ¡de patitas en la calle!
Con los proveedores todo es fiesta. No son pocos los
súbditos alegres que han visitado el viejo mundo y paseado, con los gastos
todos pagados, lugares que, de no contar con el asentimiento autoritario de
doña Aureliana Buendía la mata-ministros, todo no pasaría de un sueño
inalcanzable. Sin embargo, no pocos se preguntan ¿cómo puede aguantarse que las
empresas foráneas paguen los gastos de funcionarios que también cobran al
Estado? Los resoplidos de doña Aureliana se sienten hasta en el aire.
Meses atrás un bailongo de padre y señor mío convocado por
doña Aureliana Buendía la mata-ministros, nominó a los escogidos, unos cuantos.
El resto, mayoría aplastante pero sometida a su férula, oyó CDs o radio por
internet y bailó por su cuenta sin traje de luces, cena de lujo y ¡ni qué decir
de brindis fino! Que vanidosa es aquella con sus numerosas cirugías porque se
reputa como la “señora de las cinco décadas” que canta el guatemalteco Arjona.
Doña Aureliana Buendía la mata-ministros, trajo desde hace
más de 4 ó 5 años a muchos amigotes (¡hasta octogenarios!) con los que departió
y trabajó en otras dependencias del Estado. Y aunque eso parezca una bobería,
era condición fundamental para llegar a nuevos puestos: cabeza gacha, silencio
profundo y una sola palabra en el diccionario de mando: SÍ. Esos ganan bien y forman parte del mundillo privilegiado, con
permisos, viajes, licencias. El resto o acata o le aguarda un puntapié
definitorio y ¡a patear latas!
En este Macondo que protagoniza doña Aureliana Buendía la
mata-ministros, ha tejido una urdimbre que no descuida nada y hace lo imposible
porque su reino de terror y represión aplaste cualquier signo o señal
insurgente. Esta esclavitud moderna ha visto la aparición de sindicatos
paralelos, dirigentes fantasmas, gerentes con cargos con dedicatoria y fórmulas
indignas de cómo hacer negociados aquí y acullá.
Pedimos perdón a Gabo por apropiarnos de Macondo y su
personaje, pero aquí en versión dictatorial femenina. Pero doña Aureliana
Buendía la mata-ministros es genuinamente un ser grotesco y ruin. De esos
especímenes que deben ser pulverizados de la burocracia nacional porque lejos
de construir, destruye; en vez de brindar solidaridad y eficiencia, inocula
intriga y odio, sin los cuales su reino anti-ético se vendría al suelo.
Como es de uso en
estas historias de ficción, cualquier parecido o similitud con algún personaje
de la vida real, es pura y absoluta coincidencia.