Wednesday, December 07, 2022

La pobreza en el mundo

 


La pobreza en el mundo

por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com

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7-12-2022

 

Nadie puede ver su figura, su semblante ni su rostro. Nadie logra escuchar sus voces, sus gritos, ni siquiera sus pasos. Es una silenciosa e invisible enemiga que estruja a la humanidad. Es una temible adversaria que no sabe de asuetos, treguas, ni armisticios. No respeta los días de fiesta, las noches buenas, ni las pascuas. No escucha ruegos, súplicas, ni ayes. Sólo se advierte por el conmovedor semblante de sus propias víctimas que van quedando reducidas en esperpénticos seres convertidos en hilachas humanas, envueltos en harapos marchando hacia la nada.

 

Esta batalla que va perdiendo la humanidad, es la batalla más difícil de todas las batallas. Es una lucha contra un adversario sin rostro. Es un combate contra un enemigo cotidiano, ubicuo, despiadado y letal. Y, es una guerra sin reglas, sin límite y sin intervalos.

 

Ya no quedan ideas para repeler sus ataques. Tampoco ya quedan recursos para la defensa, ni ánimo para la tenacidad. Todas las humanas trincheras de resistencia, están cayendo bajo el dominio de esta infame enemiga: la pobreza, esa cruel y cotidiana adversaria que nos amenaza con su aliento de inanición.

 

Admitamos con serena hidalguía. La especie más depredadora y arrogante de la Tierra, está perdiendo la más importante y decisiva batalla de la historia. Las grandes fórmulas de los “demócratas”, ni las geniales ideas de los dictadores, han dado resultados. Sus altisonantes cumbres y sus ostentosas declaraciones, sólo van quedando en ese inútil rimero de papeles inservibles.

 

Mientras tanto, en las megalópolis del planeta, esta letal “bomba de neutrones”, va arrasando con cientos y miles de vidas humanas.

 

Desde el oriente y el occidente, se escuchan cual lánguidos ecos en el desierto, los lastimeros ayes de legiones de famélicos. Desde Africa y América, se oyen conmovedores quejidos de tosigosos harapientos sin futuro. Encorvados y ojerudos seres se entrecruzan en el mundo, sin la esperanza de tierras prometidas: hombres sin la divina alegría de los manás, mujeres sin el piadoso milagro de sus proclamados dioses.

 

Los teómanos gobernantes al servicio del gran mercado que carecen de políticas demográficas y planes poblacionales, no hacen sino, discursear naderías e implementar inutilidades. Sus desatinadas decisiones y sus desacertados dictámenes, sólo contribuyen a generar mendigos y a multiplicar famélicos. Entre tanto, la pobreza ruge, aúlla y amplía su dominio casi en todos los países.

 

No existen leyes que puedan suprimir el hambre, ni decretos que puedan llenar los estómagos vacíos, tampoco, normas que puedan cubrir la desnudez de millones de indigentes.

 

Precisamente por eso, la humanidad está perdiendo la batalla. Sus clases dirigentes ya no tienen ideas dignas de esperanza, ni decisiones que conlleven a lograr la gran proeza de derrotar a esta invisible enemiga que con infinita impunidad se pasea por todos los confines del mundo.

 

El género humano ha renunciado a su sagrado deber de pensar. Por eso, está perdiendo esta batalla. Esta lucha la está perdiendo, porque ha desistido pensar por él mismo. Los engañosos encantos de la fría, insensible y deshumanizadora tecnocracia, lo ha distraído. Y ahora, está a punto de terminar como cómplice y víctima de su propio fracaso.

 

Pues, por desviarse del itinerario que conduce a la civilización, está cercado, asediado e inerme, luchando en la cornisa del abismo. Y, por confundir el propósito de la vida, está condenado a soportar eternamente el peso de su propio calvario.

 

El hombre que apenas piensa en su deglutidor estómago y que con dificultad balbucea el idioma, ignora que todo lo que divierte a los ojos y todo lo que distrae a los oídos, no son sino, meros medios que entretienen la atención, paralizan la mente y generan miseria, pero que poco o nada ayudan a escapar de las garras de la pobreza, de esa inefable enemiga a la que sólo se puede derrotar con el supremo poder del pensamiento.

 

De modo que, entendámoslo de una vez por siempre. La pobreza está en nuestras cabezas, se cobija en nuestras mentes, camina con nosotros, germina en nuestra somnolencia, se alimenta de nuestra ignorancia, y se multiplica al placer de nuestro instinto, por eso, no podemos derrotarla.

 

Pues, mientras nuestros sinuosos e ignaros gobernantes sigan viendo la “política demográfica” como políticamente incorrecto, en tanto, nuestro crecimiento económico continúe siendo inferior a nuestra tasa de natalidad, jamás podremos derrotar la pobreza, jamás...