Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
26-6-2008
La estupidización de las masas*
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La crónica diaria da
cuenta de un ciudadano muerto a balazos en un enfrentamiento en la zona norte
de Lima. ¿Cayó aquél en una marcha en protesta por el obsequio cotidiano que
hacen malos gobiernos de su patrimonio o riquezas naturales? ¡No, de ninguna
manera! El asunto pasa por un palurdísimo enfrentamiento de bandas o hinchas de
dos equipos de fútbol locales que, como en el Chicago de los 20, sorteaban sus
diferencias ¡a balazo limpio! La estupidización de las masas es todo lo
contrario a su rebelión, aquella que Ortega y Gasset, describió en un libro
sobresaliente. El opio ese que es el balompié, en un país que NO tiene
tradición en ese deporte y sólo derrotas por goleadas humillantes, y que sólo enriquece
a bandas de gángsteres de cuello y corbata, ha registrado un pico más de su
tenebrosa presencia letal.
El terrorismo violentista
cerró, desde años atrás, el círculo de mudez y silencio en las masas
aterrorizadas por muertes subitáneas, explosiones por doquier, crímenes
insólitos, víctimas de todo jaez, hombres, mujeres, niños y hasta mascotas.
Nadie se llama a sorpresa con estos accidentes que aniquilan personas en nombre
de simpatías a equipos de fútbol cuyo nivel es casi de letrina. Mientras que todos
los países latinoamericanos evolucionaron alimentando mejor a sus jugadores,
proveyéndoles de experiencia y severo entrenamiento, aquí se consiguió la
involución absoluta pero sí, maldito sí, el enriquecimiento de decenas de
forajidos a quienes ni el más violento sismo puede mover de sus tronos
dolarizados.
¿Cómo puede aceptar el
país que unos adolescentes usen armas de fuego, anden por las calles
esparciendo el terror que sus artefactos dan y ejerciendo el insano propósito
de buscar víctimas a quienes donarles sus balas? Ayer fue un muerto y siete
heridos. ¿Fue real la no intervención policial? ¿para qué sirve, entonces, un
cuerpo auxiliar que debería tener una identificación, en su lucha contra el
hampa, íntima con la población? Esto hay que averiguarlo y castigarlo
severamente.
Una pregunta sencilla:
¿cuántas instituciones se preocupan de este fenómeno urbano que cobra vidas a cada
rato? De repente, como las organizaciones de nuevos gángsteres y sus gerencias,
sólo se ocupan de temas rentables y que dan dólares o euros, vía tallercitos,
fórums y folletería mal hecha, este acápite de que son protagonistas elementos
del más bajo nivel, no es interesante y tampoco da recursos, por tanto es
deleznable. ¡Y que sigan las balaceras! Hasta que uno de estos plomos nos
acerque trágicamente a los sucesos. Tan ocupados están de dar explicaciones y
análisis a mil otras cosas, que si los del bajo pueblo se trenzan con revólveres
o pistolas, no es un capítulo que pueda conmoverles porque NO trae dinero
fresco y a la mano.
En los años 30, el país
entero remecía en sus calles y plazas el enfrentamiento de grupos sociales que
tenían por banderas el antimperialismo, la nacionalización de tierras e
industrias, la protección de los recursos patrios, el nacionalismo como bandera
de insurrección perenne y no pocas veces las colisiones fueron violentas, parte
de esa violencia institucional en que vive Perú desde el mismísimo 1821 con la
independencia de los hijos de los españoles que dejó en su sempiterna
esclavitud a vastos sectores mayoritarios del Perú genuino. Acaso, aquello
tenía licencia por la justicia de sus ambiciones. ¿Puédese decir eso de lo
ocurrido ayer entre bandas de delincuentes que otra cosa no son?
La estupidización de las
masas tiene formas y variantes, se usa siempre a través de los miedos de
comunicación que obedecen sólo lo que las empresas pagan, normalmente para
obtener silencio acrítico, mudez cómplice, aborregamiento masivo e idiotez
sempiterna.
¿Hasta cuándo el silencio
generalizado? ¡Y absolutamente vergonzoso!
¡Atentos a la historia,
las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame
y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará
al Perú!
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*Publicado originalmente en la Red
Voltaire el 26-6-2008 http://www.voltairenet.org/article166034.html