Avatares de un refugiado africano en Madrid
por Zully Pinchi Ramírez; zullyarlene39@hotmail.com
21-6-2019
Madrid es una ciudad muy hermosa, amplia, diversa, colorida,
libre, infinita, amigable, gentil, secreta, fantástica, emocionante, generosa,
solidaria y extensa. Sin embargo no todo es armonía y felicidad si intentas
buscarlo en un cementerio.
Es el caso de un joven africano refugiado que vive detrás de
la Almudena, a quien hemos bautizado con el nombre de Musha, debe estar entre
los 25 y 30 años, se le ve famélico y con el cabello hirsuto, con la mirada
perdida.
Vive solo en un laberinto oscuro y sucio de apenas un par de
metros de ancho, un ambiente hostil le
sirve de habitación, de lugar para vivir, estar, dormir. El cigarrillo y el
alcohol se han convertido en su dieta diaria para no pensar de repente en su
familia, en su madre, en algún amor que pudo tener alguna vez.
En conjunto vive con sus enredos mentales, con sus penas
insufribles y con el círculo mortal de exponer su vida a enfermedades y que
nadie opte por sacarlo del basurero en el que se ha sumergido, desordenado en
sus intentos de escape, sin que nadie lo pueda salvar ni liberar.
Musha sonríe siempre y te recibe con cordialidad en su
pequeño espacio que cada vez más hiede a descompuesto.
Me he preguntado varias veces ¿por qué no podemos tener
mayor empatía y solidaridad con casos como estos? ¿qué es lo que vamos buscando
por la vida? ¿un techo y un futuro solo para nosotros y nuestros familiares sin
detenernos a pensar en los que no tienen la misma suerte?
Llevamos meses apoyando al africano que, suponemos, es
refugiado por no tener papeles que lo identifiquen y él no recuerda su nombre.
Imaginamos que llegó a España a trabajar para ayudar a sus hermanos menores o
que se casó siendo muy joven y que tiene un par de niños que esperan por su
padre. No sabemos cuál sea la verdad de los eventos que le hayan ocurrido, pero
lo que sí es real es que vive en Madrid, como un animalito abandonado.
Una carta enviada de Solidarios ABC al ayuntamiento de
Madrid a inicios del 2018, a la ex alcaldesa, Manuela Carmena, explicando
nuestro testimonio y trabajo con Musha, logró que enviaran a inspeccionar al
cementerio de la Almudena y al ver la situación en la que vivía el joven
decidieron apoyar ejecutando la gestión vigilante de dos valiosos colaboradores
de Samur Social: Juan y Eva, que ha sido muy notable pero no se ha podido
llegar al propósito final que anhelamos: un hogar, un trabajo y tratamiento
médico para que pueda reinsertarse en la sociedad madrileña.
Los altos índices de exclusión social y de pobreza se van
acrecentando cada vez más en el país ibérico y existen muchos desempleados, otros
en vías de perder sus trabajos, quedar en el paro y de esa forma quedar sin
viviendas.
Invadir y convertirse en los llamados “ocupas” o homeless,
que no tienen dónde vivir, son verdades paralelas y las otras caras de las
monedas, de una ciudad imponente que
lamentablemente tiene un lado oculto.
Casos verídicos que se parecen mucho al del refugiado Musha,
exceptuando que él ha perdido la razón y sus facultades mentales y por más que
intentamos no logramos llamar la atención de las autoridades españolas.
La meta es que no olviden que un ciudadano es una persona,
una vida y el Estado es como un padre y debe portarse como tal y no como un mal
padrastro.
Apelamos a que el presidente Pedro Sánchez y el flamante
alcalde, José Luis Martínez Almeida, puedan tener nuevas políticas para casos
de emergencia como el de nuestro buen amigo Musha.
Situaciones extremas deben ser vistas por instancias legales
inmediatas que permitan que un juez pueda dar resolución para que Musha pueda
ingresar a un centro de salud mental ya que las leyes exigen el consentimiento
expreso, pero en situaciones de algún tipo de demencia le corresponde a las
autoridades ediles, judiciales y estatales actuar ipso facto.