Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
23-1-2023
Infame homonimia que dura ¡30 años!
https://senaldealerta.pe/pol%C3%ADtica/infame-homonimia-que-dura-%C2%A130-a%C3%B1os
Junio de 1993, Jaime Romero Vásquez, artista visual,
pintor, profesor de la PUCP, sufrió una detención arbitraria y purgó prisión en
la carceleta del Poder Judicial, siendo completa y absolutamente inocente.
Tenía entonces 33 años, y como él mismo dice: “estaba en la edad de Cristo y me
tocó vivir un verdadero calvario a causa de autoridades incompetentes de la
Policía Nacional y de la administración de justicia”.
Han transcurrido tres décadas y hasta ahora ninguna
autoridad del Estado peruano le ha dado una disculpa pública por habérsele
conculcado su derecho humano a la libertad de tránsito, a la dignidad como
persona, al buen nombre, la reputación y el honor. Este es un tema que atañe
hoy al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (Código 224719, 13-9-2021).
Además, sobre el fondo de este caso, consultado primero a
la Dirección General de Derechos Humanos del Minjusdh por la familia del
artista Jaime Romero, la Defensoría del Pueblo tampoco se ha pronunciado pese a
ser un suceso de público conocimiento.
Este es un tema de injusticia y de irresponsabilidad del
Estado que debería ser conocido por el Registro Único de Víctimas y resuelto
por el Consejo de Reparaciones.
Así sucedió. Jaime Romero y su madre, entonces 62 años de
edad, actualmente tiene 91, retornaba la primera semana de junio de 1993 de Ancash,
a donde viajaron por turismo y con el objetivo de pintar paisajes de Cabana,
entre otros parajes ancashinos; pero a su retorno, ingresando a Lima por la
garita de Ancón, el bus interprovincial fue detenido por la Policía y subió un
grupo de agentes a pedir documentos.
Eran tiempos del terrorismo y el principal pretexto para
detener a las unidades vehiculares y requisar a sus pasajeros era la denominada
lucha antisubversiva. Para mala suerte del joven profesor Jaime Romero, le tocó
un fornido policía con obtuso criterio que al ver que pertenecía a una
universidad, que llevaba barba y que venía de los andes de Ancash, lo bajó del
ómnibus y lo condujo dentro de la garita de Ancón, poniendo su “libreta
electoral” en el sistema, y sin más ni más le dijo: “usted queda detenido”.
Esto llenó de sorpresa al conductor del vehículo y los
demás pasajeros, entre ellos a la madre del artista, produciéndose una escena
dramática y dolorosa, porque nadie debe ser privado de su libertad
arbitrariamente. La señora adulta mayor no solo perdió el bus al decidir
quedarse al lado de su hijo, sino que también fue maltratada, primero, al no
dársele una razón por la detención, y, segundo, porque los policías especularon
frente a los demás pasajeros que la detención era por terrorismo, lo cual
agravaba el impacto emocional del detenido y de su progenitora.
Era un día viernes de junio de 1993, fecha difícil para
pedir la asistencia de un abogado y peor para hacer algún trámite en el Poder
Judicial pues los días subsiguientes, sábado y domingo, esa instancia del
Estado no atendía ni atiende actualmente. El ciudadano intervenido fue
conducido a una reducida celda de dicha garita, encerrado por más de nueve
horas sin agua ni alimentos. Por la noche, a eso de las 23 horas llegó un
vehículo de la Policía Judicial para conducirlo a la carceleta de Lima, ubicada
en los sótanos del Palacio de Justicia.
En ese momento su madre quedó sola en Ancón y por sus
propios medios tuvo que venir a Lima para alertar a sus familiares sobre un
hecho que en un inicio -para ella- podía tratarse una confusión y que se
aclararía en cualquier momento.
El abuso pasó de castaño a oscuro: su hijo permanecería
detenido porque su nombre, Jaime Romero Vásquez, aparecía como requisitoriado
en las computadoras de la Policía y del Poder Judicial. A eso de la 1 de la
madrugada el artista Jaime Romero ingresó a la carceleta y fue puesto junto a
avezados delincuentes.
Esa pesadilla perduró por siete días, en medio de escenas
cinematográficas, pues antes de ser conducido al penal de San Jorge, su abogado
y familia tuvieron que dar con un homónimo veinte años mayor que él, de
estatura baja y distinto color de piel.
Es decir, en el Estado peruano había que poner físicamente
a los dos “Jaime Romero Vásquez” frente a la jueza para que recién se le diera
libertad a un artista inocente que ha representado al Perú en eventos
internacionales, que tiene el “Premio Medalla de Oro del BCR”, que también
recibió el “Primer Premio de Pintura Adolfo Winternitz” y el “Premio de la
Crítica Paul Grintsein Colbaux”, entre otras distinciones.
¿No es
hora del Estado de poner fin a esta infamia disfrazada de acción legal?