Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
29-10-2023
LAS
Gracias a la elefantiásica torpeza del régimen edil del señor
Rafael López Aliaga, el recuerdo del maestro Luis Alberto Sánchez, LAS, volvió
al centro de la polémica. Felizmente la ordenanza bestial que trocaba el nombre
de un área pública por el de Luis Castañeda Lossio, fue anulada. Con más pena y
ridículo, que gloria.
Hay hombres y mujeres que, con sus virtudes, inteligencias,
talentos y yerros humanos, dejan de ser de una parroquia para transformarse en
símbolos o potentes imágenes para todos los peruanos. Es el caso notable de
Luis Alberto Sánchez, LAS, autor de más de 100 libros, orador, académico,
político, parlamentario (constituyente, diputado, senador), ex rector de San
Marcos y otros lauros.
La inquina para con quien tiene ya lustros de morar en el
perenne recuerdo fraterno, es muestra de cicatería a secas.
Escribió Andrés Townsend Ezcurra en el artículo, Luis
Alberto Sánchez: maestro y líder (p. 248, 50 años de aprismo, Imp. DESA, Lima
1989):
“No hay en el Perú caso semejante de un autor que publicó su
primer libro sobre los Poetas de la Colonia y de la Conquista por los años
1918-19. Ni tratadista que escribiera una Literatura Peruana tan rica y tan
sugestiva al mediar los años veinte, continuada luego con amplitud
enciclopédica. Ni polemista que debatiera con Mariátegui sobre indigenismo en
1928. Ni biógrafo que escribiera un libro como Don Manuel en 1930 u otro como
Haya de la Torre o el Político, en 1934, o sobre Valdelomar en 1969. Ni
memorialista que recordara sus vivaces recuerdos de ochenta años. Ni maestro
que escribiera sus historias de América, generales o particularizadas; ni
reformista universitario que escribiera, honda y copiosamente sobre este
movimiento latinoamericano; ni compilador crítico que revelara a González Prada
en su integridad. Ni……. la enumeración lleva el riesgo patente de quedarse
corta”.
Fui a ver, mejor dicho a escuchar al maestro LAS en su
estudio en el edificio Jesús María de la calle Moquegua en el centro de Lima, y
fue siempre grato escuchar su voz profunda y anécdotas, filón que manejaba como
soporte de sus relatos. Preguntaba siempre “¿leíste Cuaderno de Bitácora?” (su
columna periodística en varios medios) y sabía la respuesta, a veces negativa.
Una de mis visitas coincidió con la aparición de su libro
Visto y vivido en Chile, cuyos paquetes albergaba –una parte, al menos- en la
oficina antedicha. Como me puse a preguntar, en un arranque (luego me enteré
que eso era inusual), el maestro LAS tomó un libro, lo autografió y me lo
extendió como regalo.
Hice más visitas pero no encontré más coincidencias con
otros libros. Referí la ocurrencia a don Andrés Townsend quien reía a
carcajadas porque LAS le había confesado su “momento de debilidad ante un
muchacho muy preguntón”.
Volvamos al relato de don Andrés.
“Encuentro en este tardío acceso de Luis Alberto a los símbolos
del poder, una imagen emocionante del destino de una generación que lo tuvo
entre sus más caracterizados gonfaloneros. Se trata de la que alguien llamó “la
generación vetada”. La formada por hombres que nacieron los primeros años del
siglo, que integraron la promoción del Centenario, la que desencadenó la
reforma universitaria y aquella que tomó contacto con la vanguardia obrera, las
Universidades Populares, la que desafió con aire beligerante a sus predecesores
y maestros del galano modernismo, la que tuvo a Víctor Raúl Haya de la Torre y
a José Carlos Mariátegui como conductores ideológicos y contrapuestos…” (ob
cit. p. 250)
En enero de 1994, el maestro LAS, con la colaboración de
Hugo Vallenas, publicó Sobre la herencia de Haya de la Torre y del que extraigo
estas citas:
“Este tercer libro constituye tal vez mi última contribución
al examen de la vida política y social del Perú y del lugar que en ella cabe al
pensamiento y la vida de Haya de la Torre. Se debe a que, apenas muerto el
fundador del aprismo, surgieron equívocas interpretaciones dirigidas a negociar
su herencia ideológica. Se intentó condenar o a exaltar arbitrariamente tal o
cual parte de su magisterio y de su obra escrita, como si se tratara de
personalidades y acciones diferentes y hasta opuestas”. (p. 11)
“Este “dogma” de la moral aprista no sólo era expuesto por
Haya en sus discursos y coloquios. También está escrito en la sétima de las
Cartas a los prisioneros apristas recopiladas por Carlos Manuel Cox en 1946.
Allí, Haya señala con su usual claridad que “el aprismo es una obra de
apostolado, de educación, de ejemplo y de energía”. Y añade que “el aprismo
necesita de muchos hombres fuertes, libres de vicios, libres de ignorancia,
libres de egoísmos, que se concentren totalmente a la obra de redimir y de salvar
a sus hermanos”. (OC, t. VII, p. 241)”.
¿Seguirán el consejo de Haya, que recuerda LAS, en uno de
sus últimos libros, los aludidos de hoy?