Friday, December 29, 2006

¡Las leyes inscritas!

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
27-12-2000*

¡Las leyes inscritas!

Pocos días atrás tuve la suerte de escuchar al economista Alfonso
López Chau disertar sobre política, economía y ética y una de sus
sentencias me quedó grabada por la fuerza de su contenido: son las
leyes inscritas en el alma del pueblo las que deben predominar sobre
las leyes escritas y compiladas en gruesos tomos. En buen romance,
cuando el pueblo soberano decide votar con los pies y sale a las
calles y plazas a ejercer su derecho inalienable de botar a los
tiranos, pone en práctica todas las leyes y códices inscritos en su
alma libérrima. Y si así se hizo con el delincuente Fujimori, también
podría repetirse la experiencia si, infortunio típico de nuestras
sociedades latinas, el
gobierno transitorio no es capaz de limpiar la casa de los bichos y
bandidos que aún se pasean como Pedro en su casa por toda la
administración estatal.

Sostuvo López Chau que la política peruana requería de un saneamiento
o profilaxia integral y hasta radical. Indicó que las gavillas habían
generado el derrumbe de los partidos políticos al privilegiar los
apetitos de capilla y no los grandes derroteros constructores de
países como el Perú que es lo que llaman los sociólogos una nación en
formación y que era tarea primordial reconstruir la democracia a
través, precisamente, de los partidos, con liderazgos jóvenes,
claridad de metas y planteamientos, profundo amor a una causa de
justicia y convicción absoluta que sí se puede hacer patria sin robar
ni creer que el Estado es una ubre para amigos o patoteros.

Encuentro, pues, en los sucintos párrafos anteriores que pretenden
reflejar lo que a mi juicio fue una formidable oración académica y
política, verdades -como las llamaba Luis Heysen- de a puño. Hay que
rehacer los partidos políticos, que son y deben serlo, canteras de
líderes democráticos, honrados, ejemplares, misioneros. Creo
importante
recordar que sí hemos tenido políticos honestos, uno de ellos, creador
de lo que antaño fue un gran partido, Víctor Raúl Haya de la Torre,
murió en casa prestada y cuando fue presidente de la Asamblea
Constituyente de 1978, cobraba S/. 1.00 cada 30 días. Hoy los idiotas
que están en el Congreso fraudulento, se refocilan en los US$ 10,000
que
les regala el país por estar sentados. Los adalides sociales no deben
ser presupuestívoros y pillos, tienen que entender que la política es
servicio cívico para el país y no una forma de estafar al Estado o de
hacerse ricos en corto tiempo.

El fujimorismo delincuencial ha dado el ejemplo del no ejemplo. Todos
los ladrones que han pasado por la cosa pública se enriquecieron a
costa de licitaciones irregulares, contratos mañosos, comisiones por
debajo de la mesa, robando a diestra y siniestra. ¿Alguien se ha
preguntado de qué vive el nipón cobarde Fujimori? ¿Por causa de qué se
persigue a Montesinos? ¿Por buena gente? NO, simple y llanamente por
ladrón. Estos
cacos son los que nos gobernaron y asustaron durante 10 años.

La ley inscrita en el alma de los peruanos demanda que a estas ratas
hay que ponerlas en su lugar de privilegio que es la cárcel. Por
ejemplo, el fujimorista Barbarán Tullier agredió al joven Pedro Ríos
dirigente del Frente Patriótico de Loreto con una barra metálica en
Iquitos y todo porque este tipo está protegido por un prefecto
fujimorista, por el general Herrera Rubianes y por los fiscales
puestos nada menos que por la corrupta Blanca Nélida Colán, hecho que
ha generado una seria denuncia pública del FPL y firmada por su
presidente Luis Armando Lozano Lozano. ¿Qué espera el gobierno para
cambiar a estas autoridades corruptas?

La ley inscrita en el alma popular proclama su asco contra los
parlamentarios fujimoristas que "presiden" algunas comisiones del
Congreso. Verbi gracia: el idiota de Marcenaro, el fifí anticholo y
sodalicio de Tudela, ambos gonfaloneros inmorales de un régimen
hamponesco como fuera el de Fujimori. Pero las leyes escritas no dicen
nada. Es decir, hay que pensar en cómo prevenir estos contrasentidos.

La ley inscrita en el alma del pueblo desearía que a todos los
corruptos se les pusiera un sombrerito con orejas de rata y una F en
el frontis para identificarlos por las calles y cuyo uso debiera ser
obligatorio como medida disciplinaria y de castigo contra estos
inmorales. Y este tema debiera ser también una motivación y un acicate
en la lucha por la ética como norma de comportamiento cívico.

Hay casos que conmueven: hoy se discute el retorno al país de Alan
García Pérez, pero éste es un personaje sobre el que hay sospechas
mayúsculas de conducta deshonesta. ¡Qué verguenza! Un ex-presidente de
origen democrático pero de inconductas hasta hoy nunca esclarecidas.
La ley inscrita en el alma popular demanda que se lapide a quienes
traicionan el mandato inhabilitándolos de por vida para la cosa
pública. ¡Nunca más debían ser permitidos de postular o aspirar a
cargos públicos!

Tenemos en el Perú que aprender a refundar nuestro país, con
honestidad, con amor por la justicia y odio profundo contra los cacos
y saqueadores profesionales. ¡Hermanos: hay muchísimo que hacer!

*Liberación, Lima-Perú, dirigido entonces por César Hildebrandt.