Informe
Herbert Mujica Rojas-Señal de Alerta
11-3-2023
¡Carnaval de premios cómplices!
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No tenía, ni 10 días en el
cargo de alcalde, el señor Rafael López Aliaga y ya anunciaba en enero un
premio llamado “Medalla de Lima” a la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides.
Y, en efecto, la situación
de pronunciado tinte compadrero, fue graficado por el titular de Diario Uno en
primera plana, hace tres días:
Fiscal de la Nación agasajada por investigado por lavado de
activos
Como en el dicho: la
sartén le dice a la olla, no me tiznes.
La huachafería, ese mal
peruano inscrito en nuestro fallido ADN, presume de fineza y elegancia cuando
se trata más bien de una palurda comedia de baja estofa.
López Aliaga, notable por
no pagar los más de S/ 30 millones que debe a la Sunat, y la señora Benavides
tienen en común haber sido puntales feroces contra el ex presidente Castillo.
Al lado de más de 70 legisladores, ostentan el único mérito de haber sido
eficientes promotores de la ponzoña letal y la vacancia.
Cuando se trata de
premios, reconocimientos o distinciones con medallas, diplomas, menciones
honrosas, placas y demás adminículos, no hay timidez que valga y no pocas veces
los que van a ser condecorados ¡pagan el convite, la eventual orquesta y el
plato de ocasión!
¡Cuántos ídolos de barro,
tigres de papel, idiotas puros, se han pasado la vida mostrando sus preseas,
diplomas, menciones honrosas, doctorados honoris causa que no alcanzan a
disimular su sub-inteligencia mínima y egocentrismo gigante!
Por años de años,
intelectuales de quiosco e ideólogos de ONG, enriquecieron sus hojas de vida
con esta clase de auto-bombo y que lo diga sino el mudo testimonio de cuadros
en las paredes o preseas en los escritorios. Vanidad, monda y lironda.
Esa frivolidad obscena de
estar premiando a los amigotes no hace sino repetir lugares comunes de la más
ridícula e inaceptable camandulería hipócrita.
La narrativa ultra
conservadora ha copiado el procedimiento y vía el mismo, pretende edulcorar el
trago amargo que la ciudadanía contempla, cuando verifica que sus tributos
sirven para la soberbia de no pocos pobres diablos.
Es posible atisbar que los
vicios y taras de que padece el Perú no son privativos de un sector político en
singular. ¡Todos son parte en el banquete y la torta se reparte con deleite
entre sus socios gestores!
He visto cómo, por el
enfermizo afán de figurar en algo, se inventaban menciones acompañadas de
figuritas metálicas llamadas medallas y poco importaba la frivolidad del asunto,
en la sociedad peruana es imprescindible lucir las preseas.
La premiaduría de
amigotes, no sólo ridiculiza la meritocracia, la convierte en cero y agrede a
quienes no son partidarios de
posturas conservadoras, defensoras del status quo, de los altos sueldos, de las
comodidades oficinescas y del auto-bombo mediático que llega fácil porque para
eso sí hay dólares, redobles y adulones dispuestos a hacer méritos.
El mundo plástico,
artificial, bobo, de honores y celebraciones, tan falsas como los inexistentes
méritos de los agasajados, es puro paliativo.
La sociedad tiene que
exigir que los sospechosos de malos manejos y que lucen signos exteriores de
riqueza o complicidades en delitos enormes o silencios muy bien pagados, sean
exhaustivamente investigados.
Y ¡a la cárcel todo
Cristo! recordaba Ricardo Palma cuando a un virrey lo metieron a chirona por
andar de perseguidor de féminas por las noches.
La democracia de juguete
peruana tiene sus morisquetas aparentadoras. Es como para decir que algo se
está haciendo y acometiendo.
La realidad, que es más dura
que cualquier morisqueta pseudo-intelectual o “sociológica”, nos dice que el
pobre ciudadano, común y corriente, está menos defendido que antes y más sólo
en la consuetudinaria orfandad tradicional.
Urgente aprender a
desconfiar de esos premios que se otorgan a la carta y que son falsos
“reconocientos” y más bien fraudes muy bien montados.
La Fiscal de la Nación
tiene sobre sí investigaciones. Y su premiador, el alcalde López Aliaga debe
más de S/ 30 millones a la Sunat. ¿Cómo puede permitirse el sainete?
En el Perú disfrazamos
todo con edificios huecos de palabrería robusta.
Tomar a lo serio cosas del
Perú, esto no es república, es mojiganga, advirtió González Prada.