Perú 2016: ¿fin de la
democracia mentirosa?
por
Julio Alba Bravo; julioalbabravo@yahoo.es
24-2-2016
Asistimos a la representación teatral de pésimo gusto que la ley obliga
a soportar cada quinquenio; la informalidad electoral debe cumplir su hipócrita
papel.
En el 2016 el “sistema” linda con lo insoportable. La lógica es
vapuleada; el sentido común ausente. Lideran
las preferencias quienes deberían estar en el fondo. Nuestros candidatos son
epidérmicos, simplones, diletantes, actores callejeros. Vibran con encuestas
realizadas por badulaques que manipulan la
“inteligencia peruana”.
Avistemos a los actores de la farsa: una señora de educación
desaprovechada y con misterioso financiamiento. Su triunfo abriría la rendija para el retorno del
terror. El resentimiento senderista tomaría vengativa forma ante la incapacidad
de contener el desorden social. También significaría hundir en tierra fértil la semilla del
chavismo.
Un ventral señor que nos enseña la ruta desde un caspiento saco
azul marino hasta una elegante tenida. Nos muestra cómo poner pies a la plata
para que llegue sola. Todo ello con provocadora ostentación de una impunidad de
24 quilates.
Un copión compulsivo que edifica imperios sin poder estructurar conceptos
primarios. Exhibe lustrosos doctorados cuya
legitimidad tiene que deslindar con universidades sonrojadas.
Un señor de avanzada edad que reclama agua para los pobres, a
pesar de que abandonó el servicio ciudadano para ejercer, toda su vida, un lobysmo
de sospechosa condición.
Un candidato con pretensiones de líder de Podemos. Se promociona
como eficaz planificador, pero no puede conducir eficientemente una asamblea para
ajustarse a ley. De Ripley.
Un heredero de Belaunde que podría ejercer de mal menor. Pero es misio, y como es un peligro para
los intereses gasíferos, aefeperos y bancarios, difícil que despegue.
Un gordito que proclama orden (ojalá empiece por su orden mental).
Un socorrido ex primer ministro. Uno que carajea. Intervienen para que sus
sonrisas adornen las calles. Candidatos al fín,
pero al sillón del psiquiatra donde aprenderán cálculo de proporciones y
de probabilidades.
Veamos porqué las cosas no mejorarán. Revisemos las herramientas
del próximo mandatario:
un Poder Ejecutivo ineficiente y corrupto con 5,000 patas del presidente,
que reciben su confianza a cambio de sumisión y silencio. El Estado en manos de
bandas disfrazadas de servicio público.
Un Congreso de pacotilla que no resistiría un sincero análisis costo/beneficio.
Supuesta división de poderes y real multiplicación de bolsillos llenos; democracia
representativa de chiste que dispone de mil recursos para engreír al
analfabetismo funcional orellanesco.
“Simonía judicial”, favores, inequidades, privilegios, recursos de
amparo providenciales, hábeas corpus oportunos, debidos procesos alcahueteros. Quevedo,
acaso visionario peruanista, precisó: “Y pues él vence recatos, y ablanda al
juez más severo, poderoso caballero es don dinero”.
Un modelo productivo delincuencial. Nunca convenceremos al que
envenena ríos, al maderero que roba oxígeno, al pescador de peces chiquitos, a
la combi anti reforma, a los que cambian playas por restaurantes de ricos. Los
negocios solo se dinamizan quebrando la ley. El PBI es el “Producto Bestia
Interno”. Su crecimiento depende de cuánto se lesiona la legalidad.
La economía no es chicha, es africana. Es negra, alegre y casi sin
reglas.
Preguntémonos ahora qué podría pasar cuando el nuevo mandatario
entre en funciones:
¿Qué pasará cuando el violador de la propiedad ajena trastoque el
registro público y convierta las ciudades en territorios liberados de títulos
de propiedad y exquisiteces parecidas?
¿Qué pasará cuando la gente reflexione sobre el mendigo sentado en
un banco de oro, y concluya en que el oro se lo llevará el banco y el Perú se
quedará con el mendigo?
¿Qué pasará si todos nos convencemos que para ganarnos el pan es
necesario borrar la noción de límite y abolir cualquier intento de orden legal
civilizado?
Cuando observes en tu cuadra dos asesinatos por semana por un par
de zapatillas.
¿Que pasará, si la gente se convence de que el Ejecutivo hierve en
lobistas, que el Congreso es un circo, que
lo judicial es de feria, que el policía tiene dos jefes, el general y el
gerente del casino.
Manejamos hipótesis falsas: que el sistema sobrevivirá a la pus metastásica, y que no
llegará la hora en que el pueblo, cansado y nutrido por actitud bastillesca
propiciará mortal desorden.
La implosión del sistema ya empezó y sus manifestaciones se
presentan como brumosos capítulos de ingobernabilidad evidente:
Ingobernabilidad educativa (penúltimo lugar mundial en Prueba
Pisa; la educación como negocio; más de un millón desesperanzados por un título
que no les servirá para nada.
Ingobernabilidad judicial (imposible impartir justicia en el reino
de la tinterillada y la prevalencia de las formas oscuras al fondo
esclarecedor).
Ingobernabilidad productiva (90% de la producción es, strictu
sensu, ilegal, con graves repercusiones tributarias y de moral pública. Caos en
el aprovechamiento territorial, catástrofes ambientales, violenta oposición a
proyectos estratégicos).
Ingobernabilidad ciudadana. Terror en las calles, delincuencia que
supera en 1000 veces la capacidad de las cárceles
Reiteramos, la implosión ya
empezó. Dios nos coja confesados.