Wednesday, April 29, 2009

La maldiciĆ³n de los 50

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
29-4-2009

La maldición de los 50

Cruzar el medio siglo, y hacerlo sin trabajo, es en el Perú también
pretexto de discriminación, olvido, desprecio, compasión y poco
importa el color de la piel o el origen cuando se posee este
inevitable pasaporte que nos regala Nuestra Señora la Vida. No sólo
hay elusión con los cincuentones sino que para las empresas
globalizadas y tan modernas, siempre será más barato –léase rentable-
contratar a un par de mozalbetes que juntos no llegarán a lo que
valdría sufragar la capacidad experta de un profesional con esos años
a cuestas. ¿Quién se preocupa de los derechos humanos de estos hombres
y mujeres con diplomas, maestrías, viajes, posgrados, que están
muertos en vida sin poder transmitir su sabiduría a las nuevas
generaciones? Esta lacerante verdad toma en nuestro país caracteres de
aberración inverosímil y cotidiana, muy cotidiana.

Ayer hablábamos de esos compatricios creativos que buscan en el
comercio ambulatorio una salida honesta para no discurrir por el
crimen desbocado. Además, no todos pueden ser estafadores, monreros,
racistas, panzones aprovechadores de dólares o euros foráneos como los
"luchadores" de las organizaciones de nuevos gángsteres, por la simple
razón que entonces dejaríamos de ser una sociedad para transformarnos
en una tierra de nadie en que nada es respetable. Y pareciera que
toqué algunas fibras pues alguien llamó, con injusticia evidente,
distractiva la entrega, confundiendo un capítulo específico y
contemporáneo con la administración del actual gobierno. ¡Y como si
ésta difiriera gran cosa de las anteriores de los últimos 25 ó 30
años! Agreguése, pues, la edad, como un factor que a partir de cierto
número, conspira contra sus dueños haciéndolos pasibles de despidos,
obliteraciones e injusticias al por mayor.

La maldición de los 50 tiene una particularidad: ¡todos van a pasar
por ella a menos que la parca los reclame antes! Por tanto, bien vale
la pena reparar en cuanto vamos diciendo sobre un asunto común y
corriente. ¿Se acaba la vida a los 50? ¿a qué edad culmina la
capacidad de entrega y realización del ser humano? A mí me seduce y
hasta ahora no hay quién me convenza de lo contrario (y he escuchado
respetables opiniones de personas a las que respeto): sólo el día en
que uno se muere, finaliza el periplo. Ni antes, ni después. ¿Con qué
derecho un país de crisis institucional permanente puede darse el lujo
de matar en vida a miles de científicos, maestros, profesionales de
todo orden, por el hecho dudosamente criminal de haber pasado los 50?

En otras culturas quienes tienen más edad, más o menos concitan la
atención porque se los reputa o reconoce por el camino caminado y
también se estima que pueden aportar a la construcción de un país con
conciencia patriótica y ciencia adquirida en el estudio académico y de
campo. ¡A los 50, 60, 70 u 80!

Para los que apenas cruzan el umbral fresco de la veintena, los
cincuentas están muy lejos o son apenas figurables. Eso es obvio, pero
en un tris tras, porque los años pasan imparables, los cabellos
blanquean y la tranquilidad conquista –le llaman reposo o reflexión- a
buena porción de estos de la segunda edad y de repente cada quien
puede contar su historia mirando hacia atrás. La vida no da tregua y
sus fuegos queman al amanecer de los encantadores 20s cuanto que al
atardecer temprano del adiós que empieza su génesis tímida en los 50s.
Pero la vida es una sola ¡y hay que vivirla!

¿Cuántos miles de hombres o mujeres que aún quieren contribuir con su
patria, con lo que aprendieron, estudiaron y trabajaron, desean seguir
haciéndolo? ¿por causa de qué no involucrar a estas columnas
preparadas para la cruzada constructiva y forjadora en el esfuerzo de
renacimiento espiritual y moral que el Perú necesita con tanta
urgencia so pena de morir como país y conjunto social? ¿qué ocurre
para que nadie se dé el trabajo de preguntarse por los derechos
humanos de estas personas? ¿basta que se les cobre la mitad por ir al
cine, viajar en avión o en algunos otros servicios como "privilegio"?
¿quién le enseña a la juventud a respetar a los mayores? ¡Antigüedad
es clase!

¿No es acaso este drama una realidad lacerante a lo largo y ancho del
Perú? Con ellos y en homenaje a estas legiones de compatriotas, de los
que soy parte –por razón de edad, aunque mi locura es congénita e
intransferible y eso sí no cambia- este humilde reconocimiento a su
entrega consuetudinaria. Y en el fuego de la promesa de persistir en
el esfuerzo informativo, la agitación de banderas, lemas y cánticos de
gracias a la vida, ayer, hoy y siempre.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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