Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
5-7-2016
Ministro multiuso y conveniente
La política tiene, aquí y en
todas partes, sus propias luces y apagones. Hay presidentes y ministros
insospechables de cualquier rasgo inteligente y, a más de ello, productores de
sombras adobadas en palabrería intelectualoide cuando no desprecio y desdén por
quien “no piensa” como aquellos.
El ministro del Interior,
José Luis Pérez Guadalupe es un magnífico inventor de realidades que él solo
ve. Cuando la ciudadanía comprueba que los apuñalamientos en lugar de
disminuir, aumentan, el titular de esa difícil cartera, se empeña en argumentar
que no es así.
El hombre de la calle es
apaleado, herido, asaltado, sus bienes enajenados, en todo el país, pero el
ministro Pérez Guadalupe, con rictus de sentimiento y mascullando el fraseo con
solemnidad, pretende persuadirnos que a los rateros los están encarcelando y
que cada día hay menos de esos hampones por calles y avenidas a lo largo y
ancho del Perú.
En los últimos cinco días se
han producido sablazos entre Pérez Guadalupe y el flamante contralor, Edgar
Alarcón Tejada. Este último ha sido categórico en sus opiniones acerca de la
compra de vehículos para patrullaje: no son autos comerciales, carecen de
blindaje y sólo servirían para los próximos tres años y de allí ¡kaputt! y,
ciertamente, de precios muy discutibles.
Impotente ante la evidencia y
escaso de artillería a Pérez Guadalupe no se le ocurrió otra idea más genial
que llamar novato al contralor. La especie no resiste el análisis más
elemental: para determinar lo que afirmó el titular de la Contraloría, se basó
en la opinión estudiosa de decenas de funcionarios preparados para la tarea.
No podemos dejar de decir que
el ministro Pérez Guadalupe está al borde del ridículo más abominable de su
trayectoria. Y eso ocurre cuando la principal preocupación no es la tarea
ministerial sino la de cumplir órdenes a rajatabla aunque haya que tragar
sapos.
Menos de diez días atrás, con
júbilo inexplicable, el ministro Pérez Guadalupe al lado del Superintendente de
Migraciones, el inefable Boris Potozén, dijo suelto de huesos, que el premio
obtenido por el pasaporte electrónico en el evento High Security Printing Latin
America, realizado en Ciudad de México, era un “reconocimiento” al trabajador
peruano, al esfuerzo y a la seguridad del documento de marras.
El diploma que dio High
Security Printing Latin America al pasaporte electrónico peruano, aconteció
porque fue el único postulante en esa categoría y no compitió con ningún otro
país. No sólo eso, la presentación de Potozén, ante expertos en documentos de
alta seguridad, fue un fiasco. Nadie entendió qué pretendía un abogado
“tratando” de explicar tecnología a científicos en la materia.
El portentoso talento del
ministro Pérez Guadalupe para vestir situaciones es innegable. A la gente la
acuchillan, los negocios son asaltados, las bandas criminales llevan hasta
faros identificatorios potentes, pero él le dice al país que las estadísticas
de su ministerio expresan lo contrario. Lo trágico es que los cortejos producto
de la violencia siguen su rumbo y la tristeza de más y más familias peruanas es
imparable.
Hasta se podría pensar que
Pérez Guadalupe tiene encargos que organizar por desopilantes que fuesen. ¿Quién
le da aquellos? Total, a fin de mes el sueldo está asegurado y tiene derecho al
antejuicio si el próximo Congreso evalúa que deba ser investigado y cuestionado
por su labor al frente de la cartera del Interior.
Adelantándose muchos años,
con criterio mordaz, Manuel González Prada, escribió en El núcleo purulento (Bajo el oprobio, 1933), las siguientes líneas,
duras muy duras para con los funcionarios del Estado:
“Mas nada debe sorprendernos
en un país donde la corrupción corre a chorro continuo, donde se vive en
verdadera bancarrota moral, donde los hombres se han convertido no sólo en
mercenarios sino en mercaderías sujetas a las fluctuaciones de la oferta y la
demanda. Una conciencia se vende y se revende hoy en el Perú, como se vende y
se revende un caballo, un automóvil o un mueble. Admira que en las cotizaciones
de la Bolsa no figure el precio corriente de un ministro, de un juez, de un
parlamentario, de un regidor, de un prefecto, de un coronel, de un periodista,
etcétera”.