El protocolo del “presidente electo” en el Perú
por Wilfredo
Pérez Ruiz; wperezruiz@hotmail.com
8-7-2021
El domingo 6 de
junio los peruanos acudimos a las urnas para elegir, como cada cinco años, en
segunda vuelta electoral, al ciudadano que ocupará la primera magistratura de
la nación a partir del 28 de julio. Al momento de redactar este artículo
todavía se desconoce quién será proclamado por el Jurado Nacional de Elecciones.
Todo hace presumir que Pedro Castillo Terrones, de la agrupación Perú Libre, es
el flamante titular del Poder Ejecutivo para el período 2021-2026.
Cuando sea
declarado “presidente electo”
cumplirá innumerables actos inherentes al “protocolo no escrito”, sobre el que
nada está definido; es uno de los más complejos de implementar por requerir
solvente destreza, sentido común, capacidad de improvisación, imaginación y
adaptabilidad. El “protocolo” precisa las formas o procedimientos que deberán
seguirse para realizar una determinada actividad. Es polivalente, atemporal,
práctico, flexible y aplicable; se diferencia de los principios jurídicos
porque su errado empleo esquiva contravenir un deber legal y sancionable.
En tal sentido,
le espera una agenda que convendría desarrollar dentro de un marco previamente
planificado y encaminado hacia un conjunto de objetivos. Uno de los primeros es
la entrega de credenciales a él y a sus dos vicepresidentes a cargo de la
máxima autoridad electoral. Desde el retorno de la democracia al Perú se han
otorgado en sitios de indudable significación.
En su segundo
mandato (1980), Fernando Belaunde Terry decidió recibirlas en la residencia de
una hermana suya. Su alocución constituyó un manifiesto mensaje a los mandos
militares que usurpaban de facto el poder (1968-1980), al afirmar: “…Desde
ahora proclamo, a lo largo y ancho del país, que no me ligará vínculo de
ninguna clase con quienes osen incumplir o apartarse de las normas
constitucionales. Imparto, por lo tanto, inequívocas instrucciones con la
debida anticipación a las autoridades civiles y militares, que se harán cargo
del gobierno a partir del 28 de julio, para que tengan como norma a esa Carta
Magna y sigan en todo momento tan luminoso derrotero”.
Mientras Alan
García Pérez (1985) escogió la biblioteca de la austera vivienda del jefe y
fundador del Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, ubicada en
el populoso distrito limeño de Vitarte. En aquella oportunidad uso el
“protocolo no escrito” cuando decidió llegar junto al alcalde de esa comuna,
Franklin Acosta del Pozo -militante de las filas de Izquierda Unida- como
expresión de apertura y entendimiento con los sectores socialistas.
En el 2001
Alejandro Toledo Manrique prefirió el Museo de Arte de Lima. Alan García Pérez,
en su segundo período (2006) lo hizo en la Biblioteca Nacional del Perú. De
igual forma, el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú
fue el escenario seleccionado por Ollanta Humala Tasso el 2011 y Pedro P. Kuczynski
Godard (2016) optó por el imponente Teatro Municipal de Lima.
El “presidente electo” es invitado por el
jefe de Estado para reunirse en la Casa de Pizarro. En ocasiones incluye a los
dos vicepresidentes y se concibe como el paso preliminar en el proceso de
traspaso del gobierno. Asimismo, le esperan nutridos encuentros -hasta días
previos a la toma de posesión- con emisarios políticos, empresariales,
eclesiásticos y de los medios de comunicación; recibe congratulaciones
personales y escritas -nacionales y extranjeras- que corresponde atender con
cortesía.
Es costumbre
efectuar una gira por los países con los, de una u otra forma, conviene
fortalecer vínculos e incluye organismos internacionales. Alan García Pérez
(1985) emprendió un recorrido por España e Italia que comprendió una audiencia
con el Papa Juan Pablo II; Ollanta Humala Tasso seleccionó al Brasil como la
primera nación a visitar; Pedro P. Kuczynski Godard fue convocado por
gobernante peruano para acudir juntos XI Cumbre de Jefes de Estado de la
Alianza del Pacífico desarrollada en Chile.
Previo a la
ceremonia de asunción es frecuente anunciar a la opinión pública al próximo
primer ministro y a los miembros de su equipo ministerial. Esta esperada
designación tiene un evidente empeño: fomentar un clima de confianza y
tranquilidad en innegables momentos de tensión e inestabilidad producidos en
medio de la confrontación imperante. Suele ser gradual o colectiva: Fernando
Belaunde Terry presentó conjuntamente a su gabinete encabezado por el economista
Manuel Ulloa Elías.
Son semanas
recargadas de apremios y quehaceres: se establecen coordinaciones con el
Ministerio de Relaciones Exteriores en relación a sus invitados personales. Este portafolio a través,
principalmente, de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado
coordina las respectivas tramitaciones. También, el “presidente electo” dispondrá la confección de la Banda
Presidencial la que, según precisa el Ceremonial del Estado y Ceremonial
Regional (D.S. 096-2005-RE), “constituye la insignia del mando supremo, que se
impone al Presidente de la República por ser quien constitucionalmente
personifica a la Nación”.
Ésta es
obsequiada por amigos o familiares próximos, como ha acaecido en sucesivas
coyunturas. La responsabilidad de su fabricación está en manos de una misma
familia por más de 80 años. La bordaduría Jorge H. Grados produce en sus
talleres las de todos los jefes de Estado desde Óscar R. Benavides Larrea,
cuando ocupó la presidencia (1933), luego del asesinato de Luis M. Sánchez
Cerro. Su costo supera los 2,000 dólares.
Otro asunto de
magna trascendencia es la elaboración del esperado discurso de toma de posesión
-con frecuencia recoge los aportes de los encargados sectoriales de la
transferencia gubernamental- en el que da a conocer los lineamientos generales
del estrenado régimen y contiene revelaciones orientadas a satisfacer las
demandas sociales del país. En tan solemne acontecimiento no siempre han
demostrado brillo, profundidad y visión de estadistas; podríamos compartir
copiosas situaciones reveladores de carencias, desatinos e inopias.
Aconsejo
revisar con esmero el listado de actividades que, por cierto, se verán
drásticamente reducidas en las actuales circunstancias por la vigente pandemia,
con la finalidad de evitar errores u omisiones como resultado de su
inexperiencia o emoción. El “presidente
electo” puede examinar, con la cooperación de los encargos del protocolo y
el ceremonial, las grabaciones de las galas de toma del mando supremo
acontecidas en los últimos años.
El ansiado 28
de julio acude al emblemático Palacio de Torre Tagle -sede de la Cancillería- a
esperar a la comisión de anuncio del Congreso de la República encargada de
informarle que la representación parlamentaria aguarda su presencia para prestar
juramento y escuchar su disertación. En tanto, el titular de esa cartera lo
condecora con las máximas órdenes del Estado: “El Sol del Perú” y “Al Mérito
por Servicios Distinguidos”, en sus más altos grados: Gran Cruz.
Por su parte,
el saliente jefe de Estado se dirige al Palacio Legislativo a entregar la Banda
Presidencial y emite una escueta intervención. Sin embargo, en su segunda
administración el líder aprista (2006-2011) la envió con el jefe de la Casa
Militar de Palacio de Gobierno, a fin de esquivar acaloradas e inelegantes
reacciones en el hemiciclo congresal como ocurrió en 1990. Lo mismo pasó con el
dirigente máximo del Partido Nacionalista Peruano (2011-2016). La continuidad
democrática soslaya interrumpirse; solamente se alteró la tradición. Se ignora
la decisión que adoptará el presidente Francisco Sagasti Hochhausler
(2020-2021).
En vísperas del
“Bicentenario de la Independencia Nacional” abrazo, con genuino aliento
esperanzador, el anhelo que estemos unidos en entorno a los arraigados valores
democráticos y republicanos inspiradores de nuestro destino. Concluidas las
limpias e inexpugnables elecciones llevadas a cabo con estricto apego a la
normatividad vigente -según ha sido acreditado por prestigiosas entidades de
vigilancia electoral internacional- tengamos certidumbre, ilusión, afirmemos
nuestra peruanidad y recordemos lo aseverado por el célebre poeta y filósofo
cubano, José Martí: “Cuando el sufragio es ley, la revolución está en el
sufragio”.