Wednesday, October 25, 2006

¡Condecoración para César Hildebrandt!

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
25-10-2006

¡Condecoración para César Hildebrandt!

Dejó La Primera, diario que amenaza en lilliputiense plazo en
convertirse en el último, César Hildebrandt, indignado por una primera
plana, según le contó el dueño del tabloide, Ricardo Wong, presionada
desde Palacio. ¿Tan temprano, con torpeza de paquidermo de húmeros
malos y miopía pronunciada en sala de conferencias, mete la pata la
administración actual? Entre las consabidas excusas que pronuncia,
cual autómata y saltimbanqui, que se ha creído el cuento que le han
narrado, Jorge del Castillo, y la coincidencia del hecho notorio de su
salida del medio escrito, le creo, sin duda alguna, a César
Hildebrandt.

Habíase tornado ya una pedagógica costumbre diaria repartir por vía
electrónica, urbi et orbi, la columna de Hildebrandt que escribió
hasta ayer en aquel medio, a partir de la fecha, de impronunciable
nombre. No sólo eso, el debate transitaba por las muy polémicas,
filudas y hasta demasiado generosas, de cuando en vez, opiniones de
aquél. Hoy ante la evidencia de facto que le han condecorado por la
fuerza monumental de sus denuncias, preciso es reconocer que si en
Perú se recompensase a los brutos por las torpezas en que incurren,
tendríamos la comunidad de imbéciles más grande del mundo. Alea jacta
est.

Pero la trinchera de Al día con Hildebrandt, que conduce en Radio San
Borja, de 9 a 11 am., se escucha en taxis, puestos ambulantes,
mercados con altavoces, casas y oficinas. A mí me es imposible entrar
a la página web porque la saturación de oyentes tempraneros me gana
siempre en esos afanes. Es decir, César no puede alegar que está solo
o abandonado. Le acompañan cientos de miles de radioescuchas que
¡precisamente! reciben noticias, comentarios, críticas, entrevistas
que no sacan los miedos de comunicación limeños que se creen
nacionales! Porque, bueno es subrayarlo, en aquellos no prima la
crítica, sino la aquiescencia; para nada existe la construcción
opinante sino la abulia en pésimo castellano, la idiotez elevada a la
cúspide de la mediocridad más abyecta. El pueblo es más sabio que
todos los sabios.

Dos temas, entre muchísimos otros, para mí como para 26 millones de
peruanos, tratados por Hildebrandt, han sido motores y dínamos
fundamentales en esta etapa: la historia patria y la carencia de
idoneidad de las pandillas políticas, empresariales o ideológicas. En
el primer caso, ha apostrofado César a los ignorantes que desconocen
nuestras conflictivas relaciones con los vecinos, sobre todo, con uno
del sur. Ha advertido en mil tonos sobre la servidumbre que emana por
parte de chilenófilos epidémicos en altísimos puestos, inmerecidos por
cierto. No ceja, en su prédica diaria, de evidenciar las tremendas
contradicciones del señor Alan García. Y esto nos lleva al segundo
punto en que también ha puesto resonante empeño constatando que el
Perú es un país de élites pasmadas, anti-históricas y adormecidas en
sueños de opio.

Y, como no podía ser de otro modo, volvió CH, a convertirse en the
pain on the ass, en el tábano en el lomo, en la peor de las pesadillas
de ¡precisamente! los políticos vendepatria; los empresarios
mercantilistas y comechados; de los que gritan en nombre de los pobres
pero cobran en dólares contantes y sonantes, desde la zurda caviar en
que abundan intelectuales de quiosco y pululan momios de reaccionaria
derecha racistas y anticholos. Entonces llegó lo que a los brutos se
antoja como una reprimenda y para el resto de la gente común, no es
más que otra presea en la dilatada carrera de César Hildebrandt.

Estas pocas y modestas palabras como testimonio de solidaridad con César.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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