Tuesday, April 17, 2007

Convención del Mar mutilará soberanía

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
17-4-2007

N. de R. El subdecano, El Comercio, vuelve a la carga y en medio de
notorias y correctas aserciones con respecto a los asuntos limítrofes
terrestres y marítimos con Chile, arremete con sibilina y taimada
intención y asegura que es importante para Perú firmar la adhesión a
la Convención del Mar, tema desmentido y jamás refutado por este
diario. Y deviene importante reproducir un brillante y monumental
trabajo del maestro y genuino patriota Alfronso Benavides Correa. No
sólo eso, con desparpajo muy propio de quienes alientan la
consagración por el tiempo, de imposturas y traiciones, dice El
Comercio que lo referido a Arica en 1999, ya es tema resuelto. ¡Y esa
mentira, otra más, es inaceptable como oprobiosa! La barbaridad
indigna empujada por Fernando de Trazegnies, Jorge Valdez y Fabián
Novak en noviembre de ese año y al servicio de la dictadura
delincuencial de Kenya Fujimori, no ha sido revisada ni siquiera
discutida por ningún Congreso porque su destino es absolutamente
deleznable y repudiable. Y no sólo se trata de aquellos nombrados,
también de militares que hoy pretenden borrar la ignominia de su
participación cómplice, pretendiendo pasar por expertos o patriotas
cuando la mácula de esta acción proditora les alcanza con nombre y
apellido. Decía González Prada: tomar a lo serio las cosas del Perú.
(Herbert Mujica Rojas)

2-3-2004

Convención del Mar mutilará soberanía

En su magnífico y peruanista libro, Una difícil vecindad, Alfonso
Benavides Correa anota lo siguiente:

"De adherirse el Perú a la Convención del Mar de las Naciones Unidas
sobre Derecho del Mar, adhesión que empeñosamente persiguen quienes,
de esta manera, con la mejor buena fe, consideran equívocamente que
cumplen el deber de resguardar y proteger los intereses nacionales:

1) El Perú reduciría la anchura de su mar territorial de 200 millas
marinas a 12 y, en estas 12 millas, su soberanía tampoco sería
absoluta pues ella tendría que ejercerla con arreglo a la Convención y
otras normas de derecho internacional (Art. 2, inc. e y Art. 3).
2) El Perú convertiría las 188 millas de su mutilado dominio marítimo
uninacional en un condominio marítimo multinacional maliciosamente
llamado "Zona Económicamente Exclusiva" sujeta a un régimen en el cual
las disposiciones de la Convención, no de la ley peruana, regirían los
derechos y obligaciones del Estado ribereño, vale decir del Perú y de
los demás Estados (Art. 58).
3) El Perú vería gravemente amenazados los intereses de la Defensa
Nacional no sólo en un caso de ataque o de una invasión armada por mar
o aire sino por espionaje o actos de merodeo.
4) El Perú mutilaría igualmente el espacio aéreo que cubre actualmente
su dominio marítimo de 200 millas, espacio aéreo en el que, conforme a
la Convención de París de 1919, toda potencia tiene soberanía plena y
exclusiva.
5) El Perú no podría adherirse con "reservas" a la Convención por que
ésta impide las reservas y las excepciones (Art. 309).
6) El Perú, de adherirse a la Convención, no podría proponer enmiendas
a ella por que, para su simple admisión a debate, exige que la mitad
de los Estados partes, respondan favorablemente a la solicitud
modificatoria y, en caso de enmienda simplificada, sin convocatoria a
Conferencia, basta que un Estado se oponga para que el pedido de
enmienda sea automáticamente rechazado (Art. 312, inc. 1 y art 313,
inc. 3).
7) El Perú no podría, de adherirse a la Convención, reivindicar los
derechos que hubiere renunciado por la adhesión ya que la Convención
franquea su denuncia pero establece que ningún Estado quedará
dispensado por causa de la denuncia de las obligaciones financieras y
contractuales contraídas mientras era Parte de la Convención ni la
denuncia afectará a ningún derecho, obligación o situación jurídica
creados para la ejecución de la Convención (Art. 317, inc. 2).

No sería todo.

De adherirse a la Convención sobre Derecho del Mar también sufriría
Perú la imposición de las servidumbres que, bajo la denominación de
"libre tránsito", establecen los artículos 69 y 125.

No puede pasar inadvertido que el artículo 69 de la Convención
consagra el "Derecho de los Estados sin Litoral" a participar en la
explotación de una parte apropiada excedente de recursos vivos de las
sarcásticamente llamadas "Zonas Económicas Exclusivas" de los Estados
ribereños de la misma subregión o región. Menos aún puede el Perú
dejar de percatarse que el artículo 125 de la Convención consagra
igualmente tanto el "derecho de acceso al mar y desde el mar" cuanto
el derecho a la "libertad de tránsito" en beneficio de los Estados sin
litoral.

Esto significaría que, en adición al debilitamiento de la posición del
Perú en su desinteligencia con Chile en el asunto de la delimitación
de su frontera marítima que surge de la peculiar conformación
geográfica de las costas de ambos países y del punto de vista
discordante que tienen para fijar la línea imaginaria de 200 millas de
mar territorial; mediante la anticonstitucional adhesión del Perú a la
Convención sobre Derecho del Mar, Bolivia, Estado sin litoral, tendría
el "derecho de acceso al mar y desde el mar para ejercer los derechos
que se estipulan en esta Convención, incluidos los relacionados con la
libertad de la alta mar"; y, "para este fin", Bolivia gozaría en el
Perú "de libertad de tránsito a través del territorio por todos los
medios de transporte".

¿Sería suficiente para la seguridad militar del Perú el que el párrafo
tercero del artículo 125 de la Convención disponga que "los Estados de
tránsito en el ejercicio de su plena soberanía sobre su territorio
tendrán derecho a tomar todas las medidas necesarias para asegurar que
los derechos y facilidades estipulados en esta parte para los Estados
sin litoral no lesionan en forma alguna sus intereses legítimos"?.

¿Quedarían asegurados los territorios de Tacna, Moquegua, Arequipa,
Madre de Dios, Cusco y Puno de imponérseles el complejo de servidumbre
que conllevaría la adhesión del Perú a la Convención sobre Derecho del
Mar?

El Perú no debe ni correr este peligro inmenso ni convenir en la
mutilación de su "mar territorial".

Ni "Milla 13" ni manojo de servidumbres con riesgos separatistas: su
"línea de respeto" debe ser, sagrada e invariable, la "Milla 200".

Por lo dicho el Perú no debe adherirse ni a la Convención sobre
Derecho del Mar ni, haciendo viable el ya descubierto plan
chileno-boliviano que se visualizó en 1895, aceptar que la solución
del problema portuario de Bolivia se encuentra en Arica.

El territorio ariqueño, para el Perú, no puede ser, ni hoy ni mañana,
una esperanza de solución del problema chileno-boliviano, que no es
asunto trilateral sino bilateral.

Chile se luce muy generoso con el territorio de Arica, que fue
exclusivamente peruano hasta el 3 de junio de 1929 en que el Perú se
la cedió a Chile con reservas de dominio, pero se cuida de no hacerle
ningún ofrecimiento por los territorios que a Bolivia le pertenecieron
hasta el 20 de octubre de 1904 en que, de sur a norte, Bolivia tuvo
como puertos propios Antofagasta, Mejillones, Cobija y Tocopilla.

Chile no le ofrece a Bolivia ninguno de estos puertos porque, desde
1879, le ofreció Tacna y Arica a Bolivia, o únicamente Arica, o una
fracción de Arica, que no pertenecían a Bolivia sino al Perú que se
proyectaba desmembrar, como canje por Atacama que Chile le sustrajo a
Bolivia y cómo póliza de seguro de Tarapacá que Chile le arrebató al
Perú". pp. 179-183 op. cit.
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