Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
3-6-2019
¿Es invencible la
corrupción?
La corrupción, es decir aquella enmarañada y sucia red de
trapisondas que infesta, desde siempre, todos los ámbitos del Perú, nos
acompaña desde tiempo atrás, muy atrás. Su nefasta influencia tiñe de color
oscuro el devenir nacional y hasta podríase aventurar una opinión polémica: no
hay acto moral o decente en el país, sobre todo en la cosa pública.
Fundamental decir que la corrupción no es espontánea u
ocurre por arte de birlibirloque. Existe porque está permitida por la autoridad
que vive y cobra de ella; por el juez, el policía, el legiferante, el
burócrata, el periodista que se alinea a materias crematísticas y no
informativas, la amplia franja de quienes tienen que ver con una fiscalización
que no se ejerce y a todos une la oprobiosa miopía selectiva.
¿Partidos políticos? Aquí no existen. Hay clubes electorales
fautores de asaltantes del dinero de los contribuyentes una vez ingresados a la
cosa pública. Lo que se llamó partidos-escuela lo son pero en el
perfeccionamiento de robar al Estado. En aquellos no existe moralidad o ética,
decencia o bien colectivo.
A no pocos la corrupción se les antoja como un cáncer
invencible y la reputa como “mal necesario porque mal con ella, peor sin ésta”.
Lo cual denota una putrefacción mental que designa a un anti-valor –la
corrupción- como materia permisible y de uso lícito: “roba, pero hace obra”.
Cuando el padre no corrige o enmienda las vivezas de sus
hijos que hacen trampa en los exámenes o en sus comportamientos, se alimenta el
vivero de la corrupción. Sin referentes o límites muy bien establecidos, el
adolescente discurrirá por caminos aviesos, torcidos y claramente sucios apenas
arribe al Estado o a la empresa privada. El hogar debiera ser una gran herramienta
contra la corrupción.
¿Cuántas fortunas se han hecho gracias a la corrupción y a
sus leyes con nombre y apellido en nuestra luenga y accidentada historia
nacional? No pocas. Y hay dinastías de tatarabuelos a tataranietos que
fabricaron su prestigio y bonanza merced a estos dineros exaccionados a los
contribuyentes.
¿Hay, en los días presentes, lucha contra la corrupción?
Sólo examinar el comportamiento de varios grupos legislativos en el Congreso,
nos lleva a la tortuosa conclusión que eso no existe. El parlamentario cree ser
un iluminado e intocable vía la muy susodicha inmunidad. En lo que va de
vigencia de este Parlamento mediocrísimo, son múltiples los escenarios de
vergüenza y asco los que han protagonizado estos aventureros cuasi iletrados.
El relevo generacional es una necesidad irrebatible. Perú
debe cancelar a los veteranos que han hecho del robo su divisa y del abuso de
su posición de dominio, una forma de amasar riqueza innoble y deshonesta.
¿Están los más jóvenes convictos y confesos de que les llegó el turno? He allí
una pregunta urticante.
La gigantesca corrupción exige respuestas con esa misma
característica de valentía y convicción.
Bien decía González Prada: rompamos el pacto infame y tácito
de hablar a media voz.