Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
22-12-2004
Política en Perú: ¿si no es basural, qué es?
Por vez primera coincido
con el cardenal Juan Luis Cipriani: la política peruana es un gran basural. No
olvidemos que en este mismo tenor se inscribe aquella encíclica de la que es
autor Cipriani: los derechos humanos son una cojudez. De manera que con
innegable autoridad el prelado ha dicho su verdad. Y tampoco dejemos de
recordar que el 90% de los sucesos políticos que generan los actores políticos
son dignos de un marco de oprobio pestilente.
¿Por causa de qué se
escandalizan los políticos que alguien les diga una verdad a todas luces
irrebatible? Además, la hipocresía es monumental, porque todos lo saben y
manifiestan a cada rato, sólo que se cuidan muy mucho de transmitirlo a los
medios porque entonces el “qué dirán” los aterroriza y además estamos muy cerca
de Navidad y hay que buscar la “unión de la familia peruana”. ¡Farsantes!
¿Hay polémica de nivel o
grado doctrinario en la política peruana? ¿Tenemos tribunos capaces de
argumentar durante 10 minutos seguidos, siquiera la lectura del abecedario?
¿Existe, por casualidad, algún legiferante capaz de interpretar el proceso de
globalización y las analogías de descomposición social y política que existió
en los prolegómenos de la guerra de rapiña de 1879-1883 y la actualidad?
Ciertamente, ¿sabe gran parte de la clase política cuáles las razones que nos
involucraron en una conflagración sangrienta y traumática como fue aquella y
cómo es que no hemos aprendido absolutamente nada?
El cardenal Juan Luis
Cipriani es un hombre de lengua suelta. ¿Y qué tiene de malo? Alguna vez tenía
que decir una verdad tan evidente que, por cierto, no es nueva y mucho menos
sorprendente. ¿Qué ocurría cuando las pandillas de los delincuentes
fujimoristas metían la mano en todas las privatizaciones, negociados y
cambalaches de toda laya y algunos callaban? Cipriani ha dicho lo que millones
de peruanos sienten y acusan como una de las perversiones más sucias de su vida
cotidiana: la política es un basural.
Hoy, para variar, las
patotas han cambiado de nombre y apellido, pero siguen haciendo exactamente lo
mismo: están presentes, militantes, en cuanta porquería les es conocida. Roban
con tarjeta, recomendación, terno o a veces, con simples zapatillas de monreros
de poca monta, pero roban igual y sólo porque tienen familiares en puestos
importantes. ¿Cuál es la diferencia?: ¡ninguna!
La pregunta es: ¿qué hacen
los partidos políticos o las agrupaciones que así se llaman por evitar que su
educación sea la de logreros y garrapatas vividoras del Estado? Antes, por lo
menos el partido que yo conocí, el aprismo, era una escuela para la vida y
había un código respetuoso del bien ajeno y la respetabilidad del más capaz era
una de las premisas para ascender. Hoy pareciera que a todos les desespera
lograr un puestito aunque sea de recogedor de papel picado, con el único y
deleznable propósito de estar en el payroll del Congreso, de la Municipalidad , de la ONG o de lo que fuera, pero es
el estómago y no el cerebro el que prevalece.
Cipriani ha dicho una
verdad innegable y a la que él ha contribuido de manera notoria. ¿Por qué tanto
brinco, si el suelo está parejo?
¡Atentos a la historia;
las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto
infame y tácito de hablar a media voz!
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