por Herbert Mujica Rojas
Liberación*; 9-11-2000
¿Respeto al Parlamento?**
Si hay una institución en el Perú, al margen de la putrefacta
presidencia de Fujimori y su patota de delincuentes asociados en toda
la administración pública, que se lleva las palmas reprobatorias de la
población, esta se llama Congreso. Lo integran 120 personajes que
surgieron de un fraude electoral mayúsculo el 9 de abril. En lugar de
haber cuestionado los fundamentos malolientes que fletaron que sus
posaderas se asentaran en las curules, callaron en todos los idiomas.
Los oficialistas, inmorales redomados y beneficiados del latrocinio,
no chistaron. Los de la oposición, tornaron tuertos y parcializados:
¡sólo había habido trampa en las elecciones presidenciales! En
síntesis, nacieron con mácula, heredando taras antiguas y creando
otras novísimas y no por ello menos cancerosas. Cuando la
parlamentaria Mercedes Cabanillas invoca respeto al Parlamento, cabe
preguntarse ¿de qué esta hablando?
Pero hay un problema de fondo mucho más arduo de digerir. Cuando la
mesa directiva, presidida (por lo menos hasta el martes) por Martha
Hildebrandt, decide poner zancadillas, la oposición sentada y
cobradora hace hasta lo imposible por parecer más idiota que de
costumbre. Las cortinas de humo y juegos de distracción para perder el
tiempo en discusiones inanes, censuras simbólicas y triunfos
pretensos, están a la orden del día. De ese modo, el gobierno, vía
Parlamento, gana tiempo. Y es la única cosa que necesita para parchar
los forados de sus robos y eliminar los papeles comprometedores. Los
supuestos demócratas caen en el juego y gastan sus vidas en polémicas
totalmente superficiales.
Entonces, cabe preguntarse ¿qué clase de parlamentarios son estos? La
respuesta deviene, por la arrolladora fuerza de sus exhibiciones
públicas, en llana, deprimentemente simple: ¡unos pobres diablos!
¡Sólo les interesa cobrar sus emolumentos los días 15 y 30! ¡Su
expectativa consiste en aparecer ante las cámaras televisivas,
declarar para las radioemisoras y periódicos! ¡Y cada quien compite
por el protagonismo de ridículos monumentales! ¡Cuando Martha Chávez
habla, respira su fascismo e irrespeto por el pueblo con el descaro
que da su diminuta estatura moral! ¡Olivera no puede contener el
extravío de sus ojos megalómanos y sus apotegmas y sentencias
republicanas asemejan a los filosóficos mugidos de una res dispuesta
para el sacrificio! ¡La Salgado y su entrañable retraso mental,
reitera frases comunes de un alto contenido gaseoso! ¡Masías, el
famoso Miope de Tutuma, no escatima energías para fungir algo más
tarado en cada ocasión frente a los periodistas!
He sostenido que discutir en torno a de dónde salen los
parlamentarios, resulta abyecto y bobo, si no se califica primero a
los postulantes en sus conductas morales o éticas. ¿De qué vale que
tengamos 80% de representantes de Lima, si todos son unos badulaques
fenicios dispuestos a continuar con la tara del negociado en el
Congreso? ¿O lo inverso, con origen en las provincias? ¿Para qué nos
serviría un Congreso infestado de "notables" ignaros y hueleguisos
como es hoy? Resulta evidente que para nada. Entonces, ¿qué hacemos?
¿No es mucho pedir que los 120 actuales congresistas se inhiban como
un gesto de decencia, de postular a un nuevo período? Y es más, ¡que
devuelvan el dinero que han percibido inmoralmente desde que comenzó
este régimen fraudulento!
En el Perú nos gusta respetar lo irrespetable y encender velas a
cadáveres. Así, la Cabanillas clama por respeto a un Establo
pestilente como el de la Plaza Bolívar. Y resulta que el pueblo ve en
el Congreso uno de los recintos más corruptos que la historia patria
registra. ¿Qué son los Kouri? ¿Los tránsfugas? ¿Los retránsfugas? ¿Los
montesinistas? ¿Los de la oposición sentada y cobradora?
Respetemos la voluntad del pueblo que abomina de la dictadura.
Empujemos soluciones genuinas y radicales para la expulsión de la
taifa gobernante y la coalición de pandillas de pistoleros y
delincuentes que campean libres y descarados por las calles y avenidas
de todo el país. Honremos el alzamiento de militares como Ollanta
Humala, harto de la pobredumbre reinante en el Ejército. ¿Que no se
puede? ¡Claro que sí! ¡Sólo se necesita coraje, valor, ganas de gritar
nuestra rabia y de hacerla pública, notoria, manifiesta!
Cuando el pueblo transite sereno por la majestad de su soberanía
indómita, las alamedas de la libertad, entonces, juzgaremos, sin
temblores ni titubeos, a los delincuentes fujimoristas y los
encerraremos en sus hogares naturales, es decir, en las cárceles. Pero
también, y no hay que olvidarlo nunca, aprehenderemos también a todos
los cómplices por tibios o complacientes que se prestaron al
sacrilegio de robarse el Perú en nombre de supuestos logros sociales
que terminaron en las cuentas corrientes en dólares, soles y marcos de
Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos y la larguísima lista de sus
socios en el robo.
* Dirigido por César Hildebrandt.
** El Establo pretende, en el 2007, en discusión usual, reducir el
período de castigo para algunos de sus integrantes. Una trapacería
más. Absolutamente irrespetable.