Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
23-12-2022
¡Buitres justifican muerte de 28 peruanos!
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Espantajos salidos de la sentina de la historia, episódicos,
siniestros, mediocres, sin ninguna condición humana o de amor y menos
solidaridad, están desde hace pocos días, empeñados en el aberrante adefesio
que los peruanos creamos el embuste que las 28 muertes a balazos de
compatricios, fueron un ejercicio de “defensa
de la democracia”.
¿Qué democracia se defiende cuando las balas que dispararon
las fuerzas del orden fueron necesariamente mortales? Es decir, no hubo
disuasión. La ocurrencia ha mostrado lo espeluznante que es cuando se
animalizan las órdenes y se convierten los sucesos en cacería mortal.
El gobierno de la señora Dina Boluarte podrá cambiar de titulares
en los portafolios que crea conveniente, la huella de los 28 muertos, será una
indeleble por siempre.
Cuando iban más de 24-26 cadáveres, el “mensaje” que recibí
de un intelectual me lo retrató en la miseria humana de su continente ruin:
“celebro el exterminio y brindo porque se repitan más de estas limpiezas con
esos terroristas”. ¿Cómo sabía que eran “terroristas” y por qué se congratulaba
por el exterminio de esos compatriotas?. No lo sé.
La historia es madre y maestra.
En los años 30, 40 y 50, si un gato era atropellado y moría
o quedaba muy mal, las versiones oficiales daban cuenta que era culpa de los
apristas. Si había una huelga, paro, marcha o protesta, era responsabilidad de
los apristas. Si se levantaba una población con armas y en franca rebeldía, era
porque los apristas lo habían hecho. Decenas, cientos y miles de afiliados de
esa colectividad política, partieron hacia tres rumbos: encierro, destierro o entierro.
El discurso tanático y vigente en el gobierno autoritario de
la presidente Boluarte presume que ellos encarnan la democracia y que entonces
la muerte violenta de 28 peruanos, es condición indispensable para escarmentar
a la gente, infundirle miedo y “normalizar” al país. Parecieran no darse cuenta
del oprobio que encierra su mensaje teñido de sangre.
Sostengo, lo afirmo y reafirmo: los violentistas persiguen
destrucción y muerte, cuanto más provocación y resultados con pérdida de vidas
humanas, serán “éxitos” para sus agendas disociadoras y criminales. Hay que
identificarlos, pescarlos in fraganti, aplicarles todo el peso de la ley y
apartarlos de dónde puedan carcomer cualquier edificio social.
Otra cosa diferente es disparar, matar y presentar luego eso
como “necesario” para “preservar la democracia” porque “eran terroristas,
comunistas, vándalos”. Ni siquiera se ha hecho la investigación, que acometerán
tribunales militares y ya están los alfiles siniestros de canal en canal,
diario tras diario y radioemisora tras radioemisora, mintiendo y embutiendo a
la población acerca de “esos malos elementos”.
No puedo dejar de constatar que hay estúpidos de muy altos
quilates en los pagos oficialistas. Lo que no alcanzo a comprender es si ellos
creen que más allá de nuestras fronteras ¿también hay retrasados mentales que
van a digerir semejante barbaridad? ¿Pretenden que ellos comulguen con aspas de
molino? (Que lean el Quijote de Cervantes –no es parlamentario ni periodista,
por si las moscas-).
Menester urgente es que se logre una dirección política
realista, sólida y nucleadora de los protestantes en todo el país. Los
mecanismos para el cierre del Congreso no están a la mano porque así lo prevé
la Carta Magna fujimorista de 1993. Por tanto, demandar esa anhelada clausura,
es un sentimiento formidable, justo, indignado pero poco realista.
Propender a exigir la realización de elecciones no para el
lejano abril del 2024 sino antes, mucho antes, sí es algo más prudente.
Pero, además hay que teñir a la protesta de literatura
razonada e informar al mundo en previsión que algún loquito fascista imponga su
criterio de fierro a fondo y ¡balas a granel contra los que muestren su rechazo
al oficialismo! Quien afirme que esto no es serio, hay que recordarle que ¡ya lo hicieron y por eso hay 28 muertes!
A los palafreneros macabros que hacen su agosto en los
miedos de comunicación hay que avisarles que dudosamente sus nombres serán
recordación digna. Por el contrario, son los heraldos negros que nos manda la
muerte, que nos cantaba el inmortal César Vallejo.
Fácil –y muy cobarde- decir cualquier cosa de los que ya no
pueden expresar nada en su defensa. Muy valientes, los que amparados en la
noche efímera del autoritarismo y abuso, se guarecen para evitar el repudio
público.
El pueblo es más sabio, que todos los sabios.