15-2-2008
La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima
56 Política chilena, 1881
Inmediatamente después de la captura de Lima, Chile se encontró con la
disyuntiva de: lograr la paz con las mayores ventajas y en el tiempo,
o dedicarse a saquear al Perú de todas las riquezas que le pudiera
arrebatar y al mismo tiempo destruirlo al máximo posible para que no
pudiera recuperarse ni en cien años. Esta última tesis estuvo
sustentada por el ministro Vergara y prevaleció, cuando vieron al
enemigo completamente inerme e incapacitado de continuar en la guerra,
al haber desaparecido el ejército organizado y carecer de escuadra,
tener cerrados todos los créditos, las riquezas básicas, como guano y
salitre, en sus manos y, aquellas complementarias, en especial azúcar,
se había comenzado a destruir sistemáticamente los trapiches y plantas
procesadoras, incluso el sistema de transportes debía ser destruido
antes de dejar el país y mejor aún, levantar todas las vías férreas
para instalarlas en Chile. El gobierno de Piérola mostró su total
incapacidad administrativa y guerrera y, al haberse refugiado en
Ayacucho, dejó de ser obstáculo a la depredación sistemática que
hubieron organizado.
Incluso, se planteó la posibilidad de anexar al país como una colonia
explotable en forma indefinida a muy pequeño esfuerzo pero con gran
riqueza por usufructuar, además, que todas las gentes maleantes,
indeseables y sobrante en Santiago y otras ciudades chilenas pasarían
a conformar la estructura administrativa del país conquistando,
llegando incluso a la administración de justicia por chilenos, así no
fueran magistrados, frente a la absurda reacción de la Corte Suprema
peruana de no actuar, por estar la ciudad invadida por el enemigo,
olvidando que la administración de justicia es uno de los pilares
fundamentales de la estructura del Estado y poco tiene que hacer con
la naturaleza o tipo de gobierno, por eso dejaron un profundo vacío
que alegremente llenaron los enemigos.
Chile se sintió tranquilo en su proyección, nadie lo apuró y por el
vencido ningún país reclamó. Ocuparon todo el litoral y controlaron
aduanas y navegación. Contrataron el guano y lo explotaron a su
capricho, incluso reconociendo los derechos esgrimidos por los
bonistas ingleses, que después de todo por ellos y para ellos habían
hecho la guerra y los británicos tenían derecho a recuperar sus
capitales y cobrar intereses además de utilidades.
Se adueñaron de la prensa, surgiendo periódicos chilenos como el
"Diario Oficial", "La Actualidad" y "La Situación", además de otros
como "El Orden", "La Patria" y "El Comercio", sin ninguna conexión con
el que se editaba en la calle de La Rifa y fundado en 1839. En mayo de
1881, Lynch dispuso que todos los editores debían ser chilenos y
cualquier publicación no autorizada recibiría severas sanciones y
castigos.
Se dedicaron a prostituir la administración pública al ser
considerada, por los chilenos puestos en ella, como medios de rápido
enriquecimiento, por lo cual hicieron florecer la corrupción y el
delito, ejecutado y permitido por la autoridad chilena, al ser ellos
los ejecutores, con ese motivo, el secretario de Lynch, Guerrero,
escribió a Eusebio Lillo, en marzo de 1882, carta que publica el
historiador Bulnes y tomamos de la trascripción que hace Basadre:
(177)
"Nuestra administración se está dando al diablo en Lima. Encuentra Ud.
en las oficinas una pila de siúticos (chilenismo que equivale a cursi
o huachafo) y de pillos que a todo trance quieren hacer fortuna. El
gobierno se deshace de ciertos hombres que le incomodan dándole algún
puesto por acá, sin consultar en lo menor sus aptitudes".
Aplicaron el sistema de cupos por el terror para costear los gastos de
la ocupación y llevarse la diferencia, para lograr el pago de las
cantidades fijadas, como que a Lima y Callao, le fijaron un millón de
pesos de plata, pagaderos entre cincuenta notables a razón de 20,000
por cada uno y de no cumplir, su propiedad sería destruida por el
equivalente a tres veces la cantidad no entregada. Además de los
cupos, impusieron impuestos a su antojo.
En lo diplomático Chile siguió cortejando a Bolivia ofreciendo
compensar la pérdida de Antofagasta con territorios peruanos como
Tacna y Arica y tuvieran salida al mar. Esa fue también una razón para
no apresurarse en materializar la paz con el Perú.
Cuando los chilenos apreciaron que la ocupación comenzó a tener
dificultades al organizarse fuerzas de resistencia en la sierra,
decidieron salir a combatirla, dando inicio a la campaña de La Breña
en abril de 1881. La resistencia encontrada en un enemigo que rompió
los planteamientos de la guerra convencional, al combatir apoyado en
la naturaleza del terreno y emboscar a las tropas chilenas y, que esos
encuentros causaban heridos y muertos; que la primera expedición de
Letelier fue un fracaso y por el contrario las fuerzas de la
resistencia incrementaron en número y efectividad, determinó que el
gobierno de Chile comenzó a cambiar de parecer y realmente pensar en
negociar la paz, sobre todo cuando descubrieron que Cáceres era un
contendor al cual no podían doblegar incluso con insidia y crimen
premeditado. El Brujo de los Andes se les escapaba sin poderlo
aprisionar o destruir. Pese a los contratiempos y reveses siempre
logró recuperarse y formar nuevos soldados para continuar la
resistencia que parecía no tener fin. Y Cáceres fue el dique que
cambió los designios de la política chilena. Así mismo en Chile
comenzaron a levantarse rumores y protestas para que la guerra
terminara. El paseo fácil había terminado pero la cadena de muertos
continuó; además, la posición del país se volvió inestable en su
política internacional, pues fuera de su mentor, financiador e
impulsor, Inglaterra, ningún otro país apoyó la continuada subyugación
que Chile hacía al Perú.
El otro factor determinante del cambio de actitud del gobierno de
Santiago, fue la política establecida por el nuevo gobierno del
presidente Garfield y su secretario de Estado Blaine, quienes, con
gran visión panamericanista y de respeto a la integridad territorial
de los países, plantearon que, en la guerra del Pacífico, debía
lograrse la paz, pero sin cesión territorial. Ese planteamiento
enajenó al gobierno de Chile, llevándolos a la búsqueda de una salida
que les permitiera quedarse con los territorios ambicionados y ya bajo
su dominio, como Antofagasta y Tarapacá y, de ser posible Arica y
Tacna, dándose la casualidad (?) y sin razón aparente, que el
presidente norteamericano fue asesinado a los pocos meses de iniciado
su gobierno cuando aplicó la nueva política de no aceptar despojos
territoriales, por eso, Chile logró imponer sus designios
expansionistas cimentados: en los triunfos obtenidos y, la muerte del
presidente Garfield de los Estados Unidos.