Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
1-6-2023
¡Urgente revolución moral!
https://senaldealerta.pe/urgente-revolucion-moral/
El intríngulis borrascoso del Perú de nuestros días es, qué duda
cabe, moral y no político.
No hay país que pueda impulsar una velocidad de crucero en su devenir
como colectivo social si carece de líderes y ejemplos.
En nuestra administración pública hay sociedades de hampones de
saco y corbata, uniforme y traje.
El 90% de las arquitecturas teóricas con ideologías tal o cual,
han fracasado ante la coima, la claudicación, la mala fe, la perenne vocación
para depredar el dinero público. Y tirios y troyanos, de todos los grupos
políticos estuvieron y están en la colada.
Cientos de estudios, libros, consultorías, describen con detalle y
mecánica cómo funciona la corrupción. ¿Por qué, entonces, no puede Perú
librarse de esa plaga y trabajar con limpieza y honestidad?
¿Cuántos son los procesos administrativos por corrupción en las
entidades públicas del Estado?
Más interesante aún ¿cuántos funcionarios de culpas evidentes y
probadas han dado con sus huesos en la cárcel, devuelto lo robado y prohibidos
vitaliciamente de contratar con el Estado?
Casi nunca hay mayor conocimiento en los extramuros de qué ocurre
en las empresas públicas. Es un blindaje que hace daño al país.
Si la ciudadanía conociera la foto de los cacos que trabajan en la
burocracia estatal, ya sabría que con esa clase de elementos no se puede contar
para absolutamente ¡nada!
Quien le roba al Estado, no es un delincuente cualquiera, es un
vil depredador del dinero del pueblo.
¿Cuál es la vocación de no pocos servidores públicos cuando llegan
a un puesto de funcionario? No hay que dar muchas vueltas para responder:
servirse de la entidad y enriquecerse lo más rápido posible.
¿Hay equilibrio entre las posesiones inmobiliarias, signos
exteriores de riqueza, artículos suntuarios que poseen algunos burócratas y el
sueldo que ganan del Estado?
¿Se ha hecho alguna auditoría pública, descarnada, fría y
profundamente analítica?
Quien llega al Estado, presidente, congresistas, alcaldes,
munícipes, gobernadores, debe presentar declaración sagrada de su riqueza. Y no
puede tener más, cuando termine su mandato, porque eso significaría que dedicó algún
tiempo a robar desde arriba.
El tráfico de influencias tiene en Perú volúmenes enteros de
fórmulas, secretos, llaves y códigos, todos productivos.
¿No tuvimos un ex presidente cobarde que se compró un departamento
por 1 millón de dólares con préstamo de una universidad privada?
El caso de los estudios de muchos hijitos de ex presidentes es
revelador: ¿cómo sufragaron esos costos que son altísimos?
Los funcionarios públicos, en empinado porcentaje han adentrado la
mala lectura que sus responsabilidades pasan por enriquecerse de modo directo.
O indirecto. Y las coimas van a paraísos fiscales y a nombre de terceros o
cuartos.
Testaferrato que le llaman.
¿Cuántas escuelas para profesional de la administración pública
hay en Perú?
Los clubes electorales, mal llamados partidos políticos, tienen
academias donde aprenden a manejar todas las técnicas de cómo asaltar locales,
hacerse del dinero, no rendir cuentas y a mostrar los dientes si perciben
alguna amenaza a su status quo delictivo.
¿No hemos visto cómo gavillas de tahúres y desclasados, se han
disputado el local y edificios del viejo partido de la Av. Alfonso Ugarte?
¿Quién tenía la razón, los unos o los otros? ¿O todos son variaciones perversas
del entretenido arte de la monra y la delincuencia?
Por tanto, una gran revolución moral y lo que ella implica, una
reeducación integral y radical de los que van a guiar al país, requiérese con
suma urgencia.
Hemos perdido algo más de 200 años y los resultados no pueden ser
peores: caricatura de país, mamarracho de burocracia sin identidad ni clase o
calidad, políticos animales ineptos para entender su mediocridad. Estaciones
vergonzosas de una relación que no acaba nunca.
En este mundo al revés que es Perú sin refutación posible, los que
están en el periodismo tienen la tarea obligatoria de contribuir con crítica,
información fundamentada y realismo. Un país no se hace por arte de
birlibirloque.
La revolución moral que Perú necesita tendrá que reescribir la
historia nacional; tirar a la basura los mitos y heroicidades que cubren muchas
cobardías y traiciones y, sobre todo, cuestionar a todos esos dirigentes que se
volvieron ricos y “fundaron” dinastías de “notables” y “ciudadanos”
privilegiados.
Cruzar esa línea es imprescindible.