Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
30-9-2024
¡Líderes siempre a la cabeza!
https://senaldealerta.pe/lideres-siempre-a-la-cabeza/#google_vignette
El líder o adalid
debe estar uno o dos pasos adelante que sus dirigidos, tiene la misión de
diseñar el plan de trabajo, animar a los menos entusiastas y mantener una
conducta, en lo público y privado, de acuerdo a los nobles fines constructivos
de sus metas.
El cabecilla,
producto de la vileza, el cambio de credenciales, el soborno de los votantes y
quienes han hecho de la política, vil negociado culpable, podrá ostentar el
membrete pero provoca el desprecio de las masas que los llaman rateros e
impostores.
Los apóstatas pueden
manejar los logotipos, saquear las cuentas corrientes, vender terrenos a precio
vil y en operaciones clandestinas, pero su arrastre en las urnas es mísero y
desaparecen por el voto de castigo que así sanciona a los sinverguenzas proditores
a las ideas y conductas de los fundadores.
¿Qué diferencia al líder del adláter o seguidor común y corriente?
Tengo la viva impresión que el adalid siempre sonríe, piensa y mira al horizonte.
Hacer y organizar son columnas de su pensamiento y, sobre todo, es un ser ético
que NO roba dinero o bienes ajenos y que tampoco estafa la fe del pueblo. Los
grandes capitanes del pueblo, en el ámbito en que se desempeñen, como
dirigentes o gerentes, carecen del "derecho" al pesimismo.
Una leyenda urbana, convenientemente instalada por los
intelectuales a sueldo o a la carta, predica que los peruanos son pesimistas y
grises en sus definiciones. Probablemente sí que están muy desinformados porque
los miedos de comunicación obsequian basura como “noticia” y crímenes como pan
de cada día.
En Perú todo está a medio hacer, incompleto, imperfecto,
improvisado. El atolondramiento del que hablaba Basadre, es decir ese llamado
voluntarismo, sólo ha producido dilaciones, malos humores, robos al por mayor y
estafas al pueblo durante toda nuestra historia.
Delincuentes en la cosa pública, por generaciones, han forjado
un Estado servil para con el mandato de los poderosos y obsecuente con quienes
pagan sus impuestos para mantenerlo. La gran contradicción es mostrada como
"normal" por los miedos de comunicación que embrutecen al lector,
televidente u oyente vía los ríos de sangre que propagan durante las 24 horas
del día y así en el decurso de meses y años.
El líder debe sonreír y mostrar a sus dirigidos que los
problemas se superan con inteligencia, denuedo, constancia y profunda honradez.
Quien está acostumbrado a engañar, al timo y a la irresponsabilidad de musitar
medias verdades, no es líder, es simplemente un ratero de baja estofa.
Para hacer política no es necesario robar, transitar por los
derroteros culposos de la coima ni el conchabo que edifica asociaciones
ilícitas para esquilmar al Estado o al prójimo. Debe recordarse que aquél es
una convención ciudadana, una herramienta para cualquier gobierno y que su
definición torna fundamental para saber qué clase de Estado o Estado de qué
clase queremos. Mostrar indiferencia frente a la concepción del mismo, es
regalar la presea en bandeja de plata a quienes creen en el Dios mercado y a su
asignación "automática" de recursos.
¿Es posible ser honrado en la cosa pública en Perú? Una
simple revisión de las principales entidades estatales nos daría un dictamen
abominable. Encontrar funcionarios honestos es casi una aventura porque o roban
o dejan robar o se hacen de la vista gorda ante saqueos que malgastan el dinero
del pueblo.
Los poemas o discursos para las tribunas encandilan y su
embrujo dura apenas pocas horas. Para ganar votos se promete hasta viajes a
Marte, pero una vez en el gobierno todo entra en "revisión".
Imposible descartar los estímulos dinerarios para tal o cual propósito
inconfesable. ¿No sería interesante el paredón de fusilamiento para los
timadores profesionales?
¿No estamos descubriendo en las expresiones de un
delincuente que fungía de comediante, una inmensa red de negociados y
suciedades que involucran a jueces, fiscales, funcionarios públicos y al medio,
una olla hirviendo de dólares como pago a intercambios ilícitos?
¿Qué hace el empresariado, sólo paga coimas o no entiende
que luchar en la cosa pública es parte de su ejercicio ciudadano? No hacerlo es
obsequiar el país a los delincuentes, con y sin saco y corbata.
El liderazgo auténtico requiere el mantenimiento perenne de
conductas éticas tanto en la cosa pública, como partidaria o empresarial. La
sonrisa, el optimismo constructor, el entusiasmo edificante que amalgame
voluntades que griten al unísono por la conquista de sus ideales, una tarea
imprescindible y a la que no pueden renunciar quienes deben estar a la cabeza y
en la primera fila de la responsabilidad en la marcha por las calles, en el
micrófono de la tribuna parlamentaria o en el Ejecutivo en Palacio.
A todos hay que tomarles cuenta o jubilarlos anticipadamente
y de por vida si meten las garras en los bolsillos de la Nación.