Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
22-6-2021
¡Sólo hay buenos o malos dirigentes!
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Las masas no son buenas ni malas. Sólo hay buenos o malos
dirigentes afirmó el pensador peruano Víctor Raúl Haya de la Torre. Si los “líderes”
son miopes y mediocres, paporreteros y bufonescos, los resultados de cualquier
coyuntura estarán garantizados por el ridículo y la ineficacia.
Hasta en los grupos de Zoom que reúne a cofradías no siempre
serenas o capaces de remontar el cliché estacionado en el ayer, siempre se
requiere de una amplitud de pensamiento capaz de entender que no hay verdades
inmutables o definitivas. Todo cambia, pasa, evoluciona, se contradice o entra
en evoluciones abstrusas.
Grupos de forajidos han inventado “fraudes en mesa” sólo para
cohonestar un comportamiento bárbaro, salvaje, profundamente antidemocrático.
Sólo hay reconocimiento de lo que dicen las ánforas si estas favorecen al zafio
y logrero y cuyos antecedentes son delincuenciales y antipatrióticos.
Y ¡lo que es más ridículo! decenas de militantes de otrora
partidos más o menos importantes hoy se pliegan a grupos hechizos que defienden
el blindaje que da la administración en Palacio y para evitar una carcelería
que parece inevitable en condiciones más o menos normales.
El lector se preguntará ¿es Perú un país normal? No pocas
veces hemos lanzado la sátira que aquí llueve para arriba. Y si hay reglas o
leyes, de inmediato el gángster inventa cómo socavarlas o anularlas. En lugar
de perfeccionar los instrumentos legales para pulverizar al corrupto, hacemos forados
y aniquilamos cualesquiera espíritu de justicia.
Los malos dirigentes son alérgicos a la lectura crítica;
hablan de oídas, son devotos de las “bolas” y el chisme preside su menú
cotidiano. Cuando no ha hecho negociados siendo alcalde, presidente regional o
parlamentario, forma parte de turbas urbanas capaces de vivar a cualquier
ciudadano semi-analfabeto que se ponga, por audaz y aventurero, al frente de alguna
bravata propia de iletrados.
Nótese cómo han rebrotado de sus ataúdes decenas de cadáveres
huérfanos de votos pero sí traficantes de influencias y en nombre de encopetados
estudios abogadiles que han institucionalizado su rol de mercenarios de cuello
y corbata.
Los pésimos adalides son adeptos de la cosa común, no
escudriñan en la realidad cambiante ni son capaces de pensar que pueden estar
incurriendo en yerros clamorosos. ¡No, de ninguna manera! Tercos, tozudos, son
los típicos cabezas duras a los que ningún rayo de inteligencia puede iluminar
decorosamente.
No son las masas, colectivas muchedumbres que también votan
con los pies cuando se las convoca en justa protesta por la justicia de sus
reclamos, sino los adocenados dirigentes los responsables de una situación
política gris y endiablada.
Es hora de comprender que la cancelación de los intrusos en
la cosa política ha llegado y de manera atolondrada como casi todo en el Perú.
A pesar de ellos hay que impulsar los vientos de renovación.
Repitamos: no hay buenas ni malas masas, sólo hay malos o buenos
dirigentes.