por Herbert Mujica Rojas
22-1-2008
Feracidad creadora de Félix Calderón
Raros son los casos en que un embajador, a la par de sus múltiples
actividades institucionales, prodigue excepcionales esfuerzos a la
creación intelectual. El diplomático Félix C. Calderón, nuestro
representante en Sudáfrica, presenta mañana miércoles el tercer tomo
de su meticulosa, feraz y feroz por detallista, investigación sobre
Las veleidades autocráticas de Simón Bolívar. En la Universidad
Ricardo Palma y a cargo del maestro Vicente Ugarte del Pino, nacerá el
capítulo Descodificando la creación de Bolivia, que sucede a La
fanfarronada del Congreso de Panamá (tomo II, 2007) y a La usurpación
de Guayaquil (tomo I, 2005).
Simón Bolívar, en el ADN espiritual peruano, y por el martilleo
repetidor de fábulas y mitos, es casi un dios intachable. Pero en el
prólogo que hiciera el desaparecido ilustre Alonso Benavides Correa al
libro príncipe de la serie de Calderón, escribió con pluma afilada lo
siguiente: "Bolívar –el guerrero, el hombre de salón, el orador, el
escritor, el político, el estadista, el legislador- no amó al Perú." Y
la lectura, monumental, puntillosa, polémica, formidable, de lo
escrito por el embajador Calderón, así lo confirma.
Importante es, para evitar dislates tan usuales en lectores
apresurados y poco serios, recordar que Bolívar alentó y celebró la
yugulación de Guayaquil del Perú. Además, se constituyó en dictador
mañoso y caminó por enjuagues de los que decía estar lejano, pero
contó siempre con un enjambre de áulicos funcionales encargados del
juego subalterno. Declaró la guerra al Perú, dijo cosas que
dudosamente podrían pasar como demostraciones de afecto o amor a
nuestra nación. Por último, dejó las piedras fundamentales de lo que a
posteriori ha constituido el detonante, en el sur, de los problemas
limítrofes, guerreros y fatídicos con Chile, que hasta 1879, carecía
de frontera con Perú.
Y en palabras del propio Bolívar, haciendo recensión literal de sus
cartas que con manía grafológica hacía transcribir a sus numerosos
ujieres-secretarios, el venezolano, da cuenta, a veces en forma
contradictoria, de múltiples sucesos que historiadores de alquiler han
acomodado para engrandecer el mito impoluto –según ellos- de una
persona con megalomanía aguda. Bolívar fue tan solo un hombre, con
rasgos de inteligencia superior y entendimiento profundo del alma
humana y por eso su imperio enérgico sobre seres y temas. No pocas
veces, anota Félix C. Calderón, hasta parecía prever el futuro y
armaba con lógica perversa las excusas que podían favorecerle en no
pocos sucesos.
Perú no es un país muy grato con sus escritores. Las más de las veces
los ignora por pura pereza y falta de creatividad. Aquí los genios se
fabrican a punta de propaganda en los diarios y vale más que la
ciencia estudiada, un buen pariente, un lazo por matrimonio o
adulterio, con dueños de medios de comunicación. Obvio que de por
medio hay también pingues convenios económicos que necesitan vender
adefesios a los que llaman libros y de los que hay propaganda intensa.
Este es un caso distinto.
Merced a sus propios fondos, cuidadosamente destinados al propósito
inequívoco de la investigación, el embajador Calderón ha sacado,
contra viento y marea, una portentosa producción que se acerca ya a
los diez libros en los últimos 7 años. El promedio le evidencia en su
rapidez y buida pluma. Ha hecho análisis que merecerían reediciones
para ilustración de escolares, universitarios, empresarios, políticos
y público en general sobre álgidos capítulos como son los contenciosos
limítrofes con Ecuador y con Chile. El Tratado de 1929. La otra
historia, sobre la difícil vecindad con el país del sur, es
probablemente, el mejor tratado que en torno a ese urticante acápite
se haya escrito en la historia del Perú. Bien haría el ministerio de
Educación en aprehender la urgente necesidad de tener un manual como
aquél, en estos días.
Este modesto artículo pretende significar un homenaje al esfuerzo
solitario de un peruano con pruebas de amor por la patria y de cuyos
testimonios hay hitos en forma de artículos poderosos y motivadores de
polémica y la real politik. Cuando la orfandad intelectual, parecía
apoderarse de Torre Tagle, el ejemplo de Félix C. Calderón, otorga la
posibilidad de creer que está invicta la savia creadora, el elan
luminoso, la tea incandescente en esa institución.
Perú puede enorgullecerse, en la figura de uno de sus hijos, muy
mucho, porque así debe premiarse lo que es un esfuerzo individual para
el colectivo de la nación.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
Lea www.redvoltaire.net
hcmujica.blogspot.com
Skype: hmujica