El Perú serrano vino a menos. Fue campo de explotación, lugar de esclavitud
por Víctor Raúl Haya de la Torre
29-7-2021
Por la Emancipación de América Latina*
Ed. Gleizer, 1927, pp. 91-105
LA REALIDAD
DEL PERU
(Carta a Julio R. Barcos, Buenos Aires)
(1925)
Mi querido compañero y amigo:
En uno de los últimos números de "Verdad", el
valiente órgano de los maestros dignos de la República Argentina, he leído un
artículo de usted que se refiere a la situación dolorosa del Perú. Alude usted en
él a las sospechosas defensas que el ex anarquista Lugones hace de la
sangrienta tiranía de Leguía, y dice usted, con razón, que es el Perú uno de
los países
más desgraciados de América latina. Así es, efectivamente.
Pero las desdichas del Perú son viejas, son tan viejas
como la conquista de España (1), que llevó en nombre de Dios y del rey los
métodos más feroces de esclavitud y de exterminio. Como fueron el Perú y México
los centros de la América indígena, fueron también los centros de la América
colonial. Pero la colonia peruana difiere mucho de la colonia mexicana, donde
quedó siquiera el intento de una cultura. Al Perú, los españoles no le han
dejado nada. Usted ha visto lo que es Lima colonial: una ciudad de adobe que
subsiste porque no llueve. México es una magnífica ciudad de piedra y cada uno
de sus grandes centros:
Puebla, Guadalajara, San Luis, Querétaro, etcétera, ofrecen
los restos monumentales, incomparablemente superiores a los nuestros, de una
época, que si bien fue de esclavitud y de explotación brutal, lo fue también de
esfuerzo constructor, de disciplina y de aliento. Yo me permito creer que la
conquista de América nos fue contraproducente. Creo aun más, que nuestros imperios
avanzados indígenas (1) habrían podido completarse con la civilización
occidental, aprovecharla y fortalecerse con ella, conservando sus sistemas
tradicionales,
como ha ocurrido con el Japón, por ejemplo. Pero como
no es hora de detenerse en este punto, lamentamos el hecho de la conquista, convencidos
de la ferocidad española al realizarla. Prefiero a Cortés que a Pizarro y creo
que cupo a México más fortuna en su
esclavitud que al Perú.
Y me he remontado hasta tan lejos, porque el conquistador
español, el esclavizador, el opresor, el tipo frío, egoísta, sin sentido humano
y sin piedad, lo tenemos en casa aún. En México se han fundido las razas y la
nueva capital fue erigida en el mismo lugar que la antigua. La ciudad de México
y todas sus grandes ciudades están emplazadas en el corazón del país, en las
montañas, sobre las mesetas altísimas que coronan los volcanes. La costa
mexicana tropical sirve para comunicarse con el mar. El conquistador de México se
fundió con el indio, se unió a él en el propio corazón de sus sierras y forjó
una raza que aunque
no sea absolutamente una raza en el estricto sentido del
vocablo, lo es por la homogeneidad de sus costumbres, por la tendencia a la
definitiva fusión de sangres, por la continuidad sin soluciones violentas del ambiente
nacional. En el Perú no ocurrió eso. El Perú serrano e indígena, el verdadero
Perú, quedó tras de los Andes occidentales. Las viejas ciudades nacionales: Cuzco,
Cajamara, etcétera, fueron relegadas. Se fundaron ciudades nuevas y españolas
en la costa tropical donde no llueve nunca, donde no hay cambios de
temperatura, donde pudo desarrollarse ese ambiente andaluz,
sensual, de nuestra capital alegre y sumisa.
El Perú serrano vino a menos. Fue campo de explotación,
lugar de esclavitud. Ahí imperó el feudalismo que importó España, desbaratando
todo un sistema de socialismo casi perfecto. El indio que había vivido en la gran
comunidad de su imperio, fue de pronto convertido en esclavo. Millones de esos
seres murieron en los huecos de las minas que habían de dar el oro a los
señores insaciables (1). La colonia no tuvo piedad para con ellos: les
despreció, les robó y les asesinó (2). No intentamos fundir raza alguna. Cuando
en la costa no se pudo obligar al indio de la sierra a trabajar, bajo el sol
implacable de los valles hondos, se importó al negro. Pero el indio siguió
siendo el esclavo del blanco, y lo singular, en el Perú, es que esa esclavitud continúa
(3). La independencia fue para nosotros un movimiento engañoso (I) . Nuestros
verdaderos proceres de la Libertad fueron los Tupac Amaru (2), los Pumacahua,
porque son los precursores de la libertad del indio. El indio, antes y después
de la independencia política, ha continuado sin cambio alguno. Es siempre
esclavo, carne de cañón. Fue arrastrado a la guerra de la independencia como
fue arrastrado a las guerras
civiles, como se le llevó a la matanza de la guerra con
Chile. Pero el indio, que no habla español en su mayor parte, obedece bajo el
terror, y ya don Ricardo Palma contaba que cuando la guerra del 79 repetía que
iba a matar "al señor de Chile" (1). Y es que durante la colonia como
en la república, el anhelo de libertad del indio ha sido uno solo. El indio ama
una libertad efectiva, el indio quiere la reivindicación
de su tierra y desde hace cuatrocientos años se levanta, se insurrecciona, se
deja matar por centenares, luchando en nombre de su hambre y de su tradición contra
el feudatario que le oprime. Ese es su patriotismo, porque
esa es su justicia.
Pero contra el indio estuvieron los españoles de ayer y
de hoy. Las castas que se han sucedido en el poder, en el Perú, llevan a gala
mantener la tradición heráldica. Condes y marqueses, por sangre o por espíritu,
se han sucedido en el poder en el Perú desde hace muchos años. Nosotros tuvimos
como prohombres un señor Piérola (2), que soñó con ser emperador o, por
lo menos, usó un casco imperial, llamándose
"dictador y protector de la raza indígena", mientras las tropas chilenas
avanzaban triunfal y fácilmente sobre Lima. Ese señor Piérola, aristócrata hasta
la médula, autoritario y vanidoso, fue jefe del partido "demócrata". El
jefe del partido "civil" fue don Manuel Pardo, expresidente de la
república, y el mayor de sus hijos lleva un título de marqués de Fuente
Hermosa. Un hermano de ese individuo ha sido dos veces presidente del Perú, por
derecho hereditario. El señor Leguía es marqués de Haro, por derecho y por
espíritu. El señor José de la Riva Agüero y Osma es el presidente del partido Nacional
Democrático, en el que milita una serie de señoritos aristócratas, letrados de
oficio: Belaundes, Miró Quesadas, Lajaras, etcétera. Ese señor Riva Agüero, que
es el jefe de un partido por fortuna abortado, ha pagado casi cien mil pesos en
España por la revalidación
de un título de marqués que ahora usa con femenina
coquetería en Madrid.
Pero no sería nada que cuatro o cinco tipos llevaran títulos,
si no fuera lo más grave que todo individuo militante en la política burguesa,
ya sea liberal o conservador, anhela tenerlo. La preocupación aristocrática constituye
en el Perú un afán primordial, que poco significaría si no respondiera a un
espíritu de infinito desprecio para el pueblo, de crueldad para con el humilde
y de absoluta inmoralidad para defender situaciones económicas que permitan el
espejismo de gran señor.
Nuestra literatura, nuestras ciencias, nuestra política,
gira en ese ambiente. Todo se hace, en Lima, en camarillas y cenáculos.
Nuestros literatos tienen un admirable ejemplar representativo en Chocano. D.
Manuel González Prada fue, naturalmente, una excepción luminosa, pero a
González Prada le calumniaron, le hicieron el silencio, le combatieron con esa sordidez
jesuítica en que son expertos los limeños de "familia distinguida".
En la Universidad Mayor de San Marcos, la más antigua de América, está la suprema
representación de los intelectuales del país. En 1919-20, los estudiantes
hicimos la revolución universitaria y echamos a dieciseis catedráticos. No
echamos a más porque habríamos dejado a la Universidad con uno o dos. Pero la
mayor parte de ellos lo merecían, desde el rector de entonces, un señor Prado,
hijo de un célebre gobernante cuando la guerra con Chile, que escapó de la
presidencia de la nación en plena lucha (1)
Ese señor Prado (hijo), que pronunciara discursos de los
que no queda nada, fue consagrado en el Perú como la más alta figura
intelectual. Usted puede buscar un libro de tal altísima personalidad.
Encontrará usted que no hay nada de fundamental. Ediciones lujosas, lugares
comunes solemnemente repetidos, citas de autores, palabrería vacía y tonta.
Pero el señor Prado tenía un museo, que por derecho es de la nación, y cuatro
millones de soles doraban su figura aristocrática. Desde el rector, pues, la
Universidad de San Marcos era y es hasta hoy, en su mayor parte, una institución
anquilosada, convencional, envejecida. Tener un nombre
y dinero o someterse al cenáculo que ahí domina, es
quedar consagrado. Un señor Miró Quesada, por ejemplo, es profesor de
pedagogía. Yo no he oído jamás disparatar con más cinismo acerca de pedagogía.
A medida que estudio y oigo en Europa lo que es la pedagogía como ciencia, me
convenzo mejor de que, a pesar de ser un simple alumno en 1923, hice bien en
decirle en la cara a aquel señor Miró Quesada que era un ignorante. Usted,
técnico en la materia, podría comprender cómo en el Perú basta ser
copropietario del más grande y antiguo diario "civilista" para que
una cátedra delicada, en un país sin movimiento educacional, pueda ser conferida
a un "fifí".
Por eso el movimiento intelectual del Perú es un movimiento
de plañideras. A don Ricardo Palma, que tuvo gracia y certeza auténticas en sus
pinturas coloniales y que, en mi modesto concepto, es el más grande ridiculizador
de la época, porque, del virrey al paje, todo cae bajo su punzante ironía, le
ha sucedido una serie de cantores del pasado. En Lima, o se canta a
la novia o se canta al virrey. Todo es hispanismo, colonialismo
y lamento. La tradición es la colonia. Apenas ahora hay quienes intenten buscar
en el acervo inmenso, fuerte y puro del incasismo (1) En las últimas fiestas de
Ayacucho, hechas con un empréstito que el pueblo pagará al imperialismo yanqui,
Lima se ha divertido en verdadera orgía de cabaret. El campo de Ayacucho está
en la sierra. El teatro de la guerra de la independencia son los Andes. Pero el
desprecio por la sierra es absoluto. Además, aquellas regiones abandonadas, habitadas
por indígenas esclavos vestidos de harapos, no ofrecían espectáculo propicio al
ambiente de carnaval que se quiso dar a la solemnidad. La "aristocracia"
limeña buscaba divertirse y engañar a los bien comidos invitados extranjeros
con el espectáculo de un Perú feliz, monumental y alegre, bajo la mano de un
tirano que tan lealmente representa su espíritu.
Porque, he de repetírselo a usted, Leguía representa el
conservadorismo o "civilismo" limeño y es su más leal sostenedor. No
se diga que cómo es posible que haya algunos señores aristócratas desterrados,
para demostración de lo contrario. La clase dominante del Perú es una, dividida
en oligarquías o grupos, porque el presupuesto nacional no alcanza para que
todos convivan. A medida que ha transcurrido el tiempo, la clase dominante se
ha multiplicado. Por eso luchan entre sus diversos grupos por el poder (1).
Pero no hay
diferencias ideológicas ni de clase entre los jefes de
los diversos grupos: un Leguía, un Pardo, un Riva Agüero, un Prado, un Benavides,
un Villarán, un Miró Quesada, son lobos de la misma camada. Católicos "gamonales",
capitalistas, burgueses, absolutamente burgueses, nada los diferencia. Además,
todos han actuado juntos y todos están unidos entre sí, directamente o
indirectamente, por lazos familiares y económicos. En su lucha entre unos y
otros, se usan de métodos más o menos violentos, pero, en el fondo, todos ellos
representan la casta conservadora, la clase de los grandes explotadores, la
neo-nobleza española, extranjera, desdeñosa de nuestra realidad, dispuesta a
seguir en la obra de explotación y de exterminio del pueblo que les soporta. En
cuestiones elementales como la agitación chauvinista contra Chile, todos están
en idéntica posición. Luchan cada cual por declararse más "patriota".
Los grupos de literatos o de periodistas que rodean a cada uno de estos
caciques, gritan también su odio a Chile, y entre Leguía y ellos no hay sino
una palabra de insulto y agitaciones: chileno. Leguía los llama chilenos, y
viceversa.
En cuestiones sociales, todos son reaccionarios. Todos
son o grandes señores feudales, o capitalistas, o subditos de unos y otros. Los
problemas fundamentales de la nación: el del indio, que es el de la tierra y que
es, a su vez, el de nuestra base económica, no ha sido jamás tratado. No ha
habido un solo gobernante que se haya conmovido ante el horror de la situación del
indio. El gamonalismo es, en el Perú, un crimen organizado y legalizado. Yo he
vivido ocho meses en el Cuzco, conozco Cajamarca, Apurímac y otros puntos de la
sierra peruana. Usted no puede imaginarse los horrores que allí se cometen. He
visto indios con
las carnes tajadas por las vergas con que les azotan. En
un resumen que publicara la Biblioteca Europea y Asiática de Suiza, hago un
relato de mis recuerdos, de lo que yo he visto en la sierra peruana. Hualpacaldo
(caldo de gallina) le llaman al látigo los gamonales. Con él destrozan las
carnes de esos desgraciados. Les matan, les roban, les incendian las chozas,
les violan las mujeres y las hijas con una frialdad sin paralelo. Pero el
"gamonal" es el diputado, es el senador, es el ministro, es el
presidente. Cuando pasé por Tumbes, supe que en la hacienda costeña de
Plateros, de que es propietario Leguía, se castigaba a los trabajadores poniéndolos
desnudos, atados, con las espaldas al sol. Tumbes está en el trópico. Aquellos
suplicios son bien conocidos en la costa y sierra del Perú.
Y esto no es de ahora; es el terror que domina desde hace
mucho tiempo. Las masacres de indios, las masacres de obreros, se han realizado
en el Perú bajo todos los gobiernos, desde aquel teatral de Piérola, que se
había hecho llamar, cínicamente, "protector de la raza indígena" (1).
Por eso es que nosotros estamos desterrados; porque hemos gritado contra tanto horror.
Nosotros no estamos desterrados por líos de camarillas. Esta nuestra generación
ha despertado de su sueño y de su borrachera de patriotismo y de frivolidad para
ver bien en las entrañas de nuestra realidad. Ya se acabaron en el Perú las juventudes
doradas engañosas y consagradas, con aquello del señor de la Riva Agüero,
marqués y jefe de un partido de
señoritos, serviles al pasado, afeminados y ventrales.
El gesto postrero de esa generación fue dado por un señor Belaunde, que trató
de arrastrar a los estudiantes, en 1921, a un ataque contra Leguía, en nombre de
la defensa del poder judicial; es decir, defender al ladrón contra el bandido.
El poder judicial, en el Perú, es lo más corrompido que puede darse (2). Las
palabras seniles y cínicas del presidente de la Suprema
Corte, dichas a Leguía, sintetizan bien el grado de moralidad de aquella gente:
"Vuestras dotes como mandatario que honran a la república y que admira la América
entera". Pues bien; a ese poder judicial de donde han salido en todo
momento los ministros de gobierno, ejecutores de crímenes políticos, quería defender
el famoso Belaunde. Por fortuna, de aquel movimiento no queda nada. Con él
termina esa generación joven de la burguesía que significaba el peligro de la resurrección
de toda vieja casta. El Perú va buscando ahora su propio camino. Leguía está en
el poder, sobre todo, porque un instinto del pueblo le obliga a quedarse con el
tirano antes que reemplazarlo con otro. En el tablado político de la clase
dominante no hay más hombres. Todos son viejos, todos son malos, todos tienen
ansias de poder, sin más visión que sus apetitos. El país espera una
renovación. El Perú se prepara a redimirse definitivamente. A redimirse no sólo
del tirano, sino de la clase que él representa; a redimirse de la opresión y a
cumplir al fin la justicia de cuatro millones de esclavos. Por eso no importa
que el señor Leguía haya dicho a su agente en Buenos Aires don Leopoldo Lugones
(I) , que la propagación de nuestras doctrinas revolucionarias significará la
destrucción de la nacionalidad y hasta la lucha de razas. Para Leguía, la
nacionalidad es el horror de la situación del Perú actual. Pero este
pensamiento de Leguía pertenece a todos los hombres del Perú
"distinguido". Usted verá que el día que suene en el Perú la hora de la
reivindicación del pueblo, de la redención del indio, de la verdadera
revolución justiciera, se unirán automáticamente los encarnizados rivales de
hoy. El señor Leguía, si es que para entonces vive, será el "leader" común.
"¡La nacionalidad en peligro!", será el grito hipócrita de todos los
grupos que ajustarán la solidaridad de clase. Ya no habrá tapujos; la lucha
será clara, entre el minúsculo grupo de familias que explotan al pueblo del
Perú y forman la clase dominante y el pueblo que lucha por su libertad.
Entonces los señores Pardos, Aspíllagas, Prados, Benavides, Riva Agüeros,
etcétera, formarán un solo bloque, serán el bloquede la burguesía, de los grandes
propietarios, de la reacción, en alianza con el imperialismo yanqui.
Nuestra lucha no es, pues, únicamente contra Leguía; nuestra
lucha es contra la clase que, dividida o no, es la que oprime y vende al
extranjero el pueblo del Perú. Por eso se nos ha desterrado a los que encabezamos o
iniciamos ese movimiento social, con el beneplácito
de todos los sectores conservadores, aun los de la
oposición transitoria actual. Pero aunque el enemigo es fuerte, nosotros hemos
de seguir siempre adelante. Es cierto que una gran parte del pueblo no comprenda
y que no anhele su justicia.
Nuestro deber es luchar por despertarle. Al grito de las
Universidades Populares "González Prada" respondió el pueblo.
Obreros, estudiantes, indígenas, campesinos, empleados, nos hemos unido allí.
La lucha ha sido cruel pero continúa. En mayo y en octubre de 1923 se
asesinaron en las calles de Lima y Vitarte a obreros y estudiantes. La tortura,
la persecución, el destierro, es pan de cada día. Todo ese sistema de terror y
de abuso ha enardecido más la rebeldía popular. Leguía, como todos los tiranos,
como todos los opresores, cree que puede matar el amor a la justicia en
nosotros arrojándonos al extranjero a luchar con el hambre. En los que salimos
y en los que quedan, el efecto es contrario. De entre los señores políticos
profesionales de la clase privilegiada, Leguía ha obtenido claudicadores de
alta posición (1) que le han pedido perdón, se han sometido y han vuelto al
país a ocupar puestos públicos. De entre nosotros no lo ha conseguido. No lo conseguirá
nunca. Los políticos profesionales están dispuestos a claudicar cuando luchan
por el estómago. Y todos los políticos peruanos son ventrales, sin excepción.
De nuestro lado hay algo que no es ventralismo y es la causa del pueblo. No
somos sino soldados de un gran principio de justicia. Y el camino del
sacrificio
nos lo han enseñado los que murieron defendiendo nuestra
causa. Leguía usará del terror aún, pero llegará el día en que la rebelión
estalle. Tarde o temprano será así. No la montonera del cacique ni el
cuartelazo del militar. En el Perú, como en Venezuela, llegará la hora de la
justicia impuesta por la fuerza del pueblo coaligado, por el Frente Unico de
los trabajadores manuales e intelectuales. Y entonces ni el imperialismo yanqui,
tan interesado en sostener las tiranías de América, ni la conjuración de todas
las fuerzas reaccionarias del Perú, hoy divididas, podrán nada.
Y esto será por ley histórica. Los despotismos
reaccionarios tienen siempre un fin. Porfirio Díaz tiranizó México treinta y seis
años, pero cuando creyó que podía evolucionar hacia la "legalidad", el
pueblo se alzó para castigarle y para hacerse justicia. Nadie se acuerda hoy de
Díaz en México.
Disculpe la extensión de esta carta. Quería hablarle largamente
de la situación del Perú, y quería pedirle que, conociéndola, no ahorre usted
tiempo para revelarla a América, para ayudarnos a clamar por la libertad de un
pueblo desdichado. Tenemos casi cuatro millones
de analfabetos, estamos gobernados espiritualmente por
un alto clero extranjero y venal; la esclavitud está organizada en el Perú. Sin
embargo, ya se levantan las primeras voces anunciadoras de un despertar. Ayúdenos
usted y ayúdennos los trabajadores manuales e intelectuales de toda América, a
darle fuerza y calor y fe a un movimiento que responde a un
altísimo ideal de justicia. Necesitamos que el
problema del Perú sea bien comprendido y que las voces de los Chocanos y de los
Lugones caigan en el desprecio de los pueblos. Creo que el americanismo no
podrá ser posible sin la estricta cohesión de los trabajadores del continente,
para luchar por la imposición de la justicia en cualesquiera de los países
donde sea posible comenzar la obra redentora. Y el internacionalismo práctico
comienza por sentir y comprender los dolores de los pueblos que más sufren,
ayudándolos a libertarse.
Londres,
20 de junio de 1925
(1)
"Aun después del período de 1810 a 1821 cuando el Perú a costa de una dura
lucha se separa de España y deviene un estado independiente, su progreso avanza
lentamente bajo el peso de innumerables revoluciones, crisis económicas y
guerras. Nunca más ha recobrado la prosperidad de que fue dueño bajo los Incas
y es muy improbable que sus regiones hoy despobladas vuelvan a
alcanzarla". Otfrid Von Hanstein. "The World of The Incas". A
Socialistic State of The Past. Edición traducida del alemán al inglés por Anna
Barwell.
Londres.
(I)
"¿Cómo estaba organizada la vida social incásica? El gran interés
sociológico que despierta el estudio de la organización social incásica es
éste: se trata de un país en el cual la sociedad se basaba en la más absoluta
solidaridad social y en el cual cada individuo desenvolvía sus actividades, no
a capricho o a iniciativa propia, sino como miembro de la agrupación total y
como función social para armonizar la marcha del conjunto. Realizaba así en la
práctica los ideales más avanzados de las posteriores doctrinas socialistas: el
bienestar de la comunidad era el decisivo criterio aplicado a todos los actos
de la vida, y según el cual se modelaban todos los fenómenos sociales
imposibilitando las desigualdades de los miembros de la comunidad, impidiendo
que hubiera ricos y pobres, que pudiera implantarse el capitalismo ni existir
antagonismo entre el capital y el trabajo, desde que, no existiendo el capital
todos eran igualmente ricos". Ernesto Quesada, profesor de la Universidad
de Buenos Aires: "El Desenvolvimiento social hispanoamericano",
publicado en la Revista de Filosofía, dirigida por José Ingenieros. Año 111,
Número IV. Buenos Aires, noviembre de 1917. "...mientras los beneficios
del sistema comunista (de los Incas) fueron visibles a todos los ojos".
Tomás A. Joyce M. A. "South American Archaeology", Capítulo V, pág.
99. (Edición Macmiilian, Londres, 1912).
(
1 ) "Las exigencias de España por dinero eran cada día mayores. Se
enviaban a los "mitayos" (indios) a morir a los asinetos minerales; constantemente
se hacían nuevas denuncias y se emprendían nuevos trabajos en las minas y a pesar
de esto seguían las demandas por la plata y oro del Perú. Para satisfacer estas
demandas los virreyes tomaban medidas que tendían a la destrucción de la raza
indígena". Sir Clement Markham. Historia del Perú. Cap. IV.
(2)
"Una de las causas principales de la desolación de las ciudades era el
trabajo obligatorio en las minas; a los hombres se les arrebataba de sus casas
separándolos para siempre de sus esposas y familias. En las provincias vecinas
a Potosí se ponía en vigor la ley de la "mita" a fin de proveerse de
trabajadores para beneficio de las minas en aquel asiento mineral. En 1573 se
requerían 11.199 trabajadores. Desde aquella fecha hasta 1673 en nada aminoró
el rigor de la "mita" y en esta sólo se pudo reclutar 1674 hombres. Estas
cantidades hablan por sí solas. En el espacio de un siglo nueve décimas partes
de la población había sido destruida por medio de excesos y crueldades... La
opresión de los propietarios de "obrajes" o fábricas de tejidos
toscos de lana fué tan abrumadora como la de las minas. Estos fabricantes
empleaban hombres llamados "guatacos" para cazar a los indios y
"arrearlos" a los obrajes. Los amos obligaban a sus víctimas a
incurrir en deudas para por este medio mantenerlos en perpetua esclavitud. A
los muchachos los robaban de sus casas violando toda ley; se les obligaba a
hilar la lana o el algodón y se les flagelaba cruelmente. Muchas de las
"encomiendas" (la palabra encomendero viene de esta frase consignada
en reales cédulas: "Os encomendamos 200 indios, p. ej. para que los
doctrinéis en las cosas de religión y ocupéis en vuestras labores, etc.")
que anteriormente tenían mil adultos y rendían 8.000 pesos de tributo en menos
de un siglo se redujeron a ciento, y, sin embargo, se les exigía el mismo
tributo a los sobrevivientes, y si no verificaban el pago los reducían a
prisión. Inmensos terrenos quedaban sin cultivo y el país se asolaba
rápidamente". Sir Clement Markham, "Historia del Perú", cap.
VIH.
(3)
Bajo la república, ¿sufre menos el indio que bajo la dominación española? Si no
existen corregimientos ni encomiendas quedan los trabajos forzosos y el
reclutamiento. Lo que le hacemos sufrir hasta para descargar sobre nosotros la
execración de las personas humanas. Le conservamos en la ignorancia y en la
servidumbre. Le envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, le
lanza a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiempo organizamos cacerías
y matanzas como las de Amantani, llave y Huanta". González Prada,
"Horas de Lucha".
(
1 ) Creo que el movimiento de la independencia en el Perú como en las demás
colonias españolas fué un movimiento de clase y de claros orígenes económicos.
La poderosa clase de terratenientes hispanoamericanos que libertándose de la
servidumbre política se libraba de la económica, irrumpió revolucionariamente
contra la corona de España. La teoría de la "negación de la negación"
hengeliana que Marx aplica a la Historia está demostrada sin duda en este
proceso de la colonia y la revolución de la independencia. La clase de
terratenientes o feudal que la Conquista había creado para destruir el sistema primitivo
o socialista agrario del imperio peruano, devino poderosa al cabo de tres
siglos de desarrollo y de afianzamiento. Entonces rompe con España y le
arrebata el poder político. En el momento de la independencia la clase de
terratenientes por medio de los "ejércitos libertadores", dirigidos
por jefes salidos de esa clase y de oficiales desertores del ejército de España,
representa indudablemente la causa de los pueblos de América, como la burguesía
representó la de los pueblos de Europa al realizar la gran revolución francesa,
cuya ideología tanto influyó en el pensamiento de los insurrectos americanos
contra España. El poder político en los primeros tiempos fué ejercido por los
mismos militares que habían realizado la obra revolucionaria de libertad; más
tarde entran los civiles que van preparándose para el ejercicio del poder político.
Así continúa el proceso histórico hasta la formación de las burguesías
nacionales que en algunos países han influido decisivamente, aunque en otros
continúa la clase terrateniente casi sola ejercitando el poder. Sin embargo, la
situación de los siervos, de los indios, como la de los negros cuya esclavitud
continuó por varios decenios, no fué mejorada por la independencia. No fué,
pues, un movimiento de libertad total, universal, como clamaban los actores de
la revolución siguiendo el optimismo de los revolucionarios de Francia. Las
clases trabajadoras de América Latina realizarán la nueva libertad. — El Autor.
(2)
"... el cacique José Gabriel Tupac Amaru, Micaela Bastidas, bu mujer y
otros varios, habían sido ajusticiados en la plaza pública (18 de mayo de
1781), acompañando aquellos suplicios circunstancias atroces, cuya relación
hace erizar los cabellos y no puede copiarse sin repugnancia, ni leerse con
ánimo tereno sin estremecerse de horror". Modesto Lafuente. "Historia
General de España". "La manera como fue llevada a cabo la ejecución
de Tupac Amaru y de los individuos de su familia, caídos en poder de los vencedores
en la Plaza del Cuzco, la mañana del 18 de mayo de 1781, llena una página
lamentable de nuestra historia colonial". Comandante Lobo. "Historia
de las Antiguas Colonias Hispanoamericanas
(1) "Los
indígenas miraban la lucha de las dos naciones como una contienda civil entre
el general Chile y el general Perú...*'. González Prada, "Horas de
Lucha", cap. Nuestros indios. Ed. 1924.
(2)
"Las ideas en el cráneo de Piérola son telarañas en el Laberinto de Creta.
A más de aturdido, vacilante y divagador, deja algo que desear en materia de
virtudes públicas y privadas". González Prada, "Horas de Lucha",
cap. Nuestros conservadores, pág. 144. Edición 1924.
(I)
El 18 de diciembre de 1879 (Prado) presidió su Consejo con la calma más
aparente, despachó los asuntos corrientes y anunció que visitaría, después de
mediodía, los fuertes del Callao para asegurarse por sí mismo de su aprovisionamiento.
En efecto, a las tres de la tarde tomaba el tren para el Callao y dos horas más
tarde se leía en las murallas de Lima la siguiente proclama: "El
presidente constitucional de la República a la Nación y al ejército.
Conciudadanos: Los supremos intereses de la patria me obligan a salir para el
extranjero. Me alejo de vosotros temporalmente. Hay razones poderosas para esta
resolución que tomo en los momentos en que mi presencia aquí puede parecer
necesaria. Los motivos que me deciden son, en efecto, muy graves y muy
poderosos. Respetad mi resolución. Tengo el derecho de pedíroslo después de
todos los servicios que he prestado al Estado. Soldados: si nuestras armas han
experimentado algunos descalabros en los primeros días de noviembre, el día 27
del mismo se han cubierto de gloria en Tarapacá. Cualesquiera que fueran las
circunstancias yo sé que imitaréis el ejemplo que os dieron vuestros hermanos
del Sud. Tened confianza en vuestro conciudadano y amigo. M. I. Prado". Seguía
a esta proclama un decreto que confiaba el poder en manos del vicepresidente.
Prado lo tenía todo preoarado para su fuga. Se embarcó secretamente a bordo del
"Paita", vapor de la compañía inglesa del Pacífico que iba con
destino a Panamá. Prado se dirigía, según decía, a Europa y Estados Unidos a
comprar armas y municiones. Desde Guayaquil dirigió a sus arr\igos de Lima una
larga carta para justificar su partida: "Volveré pronto — decía—, yo
aseguraré al Perú una brillante victoria o quedaré sepultado bajo las
olas"... "Charles de Varigny. Historia de la Guerra del Pacífico; publicada
en "Revue des Deux Mondes", de París en 1881 y 1882.
(
1 ) El movimiento incasista como todo lo fuerte y nuevo del Perú, ha surgido en
la sierra, especialmente en el Cuzco. La música, el teatro, la leyenda, todo
ese acervo maravilloso y fuerte de la gran civilización del Perú comunista
incaico va ganando predominio y deroción entre la juventud intelectual revolucionaria
que marcha al lado de nuestro movimiento de acción «ocial.
(I)
Como demuestro en una nota más adelante, estas divisiones entre los diversos
grupos del "civilismo" se han atenuado mucho. El oro de los
empréstitos yanquis está soldando las superficiales distancias de las
fracciones ambiciosas d« la clase dominante.
(1)
"Apenas inaugurada la primera dictadura de Piérola, los indios de Amantani,
isla del Titicaca, lincharon a un gamonal que había cometido la imprudencia de
obligarles a hacer ejercicios militares. La respuesta fue el envío de Puno de
dos buques de guerra que bombardearon ferozmente la isla de las 6 de la mañana
a las 6 de la tarde. La matanza fue horrible, sin que hasta ahora se sepa el
número de indios que ese día perecieron sin distinción de edad ni sexo. Sólo se
ven esqueletos que aun blanquean metidos de medio cuerpo en las grietas de los
peñascos en actitud de refugiarse". llave y Huanta (masacres de indios),
se consumaron en la segunda administración de Piérola. Nota de González Prada
en "Horas de Lucha", capítulo Nuestros Indios, edición 1924.
(2)
Entre los ministros de gobierno que el Perú recuerda está un señor Valcárcel.
autor de una tristemente célebre matacre de enemigos políticos en el fuerte de
Santa Catalina, siendo presidente el general Cáceres. Y el señor Valcárcel,
miembro del foro, murió siendo vocal de la Corte Suprema de Justicia. Está
también un señor Rafael Villanueva, autor de todos los atropellos durante el
primer gobierno de Leguía, vocal también de la Corte Suprema. Está también el
doctor Leguía y Martínez, primo del actual agente del imperialismo yanqui en el
gobierno del Perú, quien como ministro de gobierno deportó, encarceló, etc.,
sin dejar de ser vocal de la Corte Suprema de Justicia. Está también un señor Maguiña,
ministro de gobierno de Leguía, coautor de destierros, arrestos,
encarcelamientos y toda clase de abusos, vocal asimismo de la Corte Suprema de
Justicia. Por entendido que cada uno de estos señores se ha reído de la ley y
de las garantías individuales y de la Constitución y de todos los Códigos que
forman algunos kilos de papel impreso en ciertos anaqueles oficiales del país.
Y esto indica la calidad del poder judicial por el que señor Belaunde se sentía
tan conmovido. El Autor.
(I)
Son muchos ya los "señores civilistas" que después de recibir de
Leguía castigos y ofensas, prisiones, destierros y difamación han vuelto al
país. Recordaré algunas de cierta figuración: José Balta, Antero Aspíllaga,
Pedro A. del Solar, Gerardo Balbuena, Antonio Miró Quesada, Germán Arenas,
General Zuloaga, Miguel Grau, Felipe Pardo y muchos otros. El primero y el
cuarto son empleados de gobierno ahora y el segundo y el quinto vieron sus
casas saqueadas por orden de Leguía. La casa del señor Miró Quesada fue destruida
por un incendio preparado por Leguía en 1919. El señor Miró Quesada al volver
al Perú visitó al presidente. El señor Miró Quesada es director de "El
Comercio" y fue profesor de la Universidad de Lima y presidente del Senado
con el régimen de la fracción civilista de D. José Pardo, enemigo enconado de
la fracción civilista del leguiísmo. La lista de tránsfugas es innumerable:
muchos salen de la prisión de San Lorenzo a ciertos empleos, por ejemplo: un diputado
apellidado Escalante y el jefe de la Escuela de Policía y ex prefecto de Lima
(después de la prisión) coronel Pedro P. Martínez, que bajo las órdenes de
Pardo
masacró
a los obreros de Lima durante la huelga general de mayo de 1919. — El Autor.
*Libro completo en versión .pdf
adjunto.