Una mirada al panorama político peruano al terminar el año
por Jorge Rendón Vásquez; jrvecriv@gmail.com
29-12-2021
1.– El balance del año que llega a su fin podría resumirse en una
constatación fundamental: el resultado del proceso electoral de la primera
mitad de 2021 fue una pequeña revolución social y política en nuestro país.
¿Por qué?
Porque accedieron a la presidencia de la República un hombre del
pueblo y al congreso de la República 42 representantes de una parte importante de
las clases trabajadoras[1]:
37 del partido Perú Libre y 5 del grupo Juntos por el Perú. Pero, además, porque
tanto el nuevo Presidente de la República como los representantes de Perú Libre
proceden, casi totalmente, de los departamentos andinos, son étnicamente
mestizos y titulados profesionalmente en entidades estatales. Los 5
representantes de Juntos por el Perú, pertenecen a diferentes grupos políticos,
son profesionales y provienen en su mayor parte de la Capital.
Desde el punto de vista dialéctico estamos ante un cambio
cuantitativo en la sociedad peruana, puesto que es la primera vez en la
historia del Perú republicano que representantes de las clases trabajadoras y
de la etnia mestiza llegan a los poderes Ejecutivo y Legislativo con ciertas propuestas
de cambio económico y social en beneficio de las grandes mayorías sociales.
2.– La elección de un Presidente de la República, maestro de
escuela y de origen campesino, y de los 37 representantes de Perú Libre ha
suscitado la reacción exacerbada y colérica de los grupos de poder económico y
de gran parte de la mediana y pequeña burguesía limeñas, sobre todo blancos. Es
un rechazo generado por su decisión de impedir a toda costa los cambios que
puedan afectar de alguna manera su posición económica dominante, basada en la
explotación de las clases trabajadoras, pero es también un rechazo social y
racial contra el ascenso al poder político de los descendientes de las antiguas
castas raciales dominadas.
Por otro lado, la llegada al Poder Ejecutivo de un hombre del
pueblo trabajador creó en algunos la esperanza de contar con un gobierno que habría
de encaminarse hacia posiciones de izquierda, aunque sin definirlas.
3.– Ni el nuevo Presidente de la República ni los 37
representantes de Perú Libre han llegado al poder político suficientemente
capacitados para el ejercicio de las funciones legislativas y de gobierno; carecen
de proyectos concretos sobre los aspectos puntuales que se debería cambiar o
modificar en el Perú, tanto por vía legislativa, la más importante, como por la
vía del Poder Ejecutivo; se hallan desprovistos de conocimientos y experiencia,
incluso en el manejo de la administración pública, o los que tienen son insuficientes;
y no cuentan con cuadros aparentes para formular los proyectos legales de
cambio ni para hacerse cargo de la conducción del aparato burocrático. Para
cubrir este vacío el Presidente de la República tuvo que designar algunos
ministros procedentes de Juntos por el Perú que asumieron la dirección de la
economía y del presupuesto nacional con acierto. En los otros sectores, la
administración pública avanza por la fuerza de la inercia, como antes, con sus
limitaciones y deficiencias, conducida por los funcionarios y empleados de
carrera y contratados. Estas carencias son la consecuencia del apartamiento de
los grupos andinos mayoritarios de la función de gobernar el Estado, desde la
conquista hispánica. La dirección del Estado en el Perú ha sido un privilegio
exclusivo y excluyente de la casta blanca y sus descendientes y allegados,
incluidos algunos mestizos. A la falencia indicada se añade la comisión explicable
de errores por el Presidente de la República que van desde una inadecuada selección
de ministros y otros funcionarios hasta el descuido en impedir el acercamiento
de oportunistas y gentes en busca de prebendas y beneficios personales. El
ejercicio del poder desde la Lima virreinal y republicana se ha complementado
siempre con el asedio pleno de pleitesía, halagos y ofertas a los presidentes
de la República y los funcionarios con poder de decisión por los poderosos del
dinero, oportunistas, lambiscones, falsos y novísimos amigos y hasta por gentes
portadoras de alguna recomendación en busca de una concesión, un contrato o un
nombramiento. Un repaso a las Tradiciones de Ricardo Palma instruye
sobre el nutrido y variado catálogo de maneras de adular al “señor gobierno” y
sacarle algo. Si el destinatario de ese acercamiento ignora esas técnicas de
corrupción es posible que sucumba a los halagos y pague caro su ingenuidad; y los
grupos de poder económico y sus instrumentos políticos y mediáticos, vestidos
de santos, los demolerán ante la opinión ciudadana. Es posible, no obstante,
que estos tropiezos y sinsabores habrán de ser superados en la medida en que
avance su aprendizaje en el ejercicio de la función pública.
3.– La dirección del ataque de la derecha recalcitrante, que se
manifiesta como una persistente campaña de agresión a cargo de los periódicos,
estaciones de TV y radio, incluidas ciertas publicaciones pretendidamente
independientes, ha tenido los siguientes objetivos: a) separar al Presidente de
la República del partido Perú Libre que lo llevó a la presidencia y, en
particular del líder de este, para aislarlo y obligarlo a nombrar ministros y
funcionarios afines con el poder económico o desvinculados, por lo menos, de la
izquierda; b) inmovilizarlo y hacerlo blanco fácil de sus ataques; c)
enfrentarlo con el Congreso de la República en el cual los representantes de los
tres grupos de la derecha recalcitrante (Fuerza Popular-Keiko Fujimori,
Renovación Popular-Rafael López Aliaga y Avanza País-Hernando de Soto, todos
aventureros de la política) se han empeñado en atraer a su lado a los grupos de
centro; y c) lo más importante, impedir los cambios que puedan proponer el
Presidente de la República, sus ministros, Perú Libre y Juntos por el Perú. Este
ataque de la derecha recalcitrante al Presidente y a Perú Libre polarizó, en un
primer momento, a la opinión pública. Luego esta división ha tendido a
disiparse, a medida que los exabruptos de la derecha recalcitrante se revelaban
como injustificados y se hacían más evidentes como un factor de inestabilidad
económica y política.
4.– A la situación indicada, se ha añadido la amenaza de la vacancia
presidencial, anunciada por la derecha recalcitrante tan pronto como Pedro
Castillo asumió el cargo de presidente. A manera de ensayo, los grupos de la
derecha recalcitrante en el Congreso de la República se propusieron negar la
confianza a los gabinetes ministeriales, con la seguridad de contar con el
apoyo de los grupos de centro. Sin embargo, fracasaron. La mayor parte de estos
grupos no se plegó a ese propósito, y los gabinetes de Guido Bellido y Mirtha
Vásquez fueron aprobados; en el caso de Bellido por los votos de Perú Libre,
Juntos por el Perú y varios partidos que, por ello, se proyectaron como de
centro; y en el caso de Mirtha Vásquez por los votos de solo 16 representantes
de Perú Libre, los de Juntos por el Perú y los de esos grupos de centro. Los 19
representantes de Perú Libre que votaron contra el gabinete de Mirtha Vásquez, resentidos
por la exclusión de Bellido del gabinete ministerial y dominados por el
infantilismo, se desacreditaron con ello ante una parte de la ciudadanía que los
había elegido. Luego, la negativa de la admisión a debate en el Congreso de la
República del pedido de vacancia presidencial reafirmó la presencia en el
Congreso de tres fuerzas: la derecha recalcitrante con 43 representantes
(Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País); el centro con 42 (Acción
Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú, Podemos, Partido Morado) y la
izquierda con 42 (Perú Libre y Juntos por el Perú), tres fuerzas que detentan
cada una un tercio de los votos.
5.– Por lo tanto, la posibilidad de promover ciertos cambios en
los campos de la estructura y las superestructuras política, jurídica y
cultural depende del acercamiento de las fuerzas de izquierda entre sí y de
estas con las de centro y, en definitiva, de la aceptación por el centro de las
propuestas formuladas desde la izquierda, a condición de que esta sepa qué
proponer y cómo. Dada la correlación de fuerzas de la izquierda y del centro, es
evidente que los cambios, para el caso de que puedean hacerse, no serían todo
lo profundos ni extensos que la situación económica y social requiere y que,
con sentido práctico, los grupos de izquierda y la opinión ciudadana que los
respalda tendrán que aceptarlos como cambios cuantitiativos que, en cierto modo
y en alguna medida, signifiquen un avance social dentro del sistema
capitalista. No es absolutamente factible, sin embargo, que los representantes
de los grupos de centro mantengan una distancia profiláctica con la derecha
recalcitrante; la han apoyado y seguirán apoyándola en determinados aspectos
indicados por el poder empresarial, so pena de perder el financiamiento por
este en las próximas campañas electorales. Es un centro inclinado hacia la
derecha. Por lo tanto, la aprobación de las leyes que posibiliten los cambios necesarios
a las grandes mayorías sociales habrá de requerir la movilización de estas para
exigirlas.
6.– La resistencia de algunos dirigentes de Perú Libre a admitir
la presencia en el gabinete de ministros de Juntos por el Perú, llamados por
ellos despectiva e impropiamente “caviares”, es inadmisible y perjudicial para
ellos.[2] Si
los dirigentes de Perú Libre no lo entienden así y se manejan con la idea de
que basta su presencia en el Congreso de la República para tratar de satisfacer
allí los pedidos de sus bases provincianas, cualesquiera que sean (por ejemplo,
permitir el funcionamiento de universidades incompetentes y la eliminación de
SUNEDU o su neutralización) o sostener posiciones personalistas, estarán
perdiendo una rara oportunidad histórica. Es, al parecer, ya un hecho
definitivo la constitución de un nuevo partido magisterial más cercano al
Presidente de la República.
7.– Frente al proceso electoral y los acontecimientos políticos
subsiguientes, los innumerables grupos de la izquierda tradicional, desperdigados
autónomamente, y los izquierdistas ermitaños se han limitado a observar esos
acontecimientos, a emitir alguna opinión o a criticarlos, sin ninguna
posibilidad de influir en su marcha, salvo con su voto, como todos, lo que
sería otra manifestación de que su momento histórico ha terminado, como el de
otros grupos políticos.
(Comentos, 18/12/2021)
[1] En su más amplia expresión, la noción de clases
trabajadoras abarca a todas las personas que trabajan por una remuneración,
cualesquiera que sean su nivel y ocupación. Las forman: los profesionales que
constituyen ya una clase social diferenciada; los obreros, empleados y
trabajadores independientes de la ciudad y del campo.
[2] El término gauche caviar (izquierda caviar) fue
utilizado en Francia en la década del treinta del siglo pasado para designar a
los intelectuales de la burguesía que militaban en los movimientos de izquierda
o simpatizan con estos. Volvió a utilizarlo el primer ministro francés Jacques
Soustelle, en setiembre de 1960, para estigmatizar a 121 intelectuales que
condenaron al gobierno francés presidido por Charles de Gaulle por la represión
de los combatientes argelinos que luchaban por la independencia de Argelia del
dominio francés. En 1962, Francia tuvo que reconocer la independencia de este
país. Ese término, lo utilizó aquí Aldo Mariátegui para burlarse de algunos
profesionales de tez blanca, egresados en particular de la Universidad
Católica, con inclinaciones de izquierda, para indicarles que, como sucede con él,
su puesto está en la derecha (cfm. Mi comento Caviar o cebiche,
23/7/2018).