Sin voto étnico, no
hay legitimidad posible
por Pablo Masías; pmasias@yahoo.com
17-5-2016
Los dos candidatos que disputarán en la segunda vuelta electoral el sillón presidencial del Perú son
tildados de extranjeros por una población atosigada de colonialismo, no sólo
hispánico (por sus descendientes, los criollos) sino ahora de candidatos:
norteamericano (Kuczynski) y japonesa (Fujimori). No importa que los dos hayan
nacido en el Perú, ya que el primero tuvo que renunciar a su nacionalidad
estadounidense para pasar como peruano y la segunda, es hija del tristemente
célebre “chinito” Alberto Fujimori, encarcelado por corrupción y crímenes de
lesa humanidad, siendo cómplice de ellos, por acción u omisión.
Hace algunas semanas en una concentración electoral de
Kuczynski en una ciudad de la Selva, se pudo ver por televisión un contundente
cartel que decía: “Somos pobres, pero no cojudos. No van ni Keiko ni PPK”. Y es
que hay un creciente electorado indignado, porque están siendo obligados a
votar por lo mismo: liberalismo fondomonetarista, entreguismo y corrupción…
Pero al no lograr discernir cuál es el “mal menor”, están tomando la certera
decisión de no votar por ninguno.
¿Y ese voto en blanco o viciado, además del ausentismo a
pesar de las multas, puede tener algún efecto? Claro que sí.
El sentido de que se haga una segunda vuelta electoral, si
es que ningún candidato alcanza el 50 por ciento de los votos, es buscar que el
presidente elegido tenga al menos la mitad de los electores del país, para
tener legitimidad y gobernabilidad. Y con estas elecciones no sólo no se cumple
con esa sana intención, sino se niega brutalmente, pretendiendo elegir un
presidente que no es apoyado por la mitad de los electores. Con el agravante
que los votos en blanco y viciados, más los de los ausentes, pueden superar a
los que tenga el elegido.
Y para eso precisamente servirá el abstencionismo. Para
deslegitimar al próximo presidente, que no sólo no sale con los votos étnicos
de un país pluricultural y multiétnico, sino contra la expresa voluntad de
ellos.
Lo cual se puede evidenciar con el nuevo mapa electoral del
país, en el que se demuestra que la población serrana o andina no ha votado ni
votará por semejantes candidatos, tan diferentes a ellos. Porque son votos
étnicos, conscientes o empáticos.
Los analistas políticos pro-sistema están diciendo por
televisión que hay un 30 por ciento de
“indecisos” en la Sierra peruana, especulando que antes de la votación
del 5 de junio se irán decidiendo… Y eso es completamente falso. No son
indecisos, sino opuestos a las dos candidaturas y eso lo expresarán al momento
de votar en blanco o viciando su cédula.
Si el número de votos blancos y viciados supera al del
candidato que tenga la mayor votación, habrá perdido y el Jurado Nacional de
Elecciones tendrá que convocar a un nuevo proceso, siendo consecuente con el espíritu de la ley
electoral que establece la segunda vuelta.
¿Cómo podría ungirse presidente, a quien no sólo ganará con
un pequeño margen al otro candidato, sino que tiene más opositores que
adherentes?
El país sería ingobernable, no sólo porque margina a la
población andina, que es más de un tercio del electorado; y que sumada a los
mestizos, es cerca de dos tercios. Antes del
primer día de gobierno, las calles estarán abarrotadas de opositores, para empezar, por
los resultados de las mismas elecciones.
Son días difíciles los que le esperan al Perú, si se consuma
el fraude electoral que marginó a dos candidatos (Acuña y Guzmán, para
llevarnos al callejón sin salida de Keiko y PPK), ungiendo un presidente
ilegítimo, pero con probados servicios a los intereses del colonialismo interno
y del imperialismo, expresados por las trasnacionales que sólo ven al Perú como
un apetitoso depósito de hidrocarburos y minerales, donde necesitan un gobierno
regalón. De ninguna manera, un “Evo Morales peruano” que imponga soberanía
sobre sus recursos y les venda el gas a su verdadero precio, por eso el voto
étnico es su principal enemigo.
Así el próximo presidente del Perú no tenga ninguna
legitimidad, será aplaudido y reconocido por los “campeones de la democracia”.