Crónicas corovirales 5
El coronavirus,
políticos y científicos
por Jorge Smith Maguiña; kokosmithm@hotmail.com
20-5-2020
La pandemia del coronavirus está mostrando en todos los
lugares, cómo un problema tan masivo puede ahondar aún más, el difícil diálogo
y la casi imposible complementariedad que debería haber entre el político y el
científico.
Al final lo científico prevalece, porque es algo acumulativo
y tiende a la síntesis o tiene un aterrizaje tecnológico y enriquece el
conocimiento. Lo político en sus decisiones o efectos reales tiende a pasar al
olvido, pues muchas veces la decisión política en el día a día, es demasiado
dependiente de la coyuntura, suele a ser improvisada, apurada, por no decir
alocada y en muchos casos el remedio suele ser a veces, peor que la enfermedad.
Uno de los primeros en investigar la díficil cohabitación de
lo político y lo científico, fue el genial sociólogo Max Weber. Gran parte de
su obra siempre será opacada por La Ética Protestante y el espíritu del
Capitalismo, texto luminoso que siempre hay que releer. Me refiero esta
vez a un librito de Weber, El Político y el Científico que he
vuelto a leer, para comprender mejor, las diferencias entre Trump y el doctor
Fauci, entre Bolsonaro y sus ex ministros de salud y también las dificultades
que tiene el presidente Vizcarra para cuajar una colaboración eficaz entre sus
urgencias políticas personales y las estrategias médicas, para contener y
aminorar las desastrosas consecuencias de la pandemia que en muchos aspectos
lamentablemente, pese a los avances, comienzan a escaparse de las manos.
Al releer dicho
librito, que solo tiene unas 150 páginas, me volví a encontrar con el
magistral prefacio que había hecho Raymond Aron a la edición francesa,
atinadamente incluida a la edición española (todo está gratuitamente disponible
en internet). Si bien Weber, cuando se refiere a los científicos, habla de los
científicos sociales, Aron agrega que en la forma como utiliza el término
Weber, puede ser extensivo a los científicos en general.
Las virtudes del político son incompatibles con las del
hombre de ciencia. Como bien lo repiten Weber y también Aron, es casi imposible
ser al mismo tiempo hombre de ciencia y ser político, oficio que por su naturaleza
misma implica ser hombre de acción.
En la vida real el científico tiene una actitud reflexiva y
prudente, con paciencia para reunir la data y generar conceptos, para luego
impulsar la replicabilidad de un fenómeno. El hombre político a diferencia, tiene
un proceder impregnado por la urgencia y sus requerimientos de acción están
ligados a la coyuntura que es cambiante y caprichosa, terca a no coincidir a
veces con las probabilidades más certeras.
El político tiene además no solo que rendir cuentas, sino
ser convincente al hacerlo hacia sus electores. Para eso ellos tienen ahora
como aliados a la prensa que con espíritu carroñero pero justificado al fin y
al cabo, destapa y acusa todo el tiempo y solicita un chivo expiatorio que
cargue con la “responsabilidad política”, término bastante ambiguo por otro
lado, pues con la complejidad que tienen los Estados modernos, lo que pasa por
responsabilidad o error político a veces es falta administrativa, que puede ser
subsanada, pero es magnificada. La prensa además, sobre todo en nuestro medio,
donde hay detrás intereses políticos y económicos muy fuertes, no suele
proponer soluciones ni alternativas al problema denunciado. La prensa quiere
sangre.
En muchos lugares, y en los Estados Unidos sobre todo, se
está viendo la dicotomía entre el político y el científico. Un presidente como
Trump, deseoso de tener los laureles de haber derrotado a la pandemia, ve que
esa posibilidad se desvanece frente a la fecha electoral de noviembre. Quisiera
que la vacuna salga antes de la fecha, pero al ver que eso también será casi
imposible opta por asociar su nombre a la recuperación económica.
Allí comienzan los problemas con los científicos, como el
doctor Fauci, que lidera el equipo científico que lo asesora. Hace unas semanas
le decían a Trump, en forma solapada e indirecta que era muy riesgoso terminar
con el confinamiento y reiniciar la actividad económica pues eso significa
dejar de lado muchas prudencias para el
contagio como el distanciamiento social. Ahora el doctor Fauci afirmó que
apurar la recuperación de la actividad económica podría tener consecuencias
fatales, en las actuales circunstancias. Para Fauci, con la visión rigurosa del
científico, que solo opina a partir de la data de la cual dispone, las cosas
siempre fueron más graves que lo que quería aceptar el presidente Trump y para
el científico está claro que habrá una segunda ola, un retorno del coronavirus
apenas termine el otoño, e insistir en dicha recuperación es simplemente
acelerar la llegada de esta segunda ola.
Trump por su espíritu soberbio e impulsivo, tosco y
agresivo, ajeno a toda prudencia, al tomar medidas apuradas por su
intransigencia hace algo que puede tener un altísimo costo e innecesaria pérdida de vidas humanas. Si la
recuperación económica como argumento electoral no le resulta, Trump es capaz
de aventurarse en un problema militar con Irán o algo por el estilo. Pero
tranquilo, no se va a quedar. El no quiere pasar a la historia como un
“looser”, un perdedor, y eso es muy importante en la mitología política
norteamericana.
En el cotarro nacional, difícilmente podemos decir que haya
un problema entre ciencia y política de envergadura. Hay un presidente
voluntarista que quiere hacer las cosas y un cuerpo médico dedicado y valeroso
pero con bolsones de poder en el gremio médico, cada uno de los cuales quisiera
comandar la parte médica de esta pandemia. Se están politizando demasiado las
divergencias entre médicos. Se dramatiza mucho que se compre tal o cual tipo de
pruebas, moleculares y serológicas. Debemos reconocer que los médicos peruanos
están haciendo un trabajo ejemplar. A ellos nuestro reconocimiento.