por Herbert Mujica Rojas
22-10-2009
Los peruanos*
por Lawrence A. Clayton
Estados Unidos y el Perú: 1800-1995
CEPEI, 1era edición 1998, Cecosami, pp. 7-9
http://www.voltairenet.org/article162602.html?var_mode=recalcul
*Capítulo I, Los inicios
La realidad peruana fue tan o quizá más compleja que la visión
norteamericana del mundo y de cómo el hombre debía actuar en él. Ambas
regiones pasaron por las mismas etapas en sus respectivos procesos de
emancipación. El Perú surgió como estado independiente en los años
veinte del siglo XIX, tal como Estados Unidos lo había hecho en los
ochenta del siglo previo, compartiendo ambos el hemisferio occidental.
Las dos naciones pelearon contra potencias europeas, Inglaterra y
España, reemplazando el régimen monárquico por un gobierno
republicano. Sin embargo, estas aparentes similitudes sólo sirvieron
para encubrir profundas diferencias entre los pueblos peruano y
norteamericano. Si bien Simón Bolívar, tuvo ideales en cierto modo
semejantes a los de George Washington, Thomas Jefferson y sus
seguidores norteamericanos, las costumbres políticas, los hábitos
sociales y culturales, y los determinantes económicos de la gran
mayoría de la gente fue, por lo general, bastante diferente.
La diferencia básica está en la influencia española en el Perú en
constraste con el origen inglés de Estados Unidos. Brillantes y
destacados investigadores han escrito sobre este asunto a través de
los años, analizando en detalle cómo las tradiciones y costumbres
españolas que forman parte de la naturaleza peruana se diferencian
fundamentalmente de la forma de ser anglosajona de los
norteamericanos.6 Lo esencial estaría en el carácter español y en la
forma cómo los conquistadores, a diferencia de los protestantes,
aventureros ingleses o puritanos, transitaron por todo el Perú del
siglo XVI dejando una profunda, indeleble y permanente huella en el
territorio y en la población indígena.
Los adjetivos fluyen profusa y con frecuencia contradictoriamente al
describir a los conquistadores españoles y a sus herederos, los
criollos, quienes dominaron desde el siglo XVI en adelante. La
naturaleza del carácter español es contradictoria en sí misma, como la
describe en un breve y brillante libro Ramón Menéndez Pidal, uno de
los principales filósofos españoles.7
Menéndez Pidal señala que el carácter español está compuesto de
sobriedad y austeridad, un agresivo individualismo y un profundo
idealismo cristiano, todo ello expresado en muchas formas que a menudo
se contradicen entre sí. En algunos casos, el español era un fanático
religioso, y en otros, un cínico agnóstico. Con frecuencia era llevado
por su tenaz individualismo, por un lado, pero por otro actuaba muy
ligado a la casta o abolengo con el cual había nacido. Algunas veces
era romántico e idealista que tan cabalmente nos representa Miguel de
Cervantes Saavedra, el más grande novelista español, en su célebre Don
Quijote de La Mancha. Frecuentemente podía ser cruel y rapaz
conquistador, guiado no por motivos nobles o hidalgos sino por los
basados en la codicia y el poder. Menéndez Pidal denominó esos rasgos
contradictorios como un "dualismo trágico" que se extiende a lo largo
de toda la historia española. La constante tensión entre las
tendencias opuestas, especialmente entre tradición e innovación, es
ampliamente señalada por él como elemento básico en la estructura del
pueblo español y su carácter.
Otros han analizado con más detalle el carácter de la Hispanoamérica
colonial desde el punto de vista de las instituciones en vez de las
personalidades. España estaba en la cumbre de su período medieval
cuando conquistó América y, como tal, las actitudes e instituciones
que transmitió al Nuevo Mundo fueron esencialmente medievales, en
contraste con las actitudes modernas que los ingleses llevaron a
Norteamérica en el siglo XVII. ¿Cuál es la diferencia entre lo
medieval y lo moderno? En esencia, ser medieval era aceptar la
naturaleza no cambiante del mundo. Ser moderno era lo contrario,
buscar el cambio y mejorar el mundo en el que uno habitaba.
Ser español y medieval significaba suscribirse al absolutismo del
gobierno, a la rígida aceptación de la monarquía, a la fe en que el
estado y su rey eran las principales fuentes de autoridad en la
tierra. En cuanto a la religión, se exigía la estricta ortodoxia
religiosa y conformidad con la Santa Iglesia Católica Romana.
Cualquier cosa menos que eso merecía la persecución y el exilio. En el
orden económico, se aceptaba la suerte que a uno le había tocado, en
un mundo que no cambiaba de una generación a otra. Esto ha sido
descrito por algunos como la imagen del "bien limitado", un convenio
aceptado casi universalmente de que la cantidad disponible de riqueza,
bienes y recursos, eran relativamente fijos y que estaba fuera del
poder humano el ampliar ese total."8
El universo de todo hombre era circunscrito y finito, y cada individuo
nacía y vivía dentro de una órbita prevista por Dios. La expresión del
reino de Dios en la tierra era la Iglesia, y el orden y la
tranquilidad dentro de las leyes de Dios eran manifestados por la
obediencia a la Iglesia y a la monarquía. La educación y el
conocimiento eran igualmente estables, invariables y denominados por
la ortodoxia religiosa. La estructura básica del conocimiento humano
ya había sido revelada por la Biblia y las interpretaciones de
eruditos religiosos como San Agustín, mientras que las enseñanzas y
descubrimientos de destacados paganos, como Aristóteles, eran asimismo
considerados inmutables. La educación formal consistía, simplemente,
en adquirir maestría en los conocimientos ya establecidos por la
enseñanza secular y espiritual.
Sin embargo, a principios del siglo XIX, el Perú había evolucionado
independientemente de España. Su sociedad era peruana y no española,
su cultura era americana y no europea. Así lo señaló un perceptivo
estudioso boliviano, en un libro que escribió sobre la forma como
norteamericanos y latinoamericanos se ven entre sí. "Es el fantasma de
España, el espectro español que decía Franz Tamayo, el que aparece en
estas páginas, medieval, absolutista e intolerante, menospreciador de
la ciencia y la cultura, aferrado con la rigidez de un cadáver, al
mundo periclitado de que hizo burla Cervantes".9
Si el mundo peruano no fue una copia de España –así como Estados
Unidos nunca fue un duplicado de Inglaterra- entonces ¿A qué se
parecía el Perú? Y, ¿cuál era la naturaleza de los peruanos a
principios del siglo XIX?
En términos raciales, la sociedad peruana fue y es notablemente
variada. A diferencia de Estados Unidos, donde la raza blanca era
predominante, en el Perú tres razas han contribuido significativamente
a la población: la blanca, la negra y la indígena. Los indígenas
americanos habían creado grandes civilizaciones andinas, con millones
de habitantes organizados en complejos imperios. Los blancos eran, por
cierto, en su mayoría procedente de España, los conquistadores y sus
sucesores, que navegaron a través del Atlántico en el siglo XVI en
busca de fama, honor y botín, por todo el territorio peruano. Sus
descendientes, conocidos como criollos, se convirtieron en los amos
del país y de sus habitantes. Los negros eran esclavos africanos
introducidos durante el período colonial para apoyar en los trabajos
más duros a la población indígena, devastada y desmoralizada por el
impacto producido por la conquista y la introducción de enfermedades
europeas que le causaron serios estragos. A partir de esas tres razas
surgieron otras, puesto que la conquista toleró cierta licencia en el
aspecto sexual, prosperando así el mestizaje entre vencedores y
vencidos, a través de algunas uniones bendecidas por la Iglesia
–especialmente en los primeros años- y de una inmensa mayoría de
uniones ilícitas.
De estas uniones entre conquistadores e indígenas surgieron los
mestizos, una raza que fue ensalzada y despreciada con igual pasión a
lo largo de los siguientes cuatro siglos y medio. El Perú no sólo
retuvo un alto porcentaje de indígenas en su población, sino que la
proporción de mestizos fue creciendo hasta que eventualmente se
convirtieron en el grupo racial mayoritario."
Notas:
6.- Véase Charles Julian Bishko, "The Iberian Background of Latin
American History; Recent Progress and Continuing Problems", Hispanic
American Historical Review (en adelante HAHR), XXXVI (1956), pp.
50-80; y H.B. Johnson, Jr., From Reconquest to Empire; The Iberian
Background to Latin American History (New York; Alfred A. Knopf,
1970).
7.- Ramón Menéndez Pidal, The Spaniards in Their History, traducido
con introducción de Walter Starkie, (New York: W. W. Norton, 1950).
8.- Pike, The United States and the Andean Republics..., 12-13,
extraído de los escritos del antropólogo George Foster.
9.- Mariano Baptista Gumucio, Latinoamericanos y norteamericanos:
cinco siglos de dos culturas (La Paz, 1987), p. 18.