Antonio Ramírez C.; ardesperu@hotmail.com
14-4-2015
En el Perú, hace pocos días, todos fuimos testigos de los huaycos
que cayeron sobre una localidad de Chosica y la pérdida de vidas que ocasionó,
vimos también, como ya es costumbre en nuestro país ante tamañas tragedias, al
primer mandatario, sus ministros, alcaldes y otros, exponer al país ante la
ruidosa parafernalia de los medios, sus excelsos sentimientos ante el dolor y
la desgracia de los damnificados.
Lo que no saben o no dicen, es que en este dolido Perú de
desgracias cotidianas, entre 1925 y 1982, se han producido nada menos que 4.300
huaycos, 193 deslizamientos, 45 aluviones y 209 inundaciones impactantes que
han causado la pérdida de 46,300 vidas humanas, además de cuantiosas pérdidas
económicas, en tierras agrícolas, cosechas perdidas, carreteras cortadas y
centros poblados. Véase “Huaycos,
aluviones y responsabilidad estatal”, La República, 8-12-82.
Tampoco se dice, que en el siglo pasado se han presentado 22
episodios El Niño, siendo los mismos cada vez más recurrentes e intensos. Los
eventos ocurridos en 1982-1983 fueron calificados de extraordinarios desde el
punto de vista de la magnitud de las alteraciones y han dejado una secuela de
problemas sociales y económicos, debido a la secular incapacidad e imprevisión
de los gobiernos.
Que, muy a pesar, de existir documentación de daños causados por
El Niño, en episodios que se remontan al siglo XVI y que se han encontrado
pruebas geológicas de sus efectos que datan de hace miles de años. Sin embargo,
una de las ocurrencias más graves que se conocen es el de 1997-1998, que
produjo el trágico saldo de cientos de muertos en diferentes países,
inundaciones que arrasaron poblados completos, sequías que dieron paso a
desoladores incendios forestales, huracanes, hambrunas y enfermedades, enormes
pérdidas de cosechas y ganado, aunados a severos trastornos en los patrones
climáticos a nivel mundial. En los países de la región andina, El Niño de
1997-1998, generó pérdidas estimadas en US$ 7,500 millones.
En este contexto y no obstante lo señalado, las medidas y políticas
de prevención, no revisten, ni merecen la mayor importancia de las
instituciones gubernamentales, a menudo observamos con impotencia cómo un
fenómeno natural arrasa en unas cuantas horas, obras de infraestructura que el
hombre ha tardado años en construir, por no hablar de la tragedia que significa
la pérdida de vidas humanas, o de las inundaciones y sequías que generan hambre
y desempleo en las poblaciones.
El Niño, chamanismo seudo
científico y saqueo de la anchoveta…
El Niño es una interferencia natural de los patrones climáticos
normales y trae aguas cálidas y lluvias fuertes a lo largo del Ecuador hasta la
costa de Perú, que son más intensas alrededor de la Navidad, siendo esta
coincidencia la razón del nombre El Niño. En el proceso, las temperaturas del
agua a lo largo de la costa peruana pueden llegar hasta 28–29° C, comparado con
los 14–23°C normales. Es importante anotar, que ante la presencia del fenómeno,
las aves migran y hay mortandad de pichones, varía la coloración del agua, las
lobas adelantan su proceso de gestación, aparecen otras especies, como
tiburones, conchas de abanico y la anchoveta experimenta una drástica reducción
de sus poblaciones, razón por lo cual se debe impedir su pesca.
En todos los eventos del Niño, como la anchoveta es la especie
clave del ecosistema de la Corriente de Humboldt, en otras palabras del mar
peruano, las capturas de otros peces comerciales que se alimentan de ella como
la merluza, el jurel y la caballa, siempre se han visto reducidas, así como la
producción de guano, el fertilizante natural más cotizado a nivel mundial,
producido por las aves guaneras que se alimentan casi exclusivamente de la
anchoveta. Las poblaciones de mamíferos marinos, lobos, delfines y ballenas,
también se volvieron escasas en nuestro litoral.
En 1963 un evento El Niño de mediana magnitud generó una crisis
pesquera, con desempleo e incrementos importantes en los costos de producción
de la harina de pescado. La indiscutible susceptibilidad de la industria a la
variabilidad del ecosistema se hizo evidente, sin embargo pocos fueron los
intentos de mitigar los problemas y la pesca siguió creciendo de manera
indiscriminada, ocasionándose gravísimas consecuencias financieras con el Banco
Industrial, las mismas que jamás fueron honradas por la industria.
En 1970, se produjeron 2’253,000 toneladas de harina de pescado,
con un desembarque oficial de 12 millones de toneladas métricas de anchoveta,
cifra subestimada en un 30%. Esta increíble sobrepesca fue vista por los ojos
de todos como una victoria asombrosa sobre la naturaleza, ya que la industria
pesquera peruana se convirtió en la más grande del mundo.
Lo que nadie previó, fue que tres años más tarde un evento El Niño
de gran magnitud, causaría el colapso total de la industria y casi la
lapidaría. La sobrepesca, la captura de juveniles, la presión por el continuo
crecimiento de la industria y el evento El Niño fueron todos los agentes
causales de esta tragedia.La disminución vertiginosa de los cardúmenes impidió
la continuidad de la producción de harina de pescado, ya que como resultado de
todos estos factores, en el Perú sólo se pescó 1’700,000 toneladas métricas de
anchoveta en 1973.
Los resultados de esta crisis fueron los despidos masivos, la
quiebra de todas las empresas harineras, el incremento grosero de los costos de
producción y una evidente sobrecapacidad de flota y de plantas procesadoras
incapaces de autosostenerse, puesto que, el largo proceso de recuperación de
los stocks de anchoveta tardaron cerca de 20 años y esto se debió sin duda
alguna, a la prudente y eficiente gestión de la empresa Pesca Perú, en el
período 1985-1990.
El día de hoy, 9 de abril de 2015, estamos una vez más, en el
umbral de una nueva tragedia para la anchoveta y el futuro de la pesca peruana;
lamentable e irresponsablemente, el PRODUCE y el IMARPE, presionados y en
complicidad con la misma industria irresponsable, miope y mezquina, han
autorizado una captura de más de 3 millones de toneladas, certificando con ello
una vez más, el colapso de la cotizada anchoveta.