por Herbert Mujica Rojas
8-5-2007
A propósito de "Epopeya"
Fue emitido, como debió ser, la primera parte del documental chileno
que lleva el impropio nombre de "Epopeya". Tiene olvidos garrafales:
no se acuerda de la generosidad de Grau que no ametralló a los
náufragos de la Esmeralda como sí hicieron los adversarios con los
marinos peruanos de la Independencia. Sólo esa imprecisión denigra y
envilece lo que pretenden sus productores mostrar como una versión
equilibrada.
Sin embargo, así lo enseña la historia, ministerio grave, examen de
conciencia, el expediente chileno quiere subrayar un inexistente apego
del país del sur a los tratados internacionales. Si la guerra de Chile
contra Perú –la "Guerra del Pacífico" es una estupidez candelejona-
terminó en 1883, con un gobierno títere y traidor al mando de Iglesias
y se firma el tratado y el protocolo de paz, ¿por causa de qué recién
en 1929 se arriba al Tratado del 3 de junio que institucionaliza el
robo de Arica y el retorno de Tacna al Perú? Es evidente que habían
pasado décadas y hubo también el irrespeto flagrante a lo acordado
para un plebiscito que diez años después de la guerra debía decidir la
suerte de Arica. ¿A eso se puede llamar, con divorcio evidente a lo
correcto, apego a la jurisdicción internacional y a los pactos? Si se
trata de una compulsa detallada de cómo hay países que no tienen el
más mínimo decoro para con acuerdos o tratados, entonces sería posible
llamar la atención sobre lo no concluido desde 1929 en Arica que una
pandilla traidora pretendió en Perú finiquitar en 1999; además está la
apropiación indebida de territorio peruano bajo la pretensión chilena
que la frontera terrestre comienza en el hito 1 y no en el Punto
Concordia a orilla del mar como establece el Tratado de 1929 y la
invasión del Mar de Grau so pretextos varios y la tesis chilena del
"mar presencial". En fin, hay muchísimo que decir sobre este acápite.
Tiempo atrás admonicé sobre disimuladas intentonas de maquillar lo
ocurrido en la guerra de invasión de Chile contra Perú en 1879. Vale
la pena, a la luz de los acontecimientos, releer esta modesta entrega.
Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
19-7-2006
Perú-Chile: ¿revisión de la historia?
El Departamento de Humanidades y la Sección Historia de la Universidad
Católica organizó un encuentro de historiadores peruanos y chilenos.
Dice la convocatoria que "Perú y Chile enfrentan retos comunes para el
futuro inmediato, los que suponen, entre otros aspectos, la revisión
de sus respectivas historias……con la intención de acercar posiciones y
proyectar la construcción de una historia en común". Conviene con
categórica energía recordar, como lo hace el patriota Alfonso
Benavides Correa en su magistral libro Una difícil vecindad, vibrantes
expresiones ante cualquier amago, arrebato o pretensión de
distorsionar o maquillar cuanto ocurrió en la guerra de 1879.
Afirmó Rubén Vargas Ugarte S.J., en su Historia General del Perú: "hay
manchas que no se borran y, las que a veces cubren a una nación con
un estigma, el tiempo no alcanza a destruir".
Escribió Alberto Ulloa Sotomayor, y así lo recuerda Benavides Correa
en su obra citada: "Bajo un noble propósito de cordialidad
continental, esa disposición contenía un peligroso espejismo e
importaba la renuncia, por parte de países injustamente agraviados o
víctimas de la acción agresiva de otros Estados, a constataciones
históricas y a la legítima formación en su juventud de un espíritu de
justa calificación de la historia, así como de la voluntad de impedir
que ésta se repita por debilidad o ignorancia. Los términos citados,
viniendo a consagrar con el silencio que prepara el olvido, no sólo la
realidad material sino la confirmación espiritual de grandes
injusticias pretéritas, representarían, en casos determinados, el
indulto de delitos históricos que las generaciones deben conocer para
que su conciencia vigilante impida su repetición o procure su
rectificación, según las situaciones y las oportunidades por venir,
dentro de los campos legítimos de la acción diplomática y jurídica.
Este espíritu no estorba sino facilita una tendencia pacífica y de
profunda solidaridad humana en las nuevas generaciones porque no
representa un sentimiento de revancha sino de adhesión al Derecho,
cuyo respeto es condición necesaria para la armónica convivencia
internacional. El silencio y el olvido que imponen la aceptación de
soluciones de fuerza y los procedimientos anti-jurídicos en la vida de
los Estados, actúan como incitadores para su repetición. Convienen a
la política de Estados imperialistas, expansivos o conquistadores,
pero no a la política de los Estados que han sido o pueden ser
víctimas de los primeros".
El esfuerzo que acomete la Universidad Católica bajo la batuta de sus
responsables intelectuales, presume de una contribución valiosa al
recuerdo de la historia nacional. En ese sentido esta colaboración
procura luchar contra la amnesia nacional de tan fatídica recurrencia
en nuestra cotidiana irreflexión y yerros reiterados.
"Como lo acredita sir Clements R. Markham en La Guerra entre el Perú y
Chile (Una difícil vecindad, Benavides, op. cit.) en que denuncia la
barbarie desenfrenada de las hordas de la conquista (p. 190 y
siguientes), destruir las obras públicas como muelles, ferrocarriles y
aduanas: Ordenóse a Lynch que arrasase todo el litoral peruano, desde
el Callao a Paita, y aquél cumplió sus instrucciones al pie de la
letra, arruinando dondequiera tanto la propiedad pública como la
privada. Los daños que causó no sólo en los puertos marítimos de
Huacho, Supe, Salaverry, Trujillo, Pacasmayo, Chiclayo, Eten,
Lambayeque y Paita, sino en todas las villas, haciendas y
plantaciones, fueron incalculables. La obra de destrucción se llevó a
cabo sistemática y bárbaramente. La dinamita fue el agente que se
empleó para destruir los muelles de hierro y todos los edificios
sólidos. Las casas que se incendiaron fueron regadas previamente con
petróleo y otras sustancias igualmente inflamables." Luego de
referirse Markham a las enloquecidas atrocidades de Lynch en salvajes
correrías, no omite el autor recordar que, "después de robar en lo
posible a las poblaciones de la Costa peruana, regresó a Arica
recibiendo de su gobierno la aprobación cordial de sus hazañas. Así
terminó esta expedición de pillaje y de criminal saqueo, perpetua
infamia para sus autores y para el gobierno que proyectó y aprobó su
ejecución, tan grande que hasta los mejores escritores chilenos la
condenan".
Admoniza el maestro Benavides: "Me pregunto, finalmente, si será acaso
más provechoso para el Perú dejarse ganar por la amnesia histórica o
releer esta prosa sin eufemismos, quemando naves y calar estos
pensamientos robustos y actuales que aparecen en El Tonel de Diógenes
(Manuel González Prada, 1945): "Con Chile no valen razones. Su
conducta pasada nos anuncia su conducta venidera que nunca se guiará
por un espíritu de justicia, que nunca procederá de buena fe con
nosotros; su americanismo no pasa de un gastado recurso oratorio.
Tiende la mano al Perú con tal que el Perú le conceda cuanto quiera
pedirle. Se sorprende o finge sorprenderse de que algún peruano guarde
el recuerdo de las abominaciones cometidas en la guerra del 79".
Será necesario conocer en detalle y en meticulosa exposición fidedigna
de cuanto se haya dicho en el evento que organiza con encomiable
visión intelectual la Universidad Católica para que el público examine
estas propuestas, las evalúe, las asimile o, simplemente las rebata,
si acaso, supuesto negado, éstas discurren por los oprobiosos caminos
de la amnesia o del aberrante perdonavidas tan tradicional en nuestra
sicología colectiva.
Don Alfonso Benavides gusta de decir con fruición patriótica: "Un país
desarmado no es garantía de paz; un país desarmado, es una presa
apetecible".
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
Lea www.redvoltaire.net
hcmujica.blogspot.com