por Herbert Mujica Rojas
14-1-2009
¡Pueblos dignos NO OLVIDAN NI BORRAN su historia!
Ni el gobierno y, como es natural, tampoco la Cancillería, ningún
diario o medio, poder estatal, el Congreso o cualquier sucedáneo
oficialista mostró el coraje suficiente para recordar que el 13 y 15
de enero de 1881 acontecieron las batallas de San Juan y Miraflores
durante la guerra de rapiña que Chile llevó a cabo entre 1879-1883.
¿Fue olvido? ¿descuido lamentable? ¿apostasía pusilánime o aberrante
complot para liquidar la memoria histórica?
¿Con qué derecho autoridades episódicas, efímeras, perecederas,
perpetran la omisión recordatoria de quienes lucharon y murieron por
la Patria durante esa conflagración que marcó a sangre y fuego cuanto
ha ocurrido después de 1879? ¿Puede la claudicación de intelectuales,
periodistas, historiadores, burócratas, ocultar en estos días, esos
años de oprobio, traición y desprecio por quienes dejaron sus huesos
en los campos de batalla en nombre de un Perú que hoy los olvida y
hasta ignora de manera aviesa y adrede? ¡Cada quien sabe su
responsabilidad y podrá tabular el tamaño de su felonía y entenderá
que es parte de la inacción que liquida a cualquier nación!
En marzo de este año se presentará en la Corte Internacional de
Justicia de La Haya la memoria peruana sobre el contencioso que por
sobre delimitación marítima se ha planteado a Chile. En lugar de
esclarecer, preparar, adiestrar, entrenar, en el conocimiento de los
antecedentes, historia y exhaustiva revisión de la siempre difícil
vecindad con el país del sur, aquí los oficialistas de todo pelaje y
los claudicantes ecuménicos de la mediocre casta política, prefieren
tapar con toneladas de amnesias colectivas un suceso de enorme
importancia como el referido a la soberanía del Perú en el mar de
Grau. A no pocos gustaría que en nombre de las inversiones y de la
globalización echáramos a la basura la recordación histórica y, lo que
es peor, obliterarámos el período 1879-1883.
Nunca, jamás, hemos sido quirúrgicamente cuidadosos en señalarlo, el
problema fue Chile. Ellos hicieron, con una política de Estado férrea,
cuanto les fue posible o permitido. Aprovecharon de la aquiescencia
criolla traidora y cómplice de los hijos, compadres, amigotes y
quintacolumnas en el aparato oficial del Perú. A esos se les ha
llamado en no pocos casos hombres de Estado cuando no héroes. Se les
ha levantado monumentos y escrito historias o panegíricos asqueantes.
Muchos de esos fueron simples rufianes entregadores de una tierra y
riquezas que no eran suyas y demostraron siempre un desamor protervo
por Perú. ¡Ni qué decir sobre sus habitantes íncolas y vernáculos! Y a
esos les llamó don Pedro Villanueva en libro notable: peruanoides.
No obstante de estas comisiones letales para con la memoria colectiva
de los pueblos, no hay forma de borrarlos del todo, siempre bajo la
premisa que existan quiénes se encarguen de abofetear con la verdad
histórica a quienes se atrevan a mostrar estas conductas abominables.
En esa grey humilde pero digna, anónima pero rescatadora del soldado
desconocido y de la rabona heroica, nos inscribimos como soldados de
disciplina integral. Que otros callen, no escriban ni reivindiquen al
Perú profundo, es un asunto que atañe a sus miserabilidades
recurrentes y cotidianas. Que el lodo de sus inconductas forme parte
de sus pestilencias. La sangre y el heroísmo al servicio de la Patria,
en sacrificio por nuestra heredad y tradición sólo es abono
revolucionario para las nuevas generaciones que no pueden admitir la
yugulación o el adorno maniqueo de su historia.
Mañana 15 es el aniversario de la batalla de Miraflores. Como un hecho
de singular y hasta controvertible curiosidad valdría la pena
preguntar a los legiferantes que viajaron a Chile a reunirse con los
pares de ese país ¿si sabían la fecha en que llevaban a cabo el ágape?
Además, dice el derecho que la ignorancia de la ley no exime de su
cumplimiento. En este caso, la falta de sabiduría y sindéresis no
debiera impedir a los legisladores a exhibir más tino y limpieza
cívica en su pobrísima trayectoria.
La iniciativa que ha planteado desde Tacna, el colega Plinio
Esquinarila y que pasa por el sufragio popular, a lo largo y ancho de
la república, para filmar la megaproducción peruana de lo ocurrido en
la guerra de rapiña entre 1879-1883, viene ganando adhesiones
entusiastas, aplausos por doquier, señales de alerta que demuestran
que los peruanos de veras rechazan el olvido y la amnesia.
¡Enhorabuena!
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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