Recuerdos
de mejores tiempos: El heroísmo del Deber
por Juan Carlos Flórez Granda*;
jcflorezg@yahoo.com
7-6-2015
Mientras realizaba
una investigación para preparar una semblanza histórica de Bolognesi, encontré
un artículo anónimo publicado el 7 de enero de 1882 en el periódico “Rejistro
Oficial” del departamento de Ayacucho, el cual, conmemorando el primer año de
esa gesta, contenía una entrevista al mismo Bolognesi días antes de la batalla.
Me tomé la libertad de copiar el título
para ese trabajo y no dejo de sorprenderme por el sentimiento que, el autor
anónimo, ha logrado plasmar en palabras sobre la actitud y pensar de este
héroe.
La transcripción respeta la ortografía
de esa época en todas sus partes y la calidad de la transmisión es suficiente
para dejar de lado la búsqueda inicial y presentarles esta remembranza del
máximo héroe militar peruano, patrono del Ejército, y que junto a Grau y
Quiñones forman los pilares de nuestras Fuerzas Armadas.
Recuerdos
de mejores tiempos
El
heroísmo del deber
(Entrevista
a Francisco Bolognesi)
I
Era el 23 de mayo de 1880. El Ejército
Perú-Boliviano, reunido en Tacna, había tomado sus posiciones en el “Campo de
la Alianza” y esperaba resuelto el ataque del invasor, a quien se podría
divisar con la ayuda de un anteojo a pocas millas de distancia.
El que estas líneas escribe, fue enviado
ese día a Arica, en una comisión importante, a bordo del Monitor Manco-Ccapacc.
El tren extraordinario salió para el
vecino puerto a las 5 p.m. á fin de llegar en la noche á su destino y evitar
así el cañoneo de la escuadra enemiga, que colocada frente á la desembocadura
de los valles de Lluta y Chacalluta y fuera del alcance de las baterías de
tierra, impedía la marcha del convoy.
Los pocos pasajeros que iban en el
expreso, buscaron como es natural, el mejor alojamiento y yo me encaminé a casa
de DJ de M., vecino notable del lugar, persona muy digna y respetable, cuya
obsequiosa hospitalidad jamás podré olvidar.
El Jefe de la Plaza, había establecido
su domicilio en la citada casa y tuvo la mayor satisfacción al saber que yo
venía de los altos de Tacna y que podía darle noticias fidedignas de lo que
ocurría en el campamento, pues es de notarse, que no obstante la corta
distancia que la separa de esa ciudad, y á pesar del telégrafo y ferrocarril
que, los unen, en aquella no se sabía lo menor respecto a los movimientos del
enemigo, al número de tropas con que contaba y a las mayores ó menores
probabilidades de victoria de nuestras parte.
El Coronel Bolognesi, á quien fui
presentado, después de hacer los más gratos recuerdos de mi padre, de quien fue
compañero y amigo, entabló conmigo el siguiente diálogo:
- Vamos – U. que viene de Tacna podrá
darme noticias ciertas de nuestras tropas, pues las que aquí recibimos, ó son
muy tardías ó no satisfacen de ningún modo.
- Señor, nuestro Ejército ocupa las
mismas posiciones que tomó el General Campero: su estado de ánimo es
satisfactorio aun para el patriotismo mas exijente y ha recibido mayor estímulo
si cabe con la incorporación de la “División de Tacna”, mandada por el Prefecto
Dr. Solar y que está compuesta de las Jendarmerías de los Departamentos de
Tacna y Tarapacá, de las fuerzas de Policía y de la Guardia Nacional, en la que
figuran personas de toda condición social, que no ha trepidado en ofrecer su
continjente de sangre, en defensa de nuestra causa: todo, pues, asegura un
próximo triunfo y se cree que los chilenos, vista la actitud resuelta del
Ejército aliado, no se atrevan a avanzar y muden su plan de ataque.
- ¡Qué disparate! ¿Se sabe acaso el
número de fuerzas del enemigo?
- Ygnoro, señor, si nuestros jefes están
al cabo de esto, pero creo que nada se sabe de cierto y que los cálculos que se
hacen sobre el particular son aventurados.
- Entonces ¿Cómo quiere U. que
triunfemos? Es posible, es racional confiar en la victoria sobre un enemigo,
cuya fuerza numérica no se conoce? ¿Por qué no se ha organizado un servicio de
espionaje cerca de él, que nos comunique cuantos datos nos interesen? ¿Por qué
no imitamos a nuestros enemigos, que están al cabo de lo menos que ocurre en
nuestro campamento y que no ignoran ni el número de soldados que tenemos en los
Hospitales?
- Me parece, señor, que si nuestros
jefes carecen de ese dato tan importante, en cambio han tomado sus medidas para
contrarrestar cualquiera ventaja que nos lleven los chilenos, y por lo mismo,
nadie duda por un momento de la victoria.
- ¡Ay amigo! U. como la generalidad de
nuestros compatriotas, lo vé todo color de rosa; pero es necesario convencernos
de que nuestra condición no puede ser más triste: una serie de errores en todo
sentido ha marcado desde un principio esta guerra, y por lo tanto, el desenlace
no lo veo favorable á nuestra causa. Cuando el Ejército enemigo se ha decidido
á atacarnos en nuestra propias posiciones, es por que ha medido todos los
inconvenientes que podían presentarse a su paso y ha encontrado los medios de
vencerlos; es por que tiene la plena seguridad de conseguir el triunfo, pues,
este se lo garantiza con su mayor número de tropas, con el poder relativamente
superior de sus tres armas y con el arrojo que es consiguiente á las ventajas
que se han adquirido sobre el contrario. ¿Por qué antes de que adelantase á
Sama, no se ha destacado una fuerza respetable sobre el litoral de Tarapacá?
Con esta medida es más que probable, que se le hubiese llamado la atención por
ese lado, y que su plan cambiase por completo.
- Aparte de los graves riesgos que se
hubieran presentado para tal expedición, creo que no habían elementos bastantes
de movilidad para llevarla a cabo.
- No, pues, está U. en un error. En el
tiempo que me hallo al frente de Arica he proporcionado al Ejército aliado más
de 900 mulas, sacadas de los valles de Azapa y Lluta y Chacalluta. Al habérseme
dado el mando de la fuerza expedicionaria, yo le hubiera buscado la movilidad
necesaria y habría respondido también del éxito. La condición actual de esta
Plaza no puede ser más lamentable; todos la creen inespugnable y sin embargo no
podrá resistir al enemigo, en un ataque combinado de mar y tierra: es tan corto
el número de sus defensores, que fácilmente pueden ser arrollados en un
momento.
- ¿Es posible Señor, que tal sea su
condición?, cuando todos la consideramos como un baluarte ante el cual se
estrellarán los esfuerzos del enemigo, en el caso de un desastre, tanto más que
es el punto de retirada que la sola razón aconseja.
- Lo que le digo a U. amigo- Si la
próxima batalla nos es desfavorable, como mucho me lo temo, Arica está perdido
y sin remedio, por que quedaremos aislados, por que el enemigo traerá aquí
todas sus tropas victoriosas, para atacarnos en combinación con su escuadra,
por que tendremos que resignarnos ánuestra suerte. De mi sé decir á U., que
como ciudadano y como Jefe de esta Plaza; preferiré morir antes que rendirla, siquiera
para que nuestros compatriotas se estimulen con nuestra conducta, siquiera para
que la Historia diga en sus páginas, al hablar de esta guerra:
“Los
defensores de Arica, no obstante lo desesperado de su condición, cumplieron con
su deber, prefiriendo morir en su puesto, antes que implorar la misericordia
del vencedor.”
Pronunciando tan sublimes palabras, que
ponían de manifiesto su acrisolado patriotismo y la grandeza de su alma, fuimos
interrumpidos por la llegada de dos oficiales que venían á dar cuenta de una
comisión.
Me despedí del Coronel Bolognesi para no
volverle á ver mas.
II
Pasaron 3 semanas después de la batalla
del 26 de Mayo, que decidió de la suerte del Departamento de Tacna.
Nos encontrábamos en Tarata,
guarneciendo esa Provincia y sosteniéndola bajo la obediencia del Gobierno
Nacional, con las pocas fuerzas que se pudieron organizar después del desastre.
No nos era conocida la suerte que había
corrido Arica, pero la sospechábamos.
Unos pocos de sus defensores que se nos
reunieron, después de sufrir las penurias de una larga marcha, nos dieron la
fatal noticia, que no nos sorprendió, pues, ya digo, conjeturábamos el
desenlace.
El Jefe de la Plaza, después de hacer
frente, á fuerza de inteligencia y audacia, al primer empuje del invasor, no
pudo resistir el segundo ataque, iniciado en condiciones ventajosísimas para el
vencedor, pues los asaltados estaban ya diezmados. La veleidosa fortuna se
declaraba nuevamente por Chile.
El Coronel Bolognesi intimado por el
enemigo para que se rindiera, contestó con noble arrogancia:
“He
tenido la desgracia de sobrevivir á mis compañeros, no sobreviviré á a pérdida
de esta Plaza: la espada que la defendió, se rendirá con mi vida” y fue muerto inmediatamente.
Conservaré siempre grabado en mi memoria
el rostro venerable de aquel guerrero, agobiado por el paso de los años y por
las fatigas de una cruda campaña. Sus grandes dotes militares; su energía y
actividad y su ascendrado patriotismo, que le llevó aunmas allá de lo que el
deber le impusieran, hacen de él la personificación de lo que hay de mas digno
y elevado en esta guerra; un héroe que la historia patria puede presentar con
orgullo en sus más brillantes páginas, y cuyos hechos merecen ser ensalzados
por un Homero.
Conoció los errores de la campaña y nó
trepidó en combatirlos, aunque en vano; vió el peligro y nó se arredro ante él:
y cumplido su deber como ciudadano y como soldado, no quizo sobrevivir á los
Moore, á los Ugarte, á los Inclán, á los Blondell y á tantos otros que le
precedieron en el camino de la inmortalidad, y cuando aun podía disfrutar en
vida de sus glorias, creyó mancharlas, rindiendo su espada á los mismos que
combatiera; prefirió morir y murió.
Los hechos de Bolognesi son de todos muy
conocidos, y si me he permitido relatarlos aquí, hoy primer aniversario de su
muerte, ha sido siquiera como un homenaje á la memoria del héroe; que una vez
se dignó estrecharme la mano, concediéndome la honra de manifestarme su opinión
sobre los sucesos de la presente guerra.
N.N.
Huancavelica, Junio 7 de 1881
Por esta Sección
Mariano Pagador
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*Director – SEHCAP