Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
9-4-2005
Congreso: ¿bicameralidad o inutilidad?*
El hombre o mujer común
del pueblo asocia al Congreso como una forma muelle, fácil, desvergonzada, de
vivir bien cobrando bastante, trabajando muy poco y gozando de la cobertura de
los medios de información que las más de las veces convierten a mulas genuinas
en “voceros” y a idiotas con diploma en “demócratas” o “voceros” de sus nada
influyentes partidos o patotas políticas. Manuel González Prada, siempre
lapidario, escribió que hasta el Caballo de Calígula se avergonzaría de ser
parte de semejante corporación.
Por tanto, cualquier
discusión sobre el Parlamento encontrará enemigos recalcitrantes, impugnadores
feroces y muy pocos simpatizantes. Hoy se habla de la restitución de la bicameralidad
y la vuelta al Senado, cámara reflexiva, según la definición más común. Es
cierto que todos se preguntan: ¿qué pueden reflexionar seres cuyas
inteligencias no superan a la de cualquier mono con agudo retraso mental?
La idea de una cámara
política que piense o corrija, como instancia superior, lo que otra más joven o
impetuosa (diputados), no es mala. Es ideal. Entendiendo que en países como los
nuestros, lo ideal es una quimera cuasi inalcanzable. Ciertamente, muchas de
las leyes o los planteamientos teóricos, son bellos y hasta excelsos. La
realidad es muy diferente.
Pretender un “blindaje” de
presidentes cuando ya no lo sean, a través de senadurías vitalicias es un
genuino disparate que prostituye de hecho y de frente la idea de volver al Senado
porque estaríase comenzando en el vicio de poner las instituciones al servicio
de hombres con nombre y apellido, concepción alejada del bien común y social.
De modo que este despropósito en lugar de fortalecer la bicameralidad, la
envilece ineluctablemente.
El Congreso en sí no es
más que un apéndice de la formalidad que dictan los esquemas de poder real que
pergeñan los contratos-leyes, los TLCs que aspiran a tribunales ad hoc y
sometidos a la férula de las transnacionales. Es decir, el Parlamento es una
válvula que dice representar pero que no constituye sino un saludo a la
bandera. Dicen los políticos: mal con él, peor sin él. La pregunta es: ¿a
quiénes sirve y a quiénes perjudica?
Enderezada la pregunta al
actual Parlamento, es harto incómoda: ¿están a punto de aprobar un TLC
entreguista y vasallo a los Estados Unidos?; ¿están a punto de aprobar la
adhesión del Perú a la
Convención del Mar?; ¿qué están haciendo para revertir
contratos o concesiones sumamente lesivas al interés del Estado como Lima Airport
Partners, Bayóvar, Matarani, etc.?. Congresos así, sólo legitiman, lo que es
una verdadera expoliación abusiva, pero legalizada, de las riquezas y
patrimonios de los pueblos. En el caso del Perú, esto es demostrable desde hace
largos años y de poco valen los discursos o notas de prensa que los
parlamentarios emiten so pretexto de sus opiniones singulares.
En mi modesto juicio el
Congreso es una tabla de salvación para vagos, tunantes y pobres diablos (en su
inmensa mayoría y con excepciones poquísimas) que gasta plata del pueblo en
legiferantes ineptos; regimientos de secretarias, batallones de asesores y
brigadas de parientes, queridas o amigos.
¡Atentos a la historia;
las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto
infame y tácito de hablar a media voz!
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*Publicado
originalmente en la Red Voltaire el 9-4-2005 https://www.voltairenet.org/article124595.html