Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
25-8-2008
Historias de plástico*
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¿Qué hacía el señor Nicolás de Piérola en diciembre de 1881
con el jefe de la ocupación chilena en Lima? Ya había resignado la dictadura
porque nadie le hacía caso desde el 28 de noviembre y fue Tarma la ciudad que
registró el hecho. No representaba a nadie y tampoco era funcional –ya había
sido lo suficiente en enero los días 13 y 15 en San Juan y Miraflores, cuando
la trágica derrota de la capital ese mismo año- a los chilenos que le
desconocían en absoluto y en cambio apresaban a García Calderón y le enviaban
deportado al sur. ¿Quién aclara esta oscuridad proditora tan poco tocada? Y muy
ignorada.
Dice Jorge Basadre:
“A Lima, ocupada por el enemigo, llegó Piérola el 3 de
diciembre, con lo cual se sometió de hecho a lo que antes censuró y condenó.
El 6 de diciembre se entrevistó en casa de Juan de Aliaga,
con Lynch, y en otra casa con el diplomático Novoa. No hay versión de la
primera entrevista; pero sí unos apuntes de Novoa acerca de la segunda. Piérola
creía posible un alzamiento a favor suyo en el Ejército de Cáceres; pero
siempre que condujera a la paz en términos soportables para el Perú. Novoa
repuso que ella, después de los sacrificios chilenos, no podía ser sin cesión
territorial. A ello contestó Piérola que dicha entrega era “apenas un medio de
salvar la dificultad ficticiamente, puesto que obligaría a la paz armada y al
acecho constante. .........Ese mismo mes, Piérola
se embarcó al extranjero con pasaporte del gobierno de Chile, si bien todas
sus gestiones encaminánrose a la paz sin cesión territorial. En Europa buscó la
mediación de Francia e Inglaterra en vano. Ya en noviembre del 82 estaba
nuevamente en Estados Unidos y realizó esfuerzos inútiles que más adelante se
mencionan”. (Historia de la República).
El padre Rubén Vargas Ugarte apenas si dedica un par de
líneas consignando el hecho de diciembre de 1881.
En el bello libro que consagró a su biografía, Piérola,
Alberto Ulloa Sotomayor, grueso tomo de más de 400 páginas, no hay mayor
referencia a un hecho que hasta para el criterio del más novel historiador
alcanzó ribetes de alguna significación extraña, inexplicable, abstrusa, de
monstruosa incongruencia.
El hecho en sí es demostrativo de cómo se ha manipulado la
historia, magnificando etapas, glorificando supuestos héroes o prohombres y, en
cambio, ensombreciendo u ocultando, simplemente, las tenebrosas y feas alamedas
transitadas por aquellos a quienes las historias oficiales regalan ditirambos
múltiples y panegíricos integrales.
Si Piérola ya no era dictador porque nadie le reconocía
mando alguno o capacidad de negociación, la más mínima. Si, precisamente, había
resignado en Tarma el 28 de noviembre y de modo oficial –ese año trágico de
1881- su dictadura, porque los invasores no le reputaban importancia ni mando,
retorna la pregunta filuda que no tiene respuesta de los historiadores: ¿qué
hacía Piérola “conferenciando” con Patricio Lynch y Jovino Novoa en la Lima
ocupada y sobre un suelo ensangrentado por la matanza que los chilenos habían
perpetrado en San Juan, Chorrillos, Barranco y Miraflores? ¿cómo así que “se
embarcó al extranjero con pasaporte del gobierno de Chile”?, tal como apunta
Basadre.
El historiador Jorge Basadre afirmó que a Cáceres, el Brujo
de los Andes, el firme portero y guardián de la dignidad nacional durante
largas y reconocidas luchas y señaladamente entre 1881 y 1883 en la Campaña de
La Breña, le faltó morir en el campo de Huamachuco. Es decir avanzó criterio
terminal sobre un genuino héroe. Cierto, más allá de las palabras informativas
que sobre Piérola consignó y en torno a las reuniones de éste con los
capitostes chilenos, no hay más testimonio. La plasticidad del juicio no puede
ser más evidente. ¿Y la objetividad? ¡Quimera lejana, sin duda alguna!
Débese a Manuel González Prada el fulminante párrafo
histórico:
“Chile mismo no habría elegido mejor aliado. Cuando convenía
ceñirse a disciplinar soldados, reunir material de guerra y aumentar los
recursos fiscales, Piérola remueve las más pasivas instituciones: era el caso
de ordenar, y desordena; de hacer, y deshace; de conservar, y destruye; de
operar, y sueña. En el estado de guerra, cuando las funciones del cuerpo social
son de más intensidad y de mayor extensión, suprime órganos o les sustituye con
mecanismos artificiales y muertos. Peor aún: asume el Poder Legislativo, el
Ejecutivo, el Judicial, el Generalato en Jefe del Ejército, el Almirantazgo de
la Marina, en fin, presume realizar una obra que no imaginaron Alejandro,
César, Carlomagno ni Bonaparte. Un dedo pretende monopolizar todas las
funciones del organismo.”
¿Ha sido cierta la historia embutida durante decenios a los
peruanos? ¿o más fuerte fue la plasticidad cómplice y corrupta mantenedora del
status quo que se verifica en calles y plazas que llevan nombres inapropiados porque
blanquean lo sucio y glorifican a no pocos traidores y regaladores de la
heredad nacional?
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena
bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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*Publicado originalmente en la Red Voltaire el
25-8-2008