Werther: morir de
amor
por Jorge Smith Maguiña; kokosmithm@hotmail.com
30-10-2019
El
Gran Teatro Nacional estrenó en Lima con la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil
Bicentenario, la hermosa ópera Werther del francés Jules Massenet, inspirada en
“Las desventuras del joven Werther” de Goethe. El excelente director español
Oliver Díaz dirigió un grupo de solistas bastante homogéneo, con su compatriota
Carol García en el rol de Charlotte, la peruana Ximena Agurto en el rol de su
hermana Sophie y, sobre todo, la del
cantante chileno Jonathan Tetelman en el rol principal del personaje del
atormentado Werther. Este tenor ya tiene una rica trayectoria en los
principales teatros líricos del mundo. Su debut en Lima ha sido una grata e
inolvidable sorpresa, pues por su impecable voz para cantar el rol, su
presencia y su trabajo actoral minucioso en los detalles, nos hacen presagiar
que este artista estará pronto entre los grandes. Hizo bien el chileno de
mantener la voz en el registro medio, pudiendo acentuar los extremos. Al
interpretar Werther no cabe aumentar más, el éxtasis lírico que el que ya lo
hay en abundancia, explicitado en el texto de la obra y el libreto de la ópera.
Desde
que se publicó la obra hubieron muchos intentos de llevarla a la ópera, aunque
algunos se limitaron a hacer solo algunas arias sobre el tema. Si bien los
libretistas de Massenet, respetaron la trama original y mantienen los mismos
personajes, atenúan un poco los raptos exacerbados del personaje principal y le
dan mayor presencia al rol de Charlotte y a la interacción entre ella y
Werther. Los libretistas franceses le dan también a los personajes femeninos un
toque de elegancia y sensualidad y dejan de ser simplemente accesorios pues se
roban a veces, por así decirlo, el rol principal. El personaje de Werther al
final, en la versión operística, muere incluso en los brazos de Charlotte, lo
cual no ocurre en la obra original de Goethe. Massenet acentúa el dramatismo en
escenas como en el hermoso dúo del tercer acto, pero hubiese sido un exceso
meter más drama en la escena final, que escenifica el canto final de un hombre
moribundo, en un momento supremo en el que todo está ya perdido y en el cual
solo cabe tener el tono de la confesión o la confidencia póstuma. El compositor
solía decir, que había puesto en la composición de esta obra toda su alma y es
en efecto lo que la obra nos transmite.
Detrás
de la personalidad abnegada y de alguna manera prudente y tímida de Charlotte
se siente una pasión que hierve a borbotones. El manejo musical de la pasión
femenina en Massenet es simplemente magistral. Cuando pensamos, mutatis
mutandis, en su otra heroína que fue Manon, donde mas bien él retrata a la
mujer extrovertida y sensual que no esconde su vocación de libertina por no
decir de prostituta, vemos también un personaje multifacético, capaz de
comportarse como esposa y como hermana. Al margen de esa vida exterior de
Manon, el compositor nos muestra un ser con una vida interior muy rica y
compleja. El genial francés tenía una paleta musical muy rica para diseñar sus
personajes femeninos. La obra de Goethe sale enriquecida al pasar por esas
manos, como también el Otello de Shakespeare, sale enriquecido con la música de
Verdi.
Volver
a ver esta obra me ha llevado a múltiples reflexiones: sobre la ópera misma, el
tema mismo del suicidio y mas aún el suicidio juvenil que no deja de tener una
preocupante actualidad. Es la tercera causa de muerte entre los jóvenes, en una
época de la vida en la cual se supone hay la energía para ver el futuro con
espíritu positivo. Hay diferencias sin embargo en el suicidio juvenil cuando el
elemento desencadenante es un hecho puntual, como puede serlo la frustración de
no pasar exitosamente el examen de acceso a las prestigiosas universidades
(como suele serlo en Japón o China) o un fracaso profesional, con el suicidio
como producto de una relación pasional frustrada o inconclusa. Es el segundo
tipo de suicidio que vamos a analizar tomando como referencia la temática del
Werther.
En
lo musical hay muchas formas de interpretar el Werther de Massenet, pero lo
curioso es que aunque el libreto original de la ópera está en francés -aunque
la primera presentación se hizo en Viena y fue en una traducción al alemán- y
es cantada usualmente en francés, los mejores intérpretes para ese rol no han
sido necesariamente tenores franceses. La versión que muchos consideran
referencial desde los años 70 fue la de Alfredo Kraus, un exquisito tenor
español que acentuaba con su porte aristocrático y su bien trabajada voz, el
lado lírico y explícitamente romántico del personaje.
Werther,
ya lo sabemos, era un personaje suicida pero también era un hombre sensible a
la naturaleza, al amor mismo, al contacto con la gente sencilla y con los
niños. El mundo interior de Werther es muy rico y el que sea suicida en nada
disminuye la riqueza de su personalidad y por lo mismo un histrionismo
exagerado no es algo que dé un retrato fiel del mismo. No es necesario por lo
mismo, cantar el personaje con una voz de tenor heroico, marcado desde el
inicio por la fatalidad y envolverlo desde la partida con un manto fúnebre. La
voz justamente de tenore di grazia que era la de Kraus, le permitía transmitir
a la perfección su percepción del personaje.
Al
otro extremo de la interpretación, tenemos hoy en día al excepcional tenor
alemán Jonas Kaufmann, cuya voz portentosa nos da una lectura diferente del
personaje. Con esa voz tan cuajada en los suicidas personajes wagnerianos,
Kaufmann nos regala en sus diversas interpretaciones un Werther con acentos
oscuros, ya herido desde el comienzo, para quien el suicidio no es sino el
rejón final, la crónica de una muerte anunciada. Werther en sus cartas y
escritos pregona en forma reiterada su deseo de morir en el texto original de
Goethe, a lo largo y ancho de la obra. Curiosamente ese disparo que terminó con
la vida de Werther también fue el detonador inicial a fines del siglo XVIII del
movimiento literario denominado “ romanticismo” que a partir de Alemania se
propagó por Europa. La publicación del
Werther generó una epidemia de suicidios de jóvenes que sobrepasó las 40
víctimas y la obra incluso fue prohibida en algunos lugares para evitar que
otros jóvenes, vestidos con el chaleco amarillo, imitando al personaje,
pusiesen también punto final a sus vidas.
La
puesta en escena presentada en Lima ha sido minimalista y con un hábil trabajo
de iluminación que nos permitía concentrarnos de lleno en los personajes. Paneles
gigantes que reproducían el texto de algunas cartas en francés, enmarcaban las
escenas. Solo en el tercer acto se agrega un escritorio al escenario y la
escena final de la muerte de Werther ocurre en un cuartucho muy simple. Es la
forma moderna de hacer las cosas. El barroquismo ya no cabe en las puestas en
escena modernas. Una proliferación de objetos y de mobiliario distraen
innecesariamente. No suman para comprender la acción, mas bien restan.
Ya
la vida moderna nos da a cada instante demasiada información, redundante,
banal, secundaria e innecesaria por lo que cuando de buen grado queremos ver
una obra teatral o escuchar/ver una ópera, lo mejor es que nuestra atención no
se pierda en lo accesorio o banal. Y para eso fue una excepcional idea traer a
un escenógrafo tan experimentado como el colombiano/argentino Alejando Chacón.
Difícil de olvidar la magistral puesta en escena que nos dio del Don Carlos de
Verdi hace algunos años, con una decoración sobria, que permitía percibir y
sentir la densidad de cada personaje y cada vez que intervenía uno, nos daba la
impresión que llenaba toda la escena. Los personajes de Schiller en esta
conmovedora ópera de Verdi, parecían esculpidos en el mármol cuya blancura
sobresalía frente al fondo oscuro, arropados con la sublime música del genial
italiano.
Hablar
del Werther de Goethe o de Massenet, es hablar del tema del suicidio que de
alguna manera a pesar de su recurrencia y hasta banalidad, suele ser un tema
tabú, sobre el cual mucho se piensa y poco se habla. El suicidado de alguna
manera acusa a su entorno o a la sociedad de algo y la reacción del entorno
suele ser de culpabilidad de no haber hecho caso a una callada súplica o a una
demanda de atención por parte del suicidado. Si bien el suicidado a final de cuentas
es el único responsable de sus actos y la idea no se gesta de un momento a
otro.
El
suicidio como en el caso de Werther se
premedita poco a poco, hasta que se instala como una especie de necesidad en la
conciencia y solo hace falta el estímulo externo que desencadena la decisión
final. Uno de los principales interrogantes que enfrentamos los psicólogos
cuanso tratamos a pacientes suicidas, es el por qué frente a frustraciones
masivas, de separación o de pérdida o de ruptura de algún tipo de relaciones,
algunos tienen tentaciones suicidas y otros no. Uno llega a comprender las
necesidades del ser humano, pero difícilmente comprende qué es lo que satisface
realmente el deseo del hombre y la forma como procesa el ver frustradas la
satisfacción de sus necesidades o deseos. Renunciar a la vida es muchas veces
llevar la libertad hasta sus últimas consecuencias, pero eso no significa ser
dueño de certitud alguna. Albert Camus y otros planteaban que el suicidarse o
no, es quizás la disyuntiva esencial del ser humano. La duda, sin embargo,
frente a lo que busca el suicidado siempre está plagada de la misma
incertidumbre por muy explicativas o argumentativas que a veces sean las cartas
o mensajes que deja el suicidado. Ya en la primera página del Werther de Goethe,
las preguntas están hechas sin tapujos y de diversas formas. ¿qué es lo que
busca en el fondo de su corazón el hombre?, ¿por qué se queja?
Para
elucidar estas eternas preguntas el arte siempre nos dio respuestas más
aproximadas, aunque nunca definitivas, que aquellas que tanteó la ciencia. El
análisis que en algunos casos podemos hacer en casos precisos del rol que puede
tener un entorno específico para desencadenar una decisión definitiva e
irreversible, nos lleva a pensar cómo una sociedad puede muchas veces puede
desencadenar toda una serie de situaciones cuya suma total tendrá una víctima
precisa, pero esta vez ya no en la ficción, sino en la vida misma.
Ocurre
que este año se cumplen 50 años del suicidio de Gabrielle Russier, la joven
profesora francesa que se suicidó porque la sociedad bastante intolerante
todavía de fines de los años 60’, se interpuso entre ella y la relación
pasional que ella sostuvo con un alumno suyo con quien tenía una diferencia de
16 años. El 16 y ella 32. En el Hollywood actual quizás a pocos sorprenda que
Madonna o Jennifer López hayan tenido mas de 20 años de diferencia sobre
algunas de sus ex parejas recientes. Pero la posibilidad de transgresión
ilimitada del mundo de la farándula moderna poco tiene que ver con la rigidez
que todavía tenía la sociedad francesa de los 60, bastante estática en sus
costumbres conservadoras y con una estructura patriarcal casi inmutable que fue
removida justamente por los sucesos del mayo del 68.
“Prohibido
prohibir”, “Seamos realistas, pidamos lo imposible” eran algunos de los slogans
que se leían en los muros de París esos días. La aparición de la píldora
anticonceptiva, la legalización del divorcio y los debates sobre el aborto que
ya comenzaban, indicaban que se estaba entrando a una mutación social, abierta
a un mundo totalmente nuevo, más tolerante hacia nuevas formas de ser y de
pensar. Es justamente con el ecran de fondo de esos días de mayo del 68, de
revueltas estudiantiles, de paros obreros y algunas barricadas, que nació la
relación pasional entre el alumno Christian Rossi y la profesora Gabrielle
Russier, que llevó al joven estudiante a enfrentarse contra su familia y a la
profesora de alguna manera contra la sociedad. Ella fue acusada de seducir a un
menor de edad y fue expulsada de su trabajo, detenida dos veces por la policía
y él fue sometido a un tratamiento psiquiátrico, algo impensable en estos días.
La paradoja es que la Francia actual tiene como presidente a Emmanuel Macron,
un alumno que se casó con su profesora del colegio, la cual le lleva a él, 24
años de diferencia. Increíble paradoja y la mejor prueba que en muchas cosas
las sociedades evolucionan y se vuelven más tolerantes. La situación también en
otros lugares suele ser a la inversa, pues el ex presidente de Brasil, Michel
Temer, le lleva casi 40 años de diferencia a su actual esposa. En la Francia
actual casi 20% de las mujeres están casadas o conviven con hombres menores que
ellas.
La
relación pasional que llevo al suicidio a Gabrielle Russier tiene diversos elementos
que nos hacen pensar en Werther. Las cartas mismas que ella escribió cuando
estaba en prisión nos muestran la forma dolorosa de cómo ella procesaba su
dolorosa situación, su abatimiento y su desazón. Ella no vio otra salida que el
suicidio al igual que el personaje de Goethe.
Hay
una fase o etapa en el proceso mental del suicida que se caracteriza por una
rabia o cólera violenta a una sociedad que se interpone a la persona y al
objeto de su deseo. Muchas veces por eso los crímenes pasionales suelen ser un
asesinato que precede un suicidio y a veces implican hasta la muerte de un
tercero cuando hay celos de por medio. Le debemos al genio de Goethe el haber
intuido de forma tan genial el cómo funciona en la mente la mecánica del
comportamiento suicida y lo dificil que es detener dicho mecanismo cuando éste
se desencadena y la violencia de las emociones dirigidas hacia sí mismo, al
entorno y hacia el mismo objeto amado que tal decisión implica. Nada mas
dramático que la carta dirigida por Werther a Charlotte, no enviada y
encontrada después que él muere y en la cual había escrito:
“Me
acosté y al levantarme esta mañana no obstante la carencia de sueño, he
encontrado en mi corazón esta resolución firme inquebrantable ¡Quiero morir!.
No es desesperanza. Es la incertidumbre de que he acabado mi carrera y de que
me he sacrificado por ti. Sí Carlota ¿por qué te lo he de negar? Es preciso que
uno de los tres muera y quiero morir yo. ¡Oh querida mía! Una idea furiosa ha
penetrado a mi despedazado corazón muchas veces.., matar a tu esposo.. a ti … y
a mí,. ¡Sea pues, esto último!.”
La
muerte de Gabrielle Russier , lejos de ser un hecho banal, fue algo que de
alguna manera conmocionó a Francia. Dos años después de lo ocurrido se hizo una
película “Mourir d´aimer” que causo furor gracias sobre todo al talento de
Annie Girardot y la música para la banda sonora fue compuesta por Charles
Aznavour. El talentoso compositor hizo también la letra de la canción que de
alguna manera es una reflexión sobre esa trágica historia que nos habla sobre
esa cercanía y hasta complicidad que tienen Eros y Thanatos cuando la pasión
está de por medio. Los artistas y los poetas, mejor que nadie, saben descifrar
esos hieroglifos que describen las contradicciones
del alma humana y sobre todo el dolor que precede una decisión irreversible.
“Amor
que no lastima, da lástima” escribía un poeta y esa paradoja encierra una gran
verdad. El amor pasión puede a veces llevar a la locura o a la muerte. Los
inicios de una pasión pueden llenarnos de un falaz entusiasmo pero los campos
de aterrizaje muchas veces inevitables son la locura o la muerte.
Los
personajes de Mme. Bovary y de Ana Karenina poblarán todavía por un buen tiempo
la subjetividad occidental porque fueron servidas por la pluma incomparable de
Flaubert y de Tolstoi, pero basta leer la prensa amarilla de casi cada día para
encontrar el estrago causado por ese vaivén entre amor y muerte a lo cual lleva
a pasión. La música popular incluso a veces tiene letras que en su inocente
superficialidad nos habla de estos temas. Pienso en esa canción caribeña que
hace algunos años los cultores de la salsa escuchaban acompañado por el Gran
Combo de Puerto Rico. La canción en su simplicidad muestra las obsesiones
recurrentes del loco enamorado:
“A
Goyito Sabater lo tienen en psiquiatría
Por decirle a una mujer
Del modo
que la quería.
Y
esto fue lo que dijo Goyito Sabater
Esta tonta tontería:
Tu
espejo quisiera ser Para
tus bellezas ver
Y
también quisiera ser
El jabón que te perfuma Para
envolverte en mi espuma
Y besar toda tu piel.”
Para
la película que relata la tragedia de Gabrielle Russier, Charles Aznavour
compuso no solo la música de la banda sonora sino un texto que como muchos de
los que escribió, alcanzan un nivel poético equivalente al de los grandes
vates. El tenía esa sensibilidad que le permitía en el texto de sus canciones
reflejar el drama cotidiano de la gente común, aquello que el común de los
mortales siempre piensa y no sabe expresar. ¿No es eso justamente lo que
buscaban los grandes poetas románticos, e. mismo Goethe, Schiller o Novalis?
Mal se ha hecho en el mundo occidental en crear muchas veces una brecha que
separe la música y la poesía popular de otra que sería mas docta y mas
rebuscada. Sobre todo cuando en su contenido está confrontada frente a esas
situaciones extremas que combinan el amor y la muerte. Cuando trata esos temas
Aznavour, la inspiración fluye con una capacidad de belleza ilimitada. En el
texto de la canción “Morir de amor” inspirado en la muerte de Gabrielle
Russier, lo logra:
“Un
mundo cruel me ha condenado
“Les parois de ma vie sont lisses Sin compasión me
ha sentenciado Je
m´accroche mais je glisse En
cambio no siento temor Lentement vers ma
destinée
Morir de amar
Mourir d´aimer
Y
mientras se juzga mi vida Tandis que
le monde me juge No veo mas
que una salida Je ne
vois pour moi qu´un refuge Que es encontrar en
mi corazón
Toute issue m´etant condamnée Morir de amar
Mourir d´aimer
Morir
de amor
Mourir d´amour
Es morir solo en la
oscuridad
De plein gré s´enfoncer dans la nuit Cara a cara con la
soledad
Payer l´amour au pris de sa vie
Sin poder implorar Sin poder implorar ni clemencia ni piedad Pecher contre le corps mais non
contre l´esprit.
El
genio de Aznavour logra el tono preciso para hablar de algo doloroso y grave
como lo es una muerte por amor. Ese es el tono de voz que en algún lugar dentro
de sus tumbas escuchan todavía Werther y Gabrielle, como las melodías de los
viejos tangos, que tienen mucho de olor a vida pero gusto a muerte.