Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
2-2-2023
¡Inmoralidad absoluta!
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No hay raíz de principios doctrinarios, ideológicos o de
cualquier especie en las “discusiones políticas” en Perú. Cada quien busca su
conveniencia y cómo vivir mejor de la cansada ubre del Estado.
Una institución tan desprestigiada como el Congreso se da el
lujo de postergar definiciones que son muy urgentes. Pero, según truculenta
tesis, si no hay “reformas”, todo seguirá tal cual.
¿Tan mal estamos?
Los parlamenarios, cuyo único mérito ha sido el ser vulgares
golpistas y saboteadores del Ejecutivo que mal lideró Pedro Castillo durante
casi 15 meses, hoy sostienen con descaro que si no les permiten la reelección
(por su experiencia) y un Senado (capacidad reflexiva), las cosas seguirán tan
mal como con ellos.
¡A confesión de parte, relevo de pruebas!
En los temas de plagio, copias, abusos contra la razón,
dislates y falta de escrúpulos, nuestros legiferantes exasperan a cualquier
paciencia razonable. Cuando se escucha al congresista Montoya decir que él fue
elegido hasta el 2026, uno no sabe si está frente a un muñeco porfiado o un
autista en modo terminal.
¡Cuan difícil debe sentirse ser parte de un organismo odiado
de norte a sur, de este a oeste, en todo el país! Con casi 90% de
desaprobación, deberían considerar seriamente unas vacaciones por 20 años en
Siberia u Oceanía o cerca al Everest de nieve perenne y fríos durísimos.
¿Por qué la oposición, en imprescindible –tarde o temprana-
dinámica, no procura un comando unificado con una estrategia mínima y
conducente al cese de hostilidades?
La violencia legal la ostenta el Estado, para muestra, los
casi 60 asesinados a balazos en diversas partes del país. Los que medran con
estas bajas no aspiran a los acuerdos, pero dudoso puede ser el mantenimiento
de un estado guerrero sine die de término.
Es cierto que muchas voces internacionales, alarmadas por el
baño de sangre que impulsa sin freno ni prudencia, el gobierno de la presidente
Dina Boluarte, ya le han hecho saber de su descontento y con la amenaza velada
de medidas muy severas.
Los termocéfalos sólo encandilan, apagan incendios con
gasolina, y los hay en todo el espectro: derecha e izquierda.
La clave está en un equilibrio que ataje, de una buena vez,
la mortandad y el enlutamiento de hogares peruanos, que procure ecuanimidad en
los pactos y que vigile el cumplimiento de los acuerdos.
¡Es mejor tratar y convenir con 60 muertos que esperar a que
la lista trágica sobrepase la centena o varias de ellas! ¿Cuánto cuesta
reflexionar con frialdad y patriotismo?
Pero la moral pública, la única que debe subsistir imbatible
para la supervivencia real de una nación, por lo menos en Perú, casi siempre es
derrotada sin ambages y así se asienta la estafa, el dolo, la delincuencia de
cuello y corbata y el regalo de la Patria y sus recursos energéticos y humanos
en porciones jugosas que sólo dan rentas a los capituleros que las negocian,
una vez arriba en los goznes de la administración del Estado.
La inmoralidad en Perú y el robo en la cosa pública no nace,
como dicen no pocos estúpidos, con Montesinos y el gobierno de Fujimori,
adviene desde cuando los españoles y el trío llegó con su sesgo “civilizador” y
“superior” al entonces Imperio Incaico, Francisco Pizarro, Diego de Almagro y
Hernando de Luque.
La expoliación arranca así inmisericorde e indiscriminada
bajo la aureola de un rey lejano y arropada en el manto de una religión extraña
que casi 500 años después continúa impávida en su puesto de influencia y ¡sin
pagar impuestos, como lo hace todo el resto!
La inmoralidad absoluta, es decir la corrupción, oxida todo
el organismo nacional. González Prada afirmó: ¡Perú es un organismo enfermo,
donde se aplica el dedo, brota el pus!
Me atrevo a sostener que es un tema que puede revertirse. Lo
fundamental es comprender que con esa inmoralidad absoluta, no sólo en Palacio,
Congreso, burocracia y Estado, sino en casa, en el centro de trabajo, en todas
las actividades cotidianas, no avanzamos absolutamente nada y ¡por el
contrario! damos muestras de un salvajismo primitivo y abyecto.
Recordemos algunas máximas polémicas: ¡Ataquemos al poder,
el gobierno lo tiene cualquiera!. ¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden
lo que suena bien! ¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!