Tuesday, September 04, 2018

¿Quién fue el universal e intemporal Vallejo?



¿Quién fue el universal e intemporal Vallejo?
por Jorge Smith; kokosmithm@hotmail.com

4-9-2018

Centenario de Los heraldos negros

Esta es una pregunta que en algún momento se suele hace cualquier persona que tenga una familiaridad con la obra del gran poeta peruano.

Al indagar, buscando los testimonios de los que lo conocieron o tratando de deducir su personalidad a partir de su obra, nos encontramos siempre con una gran paradoja y es el hecho de que Vallejo, es un ser que no podemos enfrascar o atrapar en un solo adjetivo, que es alguien que se nos escapa de las manos.

A diferencia de ese gran extrovertido que fue Neruda, o aquel otro de un lirismo intenso y exacerbado como lo fue Darío o también Octavio Paz con su poesía tan reflexiva, conocer sus biografías, nos permite comprender en mucho sus fuentes de inspiración. Con Vallejo no ocurre lo mismo.

En otros géneros literarios como la novela, el ensayo o el cuento, podemos encontrar una relación hasta causal entre los temas que trata un autor y aspectos o episodios de su vida real. La literatura peruana abunda en obras literalmente testimoniales y el caso de “Un mundo para Julius” de Alfredo Bryce, sea quizás uno de los casos mas patentes. Al terminar de leer “El pez en el agua” tenemos una idea mas o menos clara de la personalidad de Vargas Llosa, o por lo menos que piensa él sobre sí mismo.

Pero a la pregunta ¿Quién fue Vallejo? el enigma persiste. Conocer la totalidad de su obra, no nos da una respuesta definitiva, pues su obra nunca es directamente testimonial sobre su propia vida.

Lo que ocurre es que por mucha coherencia interna que posea la totalidad de la obra de un gran poeta, esta no suele iluminar su biografía. Ni la de Vallejo, ni la del inglés Keats, tampoco la del poeta chino Li Tai Po o la del genial austríaco Trakl. Mas que su vida los poetas nos transmiten la biografía de su sensibilidad ante la vida, más que como actores de ella, como receptores del impacto que esta tiene en ellos.

En ese sentido hacer poesía, es muy diferente a hacer el recuento de viajes o de experiencias diversas, que pueden ser interesantes pero son intrascendentes para el olfato y la inspiración poética. La impresión subjetiva que acompaña las experiencias, pueden alcanzar un valor literario para aquellos que conocen el oficio, pero son pocos aquellos que logran alcanzar un nivel poético.

Como creador, el poeta genuino, es parco y hasta pudoroso, aún cuando el lenguaje poético es aquel de la confidencia íntima por excelencia. Escribir poesía supone haber vivido una experiencia real o virtual en un estado muy especial. Esas experiencias pueden ser alegres o dolorosas y es el rapto poético que permite de alguna manera fotografiar esa experiencia de una manera singular, la cual se plasma en una forma la mayor parte de las veces sugerida, muchas veces dubitativa, como una carta escrita con una mano temblorosa. Leer de entrada:

“Hay golpes en la vida, tan fuertes…Yo no sé
¡Golpes como el odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido                                                                      se empozara en el alma… Yo no sé!” que es la primera estrofa de “Los heraldos negros”, es ser arrinconado desde que uno pone el primer pie en el ring. Se siente el peso de toda una vida, de toda una sensibilidad, resumidas en una sola línea. Vallejo alcanza siempre el nivel poético desde el saque.
                                                                 
Goethe uno de los poetas universales, que escribió mucha y hermosa poesía, no siempre nos jala o nos empuja de llano a su universo poético, pero a veces bastan solo dos o tres líneas para lograrlo, como aquellas que están en la Elegía incluida en la “Trilogía de la Pasión”:

“Ese beso, el último; de sabor tan cruelmente dulce; que una trama                                     espléndida de amores rudo corta.”

Simón Bolívar, que no era propiamente un poeta, pero que escribió cartas con una prosa poética admirable como lo fue una de sus últimas. Fue escrita once días antes de morir y sabiéndose desahuciado. Es atribuida a él (pero cuya autenticidad todavía se discute) y dirigida a su prima Fanny. El texto, de él o no, alcanza un nivel poético excepcional, con líneas que muchos bardos hubiesen querido alcanzar, refleja como pocos eso que llamaríamos SINCERIDAD POÉTICA, sin lo cual un poema o un texto con pretensión poética, puede ser el simple producto de una hábil versificación. Lo real de esta bella carta, en la cual se cruzan un estado de espíritu y contingencias históricas, es justamente esa SINCERIDAD POÉTICA que refleja el texto que se sostiene por sí mismo, al margen de reflejar lo que acontecía en el alma del Libertador en esos días póstumos en Santa Marta:

“¡Adiós Fanny!..                                                                                       
Esta carta llena de signos vacilantes, la escribe la mano que estrechó la tuya en las horas del amor, la esperanza y la fe; esta es la letra que iluminó el relámpago de los cañones de Boyacá y Carabobo; esta es la letra escritora del decreto de Trujillo y del mensaje al Congreso de Angostura.
¿No la conoces verdad?
Yo tampoco la reconocería, si la muerte no me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante. Si yo hubiera muerto en un campo de batalla frente al enemigo, te dejaría mi gloria, la gloria que entreví a tu lado en los campos de sol en primavera.”

Tres personajes tan diferentes entre sí, Goethe, Bolívar y Vallejo, pero unidos por una misma SINCERIDAD POÉTICA.

Vallejo aunque desconcertante a veces en el uso que hace del lenguaje, es riguroso en el uso del vocabulario, sabiendo cuándo darle a las palabras un sentido común o figurado. Su lenguaje poético es riguroso cuando pretendidamente escribe sobre sí mismo, pero nunca es más intensa su poesía, ni más apropiadas las palabras como en aquellos momentos en que escribe y acepta con desgarradora lucidez, la precariedad de la condición humana. El mal llamado pesimismo vallejiano es una forma de lucidez, más que sobre sí mismo, sobre su experiencia de la vida misma. Si bien en algunos momentos o quizás en muchos, hubieron sinsabores en la vida de Vallejo, en su Santiago de Chuco natal o su estadía parisina, pero tales momentos no se reflejan en una forma literal en su obra, salvo en muy contadas excepciones. Vallejo es duro y directo, sin ser necesariamente crudo. La crudeza es privilegio del rapero, no del poeta. El dolor mismo en la poesía del vate peruano, no es vivido como una reacción a circunstancias precisas, como lo podrían ser una separación traumática o una pérdida inesperada. Si así fuese, la obra de Vallejo no tendría la universalidad que posee su mensaje al poder ser percibido a cabalidad por un ruso o un canadiense, un japonés o un chino. Si su poesía hubiese estado sujeta a circunstancias demasiado precisas y contingentes tampoco su obra tocaría con la misma intensidad, al joven, al hombre maduro o al anciano. Vallejo es pues universal e intemporal.

Quizás el precio de guardar por siempre un enigma sobre su persona, es aquello a lo cual están condenados los hombres realmente creadores. La obra de los artistas geniales, sobre todo si son poetas o músicos, nos abren siempre nuevos horizontes, nuevos ámbitos de asombro, y al mismo tiempo nos interrogan sobre la esencia y el significado de la obra de arte y las oscuras fuentes de la creatividad. Paradójicamente sus obras iluminan nuestra búsqueda y comprensión de muchas cosas, pero no nos dan respuestas definitivas para comprender en su real complejidad a los seres creadores. Así cada día conoceremos mejor la obra de Vallejo o las circunstancias de su vida, pero al igual que con Mozart, cuyas obras cada vez se interpretan mejor, pero de menos en menos se sabe, quién realmente fue.