Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
16-10-2019
La desconcertante
generosidad de Mario Vargas Llosa
Tuvo nuestro Nobel de Literatura, don Mario, extraños
términos para referirse a los ilustres ex integrantes precarios del Congreso y
les motejó de “semianalfabetos y pillos”. De que muchos de aquellos eran pillos
redomados, no hay la más mínima duda ni hesitación.
No obstante sí que se presenta un problema muy serio cuando
se trata de aquilatar si el término “semianalfabetos” es justo, exacto o una generosidad
de Mario Vargas Llosa. Es hasta posible que muchos de los ex parlamentarios
supieran leer y escribir (no hay duda que con ayuda de sus asesores o
secretarias), pero manejaban los barruntos esenciales.
Si los legiferantes debieron hacer leyes pensando en el país
y en sus esenciales problemas y no lo hicieron, o incurrieron defectuosamente
en la tarea, por ignorancia o por estupidez genética, entonces se comportaron
como analfabetos
funcionales, dúctiles a un sistema en que la mediocridad prima e impera
a troche y moche.
Entonces ¿cómo llamarles “semianalfabetos” al estilo de
Vargas Llosa? Que se sepa el Nobel es un gran escritor y maneja con habilidad
sobresaliente el margesí de sus presentaciones públicas. ¿Por qué obsequió un
término que no correspondía a los ex congresistas?
Seamos claros. De 130 ex parlamentarios es hasta posible y
con optimismo esperanzado, encontrar una docena de personas capaces de hablar
en castellano, caminar con los dos pies y mirar de frente. Pesarosamente, el
resto constituye lo que se ha venido en llamar el Congreso más mediocre de los
últimos 35 años. Y el título no es gratuito. ¡De ninguna manera!
Los analfabetos en estado de puridad genética y los
funcionales que poblaron el recinto de Plaza Bolívar son militantes de esa
casta a la que describió don Manuel González Prada de los que hasta el caballo
de Calígula sentiría vergüenza de formar parte de tal corporación. Ignorantes,
zafios, miopes, capaces de las naderías más escandalosas y afanosos a la hora
de blindar a genuinos delincuentes y depredadores.
El lector podrá
discernir según su propio criterio si lo dicho por Mario Vargas Llosa fue una
generosidad octogenaria o un circunloquio elegante para no llamarlos
analfabetos y pillos a secas. De cualquier modo, esos recios ex representantes,
a duras penas balbucean el castellano y ¡menos! sus recónditos entresijos como
para entender definiciones como estas.
¿Qué clase de legisladores requiere con urgencia tremebunda
Perú? La respuesta se infiere con facilidad: gente honesta, capaz de mirar a la
Patria como un todo, mosaico de mosaicos, y de comprender que NO HAY QUE SER RATERO para hacer
política y definir con criterio nacional qué y por qué se hacen las cosas.
Desterrar el vicio del dinero que compra conciencias y a estultos
inescrupulosos, debiera ser otra tarea radical del futuro Congreso.
Mientras que los seminalfabetos y pillos guardan velada
esperanza que alguien diga o afirme que su remoción sin pena ni gloria de Plaza
Bolívar, puede ser revertida, Perú avanza por encima de cadáveres con lápidas
NN.
Si algún destino merece Perú es aquella que intuyó luego de
la guerra entre 1879-1883, González Prada: el porvenir nos debe una victoria y
aquella será realidad cuando las nuevas juventudes tomen el mando, fulminen a
los viejos a la tumba porque encontrarán su derrotero en la acción constructora
de horizonte y futuro promisorio.