por Herbert Mujica Rojas
4-12-2006
¡Pistoleros en Cajamarca!
Por tenebrosa y recurrente vez corre peligro ante un reglaje de
hampones y delincuentes, la vida de Marco Antonio Arana de Grufides en
Cajamarca. A nadie escapa que el enunciado ciudadano cumple labores de
conciencia y devoción al cuidado del medio ambiente y ¡lo que es más
importante! de la preservación de la vida humana, fin supremo de
cualquier sociedad. Con él, un equipo que institucionalmente también
ha sido objeto de hostilización soterrada, amenazas telefónicas,
insultos vía email y gestos y actitudes matonescas. Los pistoleros en
esa ciudad nor-andina están sueltos hace mucho tiempo y se esconden
bajo mil denominaciones clandestinas. Con licencia y documentos en
orden la firma Forza, está al servicio de una minera muy conocida:
Yanacocha. Sin embargo, hasta hoy no aclaran qué hacían en posesión de
armamento militar y por el uso de prácticas violentas y violentistas
contra los trabajadores y comuneros de diferentes partes del
departamento.
Para nadie es un secreto que en Cajamarca hay pandillas mercenarias de
sociólogos mediocres y claudicantes; de pseudo-periodistas, mermeleros
y al mejor postor, de relacionistas públicos y timadores
profesionales, contratados para impulsar los psico-sociales, sobornar
autoridades en los municipios, clubes deportivos, asociaciones
comunales, directivas de toda índole, con el único y exclusivísimo
objeto de convertirlos a la grey pro domo sua, rentada y alabadora de
Minera Yanacocha. Los dólares abundan, los sicarios, también. Otra
empresa minera, Gold Fields, asentada en Hualgayoc, siempre anuncia en
sus diálogos con la ciudadanía: "nosotros no somos Yanacocha". ¡Tal el
grado de aversión y asco para Yanacocha!
No sólo es Arana. A través del corrupto sistema judicial que reproduce
en Cajamarca y en pequeño, los clásicos moldes pestilentes de Lima, la
todopoderosa mafia amenaza a quienes se le oponen, es el caso del
ciudadano peruano-alemán Reinhard Seifert que ha denunciado las
acciones contaminadoras de Minera Yanacocha desde muchos años atrás.
Un juicio por el cual ya tiene punición monetaria, le acorrala y
persigue porque de lo contrario se va a la cárcel. Todo aquel que ose
cruzarse en el camino demoledor de Yanacocha, padece la excomunión que
dictan sus sociólogos esquiroles y sus periodistas comprados al peso.
Y el odio de sus jueces boyantes en propiedades, autos, viajes y con
cuentas corrientes obesas.
El silencio en Lima, la horrible capital embrutecida por su
centralismo y vomitiva al 90%, es impresionante. En Cajamarca matan a
los campesinos, ha poco, en Yanacanchilla, Edmundo Becerra, fue,
literalmente, cosido a balazos (17) y cuando no son las balas, el
mercurio y la imprudencia criminal se encargan también de dar su cuota
como fue en Choropampa, lugar donde las secuelas del derrame de ese
metal aún prosiguen su acción letal. Pero no hay quién, salvo
excepciones honrosas pero minoritarias, desde el auto-denominado
periodismo "nacional", denuncie con puntos y comas las atrocidades que
allá se cometen.
Los dólares de Minera Yanacocha no sólo financian las actividades
propias de la minería. También alcanzan para un rubro
ultra-importante: la publicidad. De ese modo, vía reportajes pagados y
crónicas grotescamente maquillados, convierten mamarrachos contra el
medio ambiente y amenazas contra la vida humana, en acciones benéficas
y positivas. Para eso, los corsarios y filibusteros del periodismo, sí
tienen tarifas que se elevan a miles de dólares. ¿Hasta cuándo el
silencio?
Perú está advertido: ¡si un rayo, una tormenta, una piedra o una
balita del calibre que fuere, se cruza en el camino de Marco Arana, de
todos sus colaboradores, de Reinhard Seifert y los valientes
luchadores de la zona, y de previsibles consecuencias fatales, ya
sabemos a quién responsabilizar y a quiénes aplicar la respuesta de
una sociedad que está esperando bobamente a que ocurran hechos que
debían prevenirse de modo enérgico!
¿Por causa de qué el gobierno del señor Alan García Pérez no agarra al
rábano por las hojas? ¿O está aguardando el desmadre previsible si
hechos como los relatados acontecen en Cajamarca contra hombres
visibles y ¡lo que es peor! contra hijos del pueblo que carecen de
prensa, o imagen pública y que por tanto engrosan el grueso
diccionario anónimo de la ciudadanía nacional? ¡Vergüenza!
¿Y qué están haciendo las organizaciones de derechos humanos? ¿O, no
es rentable acudir en ayuda, presta, diligente e indeclinable, de los
valetudinarios, de todos los grupos y partidos, luchadores, que hay en
Cajamarca y otras partes del Perú?
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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