Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
30-3-2024
¿Y la cuestión del poder?
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Casi un axioma irrefutable, en Perú no hay partidos
políticos. Son más bien, al modo del civilismo retrógrado, cuchipandas
anhelantes de una diputación o senaduría, un cargo que les resuelva el problema
personal y, a lo más, una formalidad que paga todos los fines de mes con
honores y protocolos.
La extrema miopía de nuestros hombres públicos no necesita
exagerarse como para tener demostraciones aberrantes de cuan bajo pueden
llegar. Los mochasueldo dan, entre otras, una imagen tremebunda.
¿Y la cuestión del poder?
No parece la cuestión del poder y la captura de los
instrumentos desde los cuales ejercer el poder, un tema central de polémica o
propuesta en los clubes electorales. ¡Basta el cargo y sanseacabó!
¿Para qué llegar a la cosa pública, sólo para enriquecerse,
hacerse de la vista gorda en los grandes banquetes en que se acuerdan los
contratos de estabilidad jurídica siempre a favor de las empresas y nulidad
para Perú?
Quienes sí tienen muy claro que la captura del Estado
equivale en la mayoría de casos, al engrilletamiento del poder con beneficios
pingues hacia un reducido grupo de mandones, son los que mueven la economía,
distribuyen los préstamos que hace el Estado e imponen las tasas y porcentajes
en la venta y comercialización de facilidades financieras o productos. ¡Son los
que cortan el jamón en Perú!
Esos grupos de poder rotan sus ubicaciones siempre en las
atalayas desde donde vigilar que sus intereses no sean afectados por una
civilidad inquieta o por gente pensante que no digiere así nomás que “así es la
política”.
¿Qué hacen nuestros clubes electorales? Nada importante. Se
devanan los sesos pensando en candidaturas y no pocos viven autoengañados de
sus “carismas”, atractivos, dotes o lo que ellos reputan como virtudes para
encandilar al electorado. En Perú el asunto es muy serio porque hay individuos
que no son conocidos ¡ni en sus casas! pero tienen sueños de opio y droga
alucinógena.
Un mal ejemplo. Un partido que antaño fuera clarín y
protesta, multitud en las calles y fervor cotidiano, hoy especula en quiénes
serán sus candidatos a diputados y senadores. ¡Apenas si pudieron recuperar la
inscripción pero la alucinación de la estupidez devora a los angurrientos!
Alguna vez le pregunté a Luis Alberto Sánchez ¿cuáles eran
las medidas urgentes de ganar el Apra, una elección? Socarrón y con tono
educado, LAS me respondió: ¡ni tanto ni tan poco! Y luego me hizo un preámbulo
de las consideraciones que llevaban a un gobierno.
El revolucionario ruso León Davidovitch Trotski afirmó que
no sólo se trataba de la captura del poder, sino de cómo mantenerse. ¡Cómo no
habría de saberlo él, su trágico final en Coyoacán, México, así lo patentiza!
No se trata sólo de la captura del Estado y algo de poder
sino de promover una acción en beneficio de las grandes colectividades. De lo
contrario podríamos felicitar a los que sí saben qué y cómo lo obtienen que son
minúsculas colectividades acostumbradas al lucro del capitalismo salvaje, al
irrespeto a las leyes laborales amparadas en la llamada Carta Magna de 1993.
Si los clubes electorales, de probada mediocridad
censurable, no son más que refugio de caza-puestos, ¿qué hacen los sindicatos o
grandes corporaciones de trabajadores? A partir del primer gobierno de Fujimori
y su política antilaboral, los colectivos empezaron a amainar su influencia
hasta casi desaparecer y figurar tan solo en el papel.
¿Podrían todas las centrales convocar a un paro general como
el acontencido el 19 de julio de 1977? Me temo que la respuesta es negativa.
Falta de fuerza, respaldo y efectividad, signan hoy el pálido actuar de las
organizaciones de base.
¿Es importante definir para qué se quiere ganar elecciones y
colocar a representantes al Congreso y al Ejecutivo? Sin duda que sí. Ocurre
que la pereza intelectual y de propuesta de los clubes electorales, a veces
llamados partidos políticos, garantiza una deleznable polémica en torno al
acápite.
La “política real” es aquella que ofrece el sistema cuando
el incendiario en las calles pasa a ser el bombero en la curul o en la silla
ministerial. Entonces las esperanzas de pan con libertad y justicia social
entran en coma inducido y ¡a acomodarse con los mandones de turno!