por Herbert Mujica Rojas
5-2-2007
México y el Vaticano. La lucha con la iglesia
por Víctor Raúl Haya de la Torre
¿A dónde va Indoamérica? Obras Completas, T. II
Para comprender la influencia de la Iglesia Católica Romana en los
países latinoamericanos, un socialista británico debe retrotraerse a
la Edad Media, cuando los Papas conspiraban contra los reyes y hasta
los destronaban. La conquista española de México, de Sud y
Centroamérica, en el siglo XVI, trajo el feudalismo con todas sus
características históricas, servidumbre, casi esclavitud sobre los
grandes y nobles dominios y, eclesiásticamente, una Iglesia poderosa y
política.
La dominación política española no podía tener éxito sin la influencia
mágica de la Iglesia Católica y del terror sórdido de la Santa
Inquisición. Las maravillosas civilizaciones de los Incas y de los
Aztecas fueron brutalmente destruidas como "hechura del diablo". Y los
últimos emperadores indios de México y del Perú fueron torturados y
ejecutados "en nombre de Cristo y del Rey".
La Iglesia deviene latifundista
La Iglesia Católica se convirtió en formidable potencia económica
desde el comienzo de la dominación española en América. Vastos
territorios y millones de indios quedaron bajo la férula de la
Iglesia, la mayor latifundista. Sólo la Orden Franciscana poseía cinco
provincias en México y Centroamérica, inclusive lo que son actualmente
repúblicas de Guatemala (48,290 millas cuadradas) y Nicaragua (49,200
millas cuadradas).
No podemos separar la influencia política de la eclesiástica en la
dominación colonial española de América. La famosa bula del Papa
Alejandro VI (1494) concedió al Rey de España todo el nuevo mundo
descubierto y, por su parte, el Rey manejó esas tierras como fiel hijo
de la Iglesia. Se produjeron, no obstante, muchos conflictos entre la
Iglesia y los virreyes. El motivo de las peleas residía en la exención
del pago de impuestos de que disfrutaba la propiedad eclesiástica.
Esta exención ocasionaba grandes y cada vez más crecientes pérdidas al
tesoro público.
Sacerdotes católicos apoyan la revolución
Cuando estalló la revolución de los países latinoamericanos contra la
dominación española, la Iglesia se dividió. Sacerdotes católicos
pobres tales como Hidalgo y Morelos, en México, iniciaron la rebelión
en 1810. Estos dos líderes y mártires fueron perseguidos y
excomulgados por la Iglesia, y Morelos fue mutilado en público por
orden de la Inquisición. El Papa condenó el movimiento y publicó una
bula, ordenando a los católicos de América Latina reconocer nuevamente
la autoridad del Rey de España.
Como la revolución fue apoyada y completada por las clases
terratenientes, el sistema feudal de la Colonia no cambió. La
esclavitud continuó en América Latina, como había continuado en los
Estados Unidos del Norte, por muchos años después de obtenida la
independencia; y todavía hoy hay esclavitud en muchos países agrícolas
de la América del Sur. Con el feudalismo continuó su gran aliado, la
Iglesia Católica. Durante la última centuria, los movimientos
liberales han reducido su influencia en algunos países, o la han
separado del Estado, como en México, Brasil, Uruguay y Chile. Pero en
otros países la Iglesia romana disfruta todavía de grandes
prerrogativas políticas y económicas.
Un ejemplo reciente lo tenemos con la pretendida "Consagración del
Perú al Sagrado Corazón de Jesús", autorizada por el gobierno peruano
en mayo de 1923, pero detenida por una tremenda protesta nacional,
dirigida por los estudiantes y los obreros. Otro caso es el de la
fiera controversia entre el Vaticano y el gobierno argentino sobre la
elección del Arzobispo de Buenos Aires, propuesto por el Parlamento,
-como es de uso en nuestros países católicos-, y objetado por el Papa.
Una lucha de cien años
Como uno de los más poderosos centros del viejo imperio colonial
español, México estaba casi enteramente en manos de la Iglesia
Católica, pero ha luchado contra ella por casi una centuria. La lucha
entre México y la Iglesia Católica Romana ha sido intensa y plena de
dramáticos episodios. Desde los más tempranos días de la república, la
Iglesia Católica ha sido duramente atacada por los elementos
liberales. Su influencia durante el primer período de la vida
independiente de México fue muy poderosa. El renegado general
Itúrbide, héroe de la revolución contra España, fue luego proclamado
Emperador con el apoyo de la Iglesia. Durante la guerra entre México y
los Estados Unidos en 1814, se acusó a la Iglesia Católica de ayudar
al enemigo contra el gobierno liberal de México. En 1859 fueron
proclamadas las Leyes de Reforma, que nacionalizaban la propiedad
eclesiástica (£ 4,500,000), suprimían las Ordenes Religiosas,
establecían el matrimonio civil, etc. El Papa "condenó enérgicamente"
las leyes, y los católicos mexicanos rehusaron "jurar fidelidad a la
Constitución". El Emperador francés Napoleón III despachó una
expedición para conquistar a México. El pueblo mexicano se levantó y
ajustició al usurpador, arrojó al ejército francés, y restauró las
Leyes de Reforma en 1867.
En 1910 estalló la revolución agraria en México. Durante la prolongada
dictadura del general Díaz (1876-1910), la Iglesia Católica había
recuperado mucho de su poderío, aunque no sus derechos
constitucionales. Había sostenido toda reacción contra la Constitución
revolucionaria. Había apoyado las tenaces intrigas imperialistas de
los Estados Unidos. En 1922, el presidente Obregón deportó de México
al representante del Vaticano, que había celebrado una ceremonia
religiosa al aire libre, violando la Constitución. La
contrarrevolución del señor de la Huerta, el agente reaccionario de
los "reyes del petróleo", en 1924, contó con apoyo eclesiástico.
La campaña reciente
El presidente Calles inició en marzo último una nueva campaña radical
contra la Iglesia Católica, clausurando los locales católicos y
deportando todas las Ordenes católicas extranjeras. La Iglesia elevó
una fuerte protesta, reclamando la "libertad religiosa". Esta protesta
fue bien recibida entre los católicos en Estados Unidos y por los
"reyes del petróleo", que están listos para apoyar cualquiera
propaganda que justifique su perenne conspiración contra México y su
anhelo de intervención militar. En el Foreign Affairs, de Nueva York,
el presidente Calles escribe:
"No existe en México un verdadero problema religioso. Quiero decir que
no existe persecución de carácter religioso… Es verdad que la
Constitución mexicana tiene providencias que el alto clero considera
incompatibles con su permanente e ilegítima intervención en la
política y en las cuestiones de Estado, o con su prominente
potencialidad económica, como medio de influencia espiritual y factor
principal de dominación material".
El pueblo despierta al socialismo
El problema fundamental de México, como en todas las naciones
latinoamericanas, reside en la política de expansión y amenaza de los
Estados Unidos. Todo lo que se haga para eliminar las fuerzas
reaccionarias que apoyan al imperialismo en nuestros países es obra de
defensa de la libertad de América Latina. Algunos elementos
eclesiásticos, con nuestras clases gobernantes (latifundistas y joven
burguesía), están de parte del imperialismo y suelen ser considerados
como enemigos de nuestros pueblos. La revolución mexicana ha
comenzado, reciamente, una verdadera y coordinada política de
liberación de sus adversarios. Y si bien los gobiernos revolucionarios
de México no han avanzado considerablemente en el real camino del
socialismo, el pueblo mexicano y sus clases trabajadoras se despiertan
para completar su gran tarea.
Oxford 1927
(Traducido por Carlos Manuel Cox, de The New Leader, Londres, mayo 20, 1927)