Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
10-10-2022
¿Alguna vez tuvo rumbo este Congreso?
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El jueves pasado el Congreso incurrió en su última hazaña al
negar el permiso solicitado por el presidente Castillo para visitar el Vaticano
y reunirse con el papa Francisco. Semanas atrás hizo lo mismo cuando la toma de
mando de Petro en Colombia.
El legislador Jorge Montoya, luminaria de inteligencia y
estrategia política, ha musitado que el jefe de Estado ya no pida esas
licencias porque las van a negar. Cuando en 200 años algún sufrido historiador
se atreva a hacer la crónica del actual Parlamento, tropezará indudablemente
con el aludido.
Sobre las falencias y taras del Congreso había escrito con
temprana ferocidad Manuel González Prada en Nuestros
legisladores, Horas de Lucha, 1906:
“Entonces ¿de qué nos
sirven los Congresos? ¿Por qué, en lugar de discutir la disminución o el
aumento de las dietas, no ponen en tela de juicio la necesidad y conveniencia
de suprimirse?”.
Particularmente este Congreso ha sido uno de los peores entre
los más malos. Sin mayores luces intelectuales o culturales ¡ni qué decir de
olfato político! El arte de la concertación y la superior mira del país en su
conjunto no existen. Sólo han dado patética muestra de buscar la vacancia del
presidente Castillo a troche y moche. Y el ridículo de sus intentonas habla por
sí solo.
¡Como el camino de la vacancia no coronó su protervo
cometido, ahora el deporte es tirar de portazos a las solicitudes de permiso
para viajar que les envíe el mandatario!
A posteriori la visita de Pedro Castillo a Naciones Unidas
ahora es preciso censurar su discurso en el foro mundial de los países. ¿Llegan
siquiera a 10 de 130 los que pueden demostrar en el Congreso, elemental
comprensión de lectura? El lector tiene la respuesta.
Es pertinente preguntar si ¿el pueblo tributante paga para
que los legiferantes hagan exhibición pública de tanta pobreza moral?
Refiriéndose al Congreso, Manuel González Prada en su filudo
artículo Los honorables (Bajo
el oprobio, 1914), produjo una definición lapidaria que el tiempo no ha
podido borrar:
“Hasta el caballo de Calígula rabiaría de ser enrolado
en semejante corporación.”
Seamos francos, el Congreso
carece de rumbo y está al vaivén de las mediocridades de sus integrantes.
La superficialidad brota de los
legisladores de modo espontáneo y sus alocuciones navegan en la epidermis pero
¡eso sí! el rostro grave, el gesto teatral, la voz engolada, la promesa de
cumplimiento endosada al asesor que toma nota atenta para olvidarse del asunto
a los 5 minutos.
Más aún, se refocilan cuando les
llaman doctores o el chofer abre las puertas del vehículo asignado para su uso.
La gran mayoría no descifra aún los códices elementales del manual de Carreño
pero en la tarima legislativa son sabios civiles, dueños de la ciencia infusa
que sólo ellos entienden.
Una parlamentaria fujimorista
insospechable de cualquier barrunto de cerebro, se empecinó, a raíz de un
artículo mío en Liberación, en conocer la dirección de don Manuel González
Prada porque –según me dijo el atribulado asesor- le “iban a plantear una
demanda por difamación agravada”.
Entonces como hoy reproduzco el
texto de don Manuel:
Decía González Prada en el
artículo citado:
“Porque en todas las
instituciones nacionales y en todos los ramos de la administración pública
sucede lo mismo que en el Parlamento: los reverendísimos, los excelentísimos,
los ilustrísimos y los useseñorías valen tanto como los honorables. Aquí
ninguno vive su vida verdadera, que todos hacen su papel en la gran farsa. El
sabio no es tal sabio; el rico, tal rico; el héroe, tal héroe; el católico, tal
católico; ni el librepensador, tal librepensador. Quizá los hombres no son
tales hombres ni las mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no faltan personas
graves que toman a lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio cosas del Perú!
Esto no es república sino
mojiganga.”